Sonya Yoncheva, la cantante de ópera más importante de la actualidad, enamoró a los leoneses con su canto y belleza en la gala celebrada la noche del jueves en el Teatro del Bicentenario. Con su talento, la joven cantante aseguró un concierto inolvidable en el que abordó un repertorio que hizo lucir su voz de soprano lírica en plenitud.
Para este recital, la artista búlgara estuvo acompañada por la Orquesta Sinfónica de Minería, bajo la batuta de su esposo, el venezolano Domingo Hindoyan, dos días después de su debut en Latinoamérica, en la Sala Nezahualcóyotl de la capital del País, en el marco de su gira por Estados Unidos, México y Chile.
En estos conciertos, la diva abordó algunas de las arias más representativas de las óperas del francés Jules Massenet y del italiano Giacomo Puccini, dos compositores románticos que, como ha dicho la cantante, son como “dos hermanos musicales que escribieron de manera similar para la voz humana”.
Efectivamente, Puccini, influido por la obra de Massenet, compuso algunas de las arias más bellas para soprano lírica, tesitura que posee Sonya Yoncheva. Por ello, esta gala se alejó del virtuosismo italiano y se acercó al lirismo francés.
En una sala a la mitad de su capacidad, la orquesta comenzó con la “Obertura” de “L’étoile”, de Emmanuel Chabrier, compositor francés de óperas cómicas que presentan una deliciosa escritura, mucha más elaborada que en otras operetas de su época.
La lectura de esta obra demostró el brillante nivel de la orquesta y de su director, que lograron expresar tanto la alegría del vodevil como la melancolía de la romanza, tocada con dulzura por el violín.
Después, Sonya Yoncheva, ataviada con un vestido blanco con holanes, cantó dos piezas de óperas románticas de Massenet: “Il est doux, il est bon”, de “Hérodiade”; y “Pleurez, pleurez, mes yeux!”, de “Le Cid”.
En ambas arias, la soprano hizo gala de sus mejores cualidades: una voz lírica, con cuerpo y potencia; un timbre opulento y homogéneo, con graves y agudos espléndidos; además de una interpretación de enorme intensidad, un fraseo elegante y una línea de canto depurada.
Luego, el ensamble brindó una lectura enérgica de la suite de “Le Cid”, desplegando el color y ritmos de las danzas de diferentes regiones de España. En los bailes rápidos, la orquesta contó con la fuerza de Gabriela Jiménez en los timbales; mientras que en el inicio de la “Madrilène”, los alientos presentaron con claridad la nostálgica melodía, apoyada por el arpa y las cuerdas.
Para cerrar la primera parte de la gala, Yoncheva cantó dos arias con tintes dramáticos: “Adieu, notre petite table”, de “Manon”; y “Dis-moi que je suis belle”, de “Thaïs”.
En ambas piezas, ella lució una voz de timbre oscuro y, sobre todo en el “aria del espejo”, exhibió su extenso registro, con agudos afilados y vibrato amplio.
Aunque la ganadora del concurso Operalia 2010 ha sido criticada por sus actuaciones un tanto frías, en esta ocasión sus posibles limitaciones como actriz fueron compensadas con su bella voz, que corrió por todo el teatro. Además, el público tuvo el privilegio de ver a Yoncheva en su mejor momento, hermosa y joven.
La segunda parte del concierto, dedicada a Puccini, inició con dos piezas de la ópera “Le Villi”: el intermezzo “La tragenda”, ejecutado con ímpetu, y la romanza “Se come voi piccina”, cantada con ternura y emoción por la soprano engalanada con un vestido azul y una estola negra.
Sin duda, una de las arias más aplaudidas fue la famosa “O mio babbino caro”, de “Gianni Schicchi”, interpretada con asombrosa delicadeza en el difícil ascenso al agudo, sostenido y acompañado de un vibrato sutil.
Después del apasionado “Intermezzo”, de “Manon Lescaut”, Yoncheva deleitó con las dos últimas obras del programa: “Donde lieta uscì”, de “La bohème”, y “Un bel dì, vedremo”, de “Madama Butterfly”; ambas abordadas con refinamiento, sin forzar la voz y con suficiente fuerza para emocionar en los clímax. Como se esperaba, el aria de la geisha enamorada del soldado americano conmovió a los asistentes.
Una Carmen seductora
Tras recibir del Forum, un libro de arte guanajuatense, Yoncheva confesó que nunca había visto a un público tan caluroso como el mexicano, por lo que en agradecimiento cantó tres piezas más.
Primero, el vals “Ô! Paris, gai séjour de plaisir” de la opereta “Cent vierges”, de Charles Lecocq; y después, la “Habanera” de “Carmen”, de Georges Bizet, en la que se despojó de su estola y tomó una rosa para encarnar a la gitana cigarrera, bailando y acariciando a su esposo mientras él dirigía. Su sensual interpretación provocó una larga y estruendosa ovación de pie.
Siempre con una sonrisa, Sonya Yoncheva comentó que no le gusta decir “adiós”, sino “hasta luego”, palabras con las que acompañó el aria “Adieu, notre petite table”, con la que se despidió de los leoneses, concluyendo un concierto inolvidable.