Guanajuato.- Es una realidad que alguien decida quitarse la vida con asistencia médica porque es paciente terminal y el soportar los intensos dolores que les provoca su enfermedad incurable ya no es vida. Lo que en ese caso se prefiere es la muerte, porque se dejará de sufrir.
Ese fue el tema que se abordó, sin juzgar, sin condenar, sin criticar, pero tampoco sin elogiar o idealizar, sino visto como una realidad que nos puede pasar a todos en cualquier momento, en la representación “Es la vida” de la compañía alemana Deutsches Schauspielhaus, en el Auditorio del Estado como parte del Festival Internacional Cervantino número 50.
En la pieza actoral se mostró que el suicidio asistido ya es una realidad, médica y legal en Alemania. Pero el debate legislativo en torno a este tema se sigue dando en el Parlamento Alemán… y en las familias de quienes toman esta decisión, tanto los enfermos como sus parientes cercanos.
No fue una obra de teatro, sino una serie de acertadas reflexiones personales, desde diferentes personajes involucrados en ese mundo terminal, que expusieron sus testimonios, experiencias y puntos de vista sobre esa situación que muchos no quieren ni siquiera oir.
Hablaron dos hijos cuyos padres tuvieron la necesidad de recurrir al suicidio asistido por largas, dolorosas y desgastantes –física y emocionalmente- enfermedades incurables. Uno de esos hijos se convirtió, a partir de su experiencia personal, en asesora telefónica de suicidio asistido.
Habló el hombre que tenía todo en la vida, que la vivía al máximo y que amaba todo de la vida, obligado a despedirse por la aparición del Cáncer que corroía su cuerpo.
Habló la enfermera de una casa de pacientes terminales que en sus últimos días los cuida y les cumple sus últimos deseos.
Y habló, con la mayor naturalidad del mundo y sin ningún remordimiento, el empleado que ayuda a quienes ya decidieron dejar esta tierra, a emprender su viaje final, como si se tratara de cualquier trámite burocrático y cualquier tratamiento médico de ida y vuelta al consultorio.
Todos coincidieron en algo: los enfermos que, casados de sufrir, deciden quitarse la vida precisamente para dejar de sentir los insoportables dolores, encuentran no solo alivio después de tomar esa decisión, sino real felicidad.
Una gran reflexión, varias miradas, en un solo acto de dos horas y veinte minutos que se fue como agua.
HLL