Rossy P, ganadora del quinto lugar del concurso asústAMe. Foto Especial

Esta historia sucedió allá por los años 90, en la barranca cerca de lo que ahora es el Parque Extremo, las Hilamas.

Mi hermano solía juntarse en la calle con los amigos para pasar un buen rato, se juntaban en la calle 21 de marzo. Esa noche, después de estar platicando hasta cerca de las 2 de la mañana, a alguien de los ahí presentes se le ocurrió decir que sería buena idea ir a la barranca y gritarle al diablo para ver si se hacía presente.

Entre risas y bromas decidieron caminar hasta lo profundo de esa cañada, pensaron que así harían interesante la noche. Ya dentro del lugar, en la oscuridad y bajo la luz de la luna uno de los amigos comenzó a gritar.

-¿¡Satanás dónde estás!?-.

Mientras, reían y conversaban con escepticismo sobre la existencia de tan nombrado personaje. Al joven se le sumaron otros 2 y continuaron gritando.

-¿¡Satanás dónde estás?! .

Reían a carcajadas de las tonteras que estaban haciendo y después de un tiempo sin respuesta se dedicaron a platicar entre ellos.

Un rato después decidieron que era momento de regresar. Mientras daban la vuelta, pudieron escuchar a los lejos un crujido entre los árboles y de pronto entre la oscuridad salió un señor. Cuentan que era un hombre alto, delgado y de piel blanca. Lo extraño en aquel hombre era que portaba un traje negro. Se les hizo raro ver a un hombre en medio de la noche vestido tan elegantemente, cruzando por donde ellos estaban. 

Recuerdan que todos se quedaron perplejos ante la presencia del hombre, pero nadie de los amigos decía o hacía algo, pareciera que el miedo los había dominado.

Mientras el señor cruzaba entre ellos, se detuvo por un instante y les dijo que había perdido su camino, que si alguno de los jóvenes ahí presentes sería tan amable de acompañarlo.

Nadie podía pronunciar palabra pues el miedo no les dejaba hablar, el señor seguía repitiendo 

-¿alguien de aquí me quiere acompañar?-.

Dicen que podían ver cómo su mirada se oscurecía y que no podían distinguir lo que llevaba en las manos, algunos cuentan que podían ver las patas de un gallo.

Cuando el señor no obtuvo respuesta de nadie, les dijo: -Si nadie me va acompañar ¿por qué me han llamado?

Esas palabras asustaron a todos los amigos presentes y comenzaron a correr lo más lejos que pudieron de aquella presencia. Corrieron como pudieron y a lo lejos podían escuchar una risa que les perseguía.

Algunos de los jóvenes tuvieron muchas pesadillas después de eso, uno de los amigos contaban que veía al personaje todas las noches, decía se sentía perseguido.

Mi hermano se refiere a ese suceso como “La noche que se apareció el Catrín”.

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