Como parte de las actividades de la 26 edición del Festival Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC), Urska Centa presenta un programa que va más allá de todos los estándares.

En entrevista con Periódico AM, la bailarina habló sobre su trayectoria y algunos detalles del proyecto ‘El Jardín’, que fue presentado este martes 14 de noviembre en la Plaza de Gallos.

Desde Eslovenia, de donde Urska es originaria, la puesta en escena representa la combinación de diferentes disciplinas artísticas: la actuación, el baile, la música y el beatbox. 

Presentando un programa que utiliza el arte escénico y el baile flamenco para proponer discursos entre el cuerpo, sus límites y su naturaleza, combinando a perfección con el tema en esta edición del FIAC: #biofilia, que se refiere a la relación entre el cuerpo y la naturaleza.

“Yo empecé a bailar con 4 años de edad, y luego a los 11 me enamoré de la danza flamenca, disciplina que estudié en Madrid. 

Sin embargo, tiempo después sentí la necesidad de hacer algo que también fuera familiar para Eslovenia, algo multicultural y que no me limitara a un solo tipo de público” explicó Centa.

Es de esta manera que comenzó a mezclar la danza con la música de una manera muy peculiar. “Me gusta que, más allá de bailar o cantar, pueda usar mi cuerpo para hacer música”, detalló.

“Esta obra que estoy presentando aquí tiene el objetivo de incentivar el diálogo con el músico que utiliza su voz de forma de percusión (beatbox), con la creatividad del jazz y del flamenco que requieren de improvisar”, agregó la artista.

Urska mencionó que recientemente ha tenido la oportunidad de presentar su trabajo en diferentes rincones del mundo, cumpliendo su objetivo de hacer arte para diferentes públicos y culturas. 

Este proyecto surgió en colaboración con su pareja, Domen Novak, quien además comparte el escenario con ella haciendo beatbox.

 

Sobre la puesta en escena

“El Jardín” incita al espectador a adentrarse en una nueva perspectiva entre la fantasía y la realidad, persiguiendo nuevas estéticas y visiones para abolir los límites más allá de la danza.

La coreografía sonora sitúa en su núcleo creativo a una mujer y su conexión con la voz: una mujer que de niña y madre teje intuitivamente su vínculo con el cante, dentro de los medios mitológicos y religiosos, y originaria de la cultura del flamenco.

Los movimientos de la coreografía, inspirada en la idea de un suave abrazo en el jardín, disuelve los límites entre el ser humano y la naturaleza.

 

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