La sala principal del Teatro del Bicentenario Roberto Plasencia Saldaña se queda en completo silencio y en oscuridad, y es la obertura que suena por los altoparlantes lo que le indica al público que la obra del Cascanueces está por comenzar.
Se levanta el telón y todos los presentes caen rendidos en un mundo de ensoñación creado hace más de 100 años por Ernst T. A. Hoffmann (1776-1822) en donde la escenografía colorida y tan detallada de Marco Reyna, crea la ilusión perfecta de una noche nevada. En ella los padres de Clarita (Mariangeles Garce e Iván Arámbula) nos esperan en las puertas de su hogar para recibirnos junto a sus amigos y sus abuelos (Elaine Guillen y Andrés González) para su gran fiesta de Navidad.
Una vez adentrados en la gran sala de baile es que conocemos a Clarita, interpretada por Leslie Fuentes, y su hermano Fritz, interpretado por Axel Jaramillo, quienes entregan de la mano, la primera sorpresa de la obra: los pequeños niños de la fiesta que danzan con ellos y hacen enternecer el corazón de los espectadores ante la destreza de su ejecución en cada paso.
La segunda sorpresa de la obra se la lleva el padrino Drosselmeyer que salta a la vida gracias a la interpretación de Miguel Ángel Martínez, que evoca como un hechicero el cambio entre escenografías y coreografías, ambientando el momento para presentar al querido Cascanueces, interpretado por Vladimir Piedra.
Entre tanto esplendor y maravilla, no podían faltar las risas que se roban los ratones cuando entran en escena, acompañados de los pequeños ratones y su temible, —pero carismático— Rey Ratón.
La nieve cae y no sólo sobre los bailarines, sino en el centro de la sala principal, dejando nuevamente el público sin aliento y por unos segundos su atención es distraída por una lluvia nevada artificial.
Clarita y el Cascanueces roban la atención del público con su lucha contra el Rey Ratón, y su viaje por el Mundo de las Nieves y el País de las Golosinas, donde conocen al Hada de Azúcar (Abigail Miranda) que los recibe con dulces de España, Arabia, China y Rusia.
Después de un vals entre los roles protagónicos, la obra termina con Clarita en su cama y despertando de lo que ha sido un sueño navideño.
‘Toda obra escapa del artista’
La música de Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) y la coreografía de Luis Serrano, inspirada del coreógrafo venezolano Vicente Nebreda (1930-2002) que ejecutan los bailarines del Ballet de Monterrey, deja a todos sorprendidos y se roba los aplausos en cada pausa entre las melodías, y es en el gran final que se lleva una merecida ovación de pie.
Tiene un toque neoclásico, el director que montó este Cascanueces se inspiró en el trabajo del maestro Vicente Nebreda. Todo fluye y aunque está inspirada en su coreografía, no es igual, tiene un estilo muy único”, afirmó Susan Bello, maestra ensayadora del Ballet de Monterrey, en entrevista con AM, antes de iniciar la presentación.
De acuerdo con Guillermo Villafuerte, maestro ensayador del Ballet de Monterrey, algunos de los bailarines están estrenando sus papeles de solistas como Marco Cantú y Ana Godoy. Además, agradeció el buen recibimiento de la obra en la ciudad.
Nos encanta venir, siempre tenemos un recibimiento increíble, siempre quieren ver más, nos hemos presentado con diferentes obras y el escenario del Teatro del Bicentenario es de los mejores del país”, comentó.
Es así como la visión de su director artístico, Yosvani Ramos, se hace realidad una vez más en piso leonés.