Fue en un 7 de diciembre, pero del año 2010, cuando el Teatro del Bicentenario abrió sus puertas al público. Tal como su nombre lo indica, el recinto fue construido durante los festejos de los 200 años del inicio de la Independencia en México y el centenario del inicio de la Revolución.
La tarde de aquel domingo, un magno concierto a cargo de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, bajo la batuta del director Enrique Bátiz, fue el programa encargado de inaugurar el escenario que a lo largo de 13 años ha visto desfilar sobre su duela una infinidad de espectáculos de talla nacional e internacional.
En el año 2017, a 7 años de sus funciones, se le cambia el nombre a “Teatro del Bicentenario Roberto Plasencia Saldaña”, en homenaje al finado empresario leonés que fue parte del Consejo Directivo del Forum Cultural Guanajuato en sus inicios y principal impulsor del proyecto del teatro.
Hoy, en la conmemoración de este décimo tercer aniversario y como parte de la serie Radiografías del Teatro, les ofrecemos un recorrido por las entrañas del recinto, guiado por Vicente Hinojosa, Jefe de Foro.
Diseño multicultural
El resplandeciente Teatro se ubica al final de la Calzada de las Artes y desde metros antes su inmaculado color blanco atrae la vista.
Se trata de un proyecto ideado por el arquitecto yucateco Augusto Quijano, que intentó replicar elementos característicos de la arquitectura de su ciudad, reflejados en los detalles de madera, perceptibles desde el lobby, el color blanco y una gran iluminación natural propiciada por los diáfanos muros de cristal.
Además, el arquitecto se rodeó de expertos en teatros, como el despacho Theater Project Consultants, apoyado por el maestro Alejandro Luna y la firma estadounidense A’kustiks, para las partes técnicas.
Se convocó a este grupo de expertos porque desde un inicio el propósito fue convertirlo en el primer teatro en el mundo en contar con una caja acústica de resonancia con sonido envolvente, cosa que se logró gracias al equipo de diseño acústico.
Teatro Estudio
Al caminar hacia el ala izquierda del teatro se encuentra la puerta que conduce al Teatro Estudio. En el pasillo, antes de ingresar al foro, se encuentra un gran guardarropa, servicio especial con el que cuenta el teatro, muy a la usanza de los recintos europeos, donde la gente guarda sus abrigos y paraguas.
Unos pasos más adelante se encuentra el estudio.
“Este espacio es muy versátil, tiene esta butaquería que se puede retraer y dejar todo el espacio como una cancha de básquetbol”, explicó Vicente Hinojosa.
Aunque es la sala de la que menos se habla, en realidad es la que más se utiliza, pues el Corto del Teatro ensaya ahí todos los días.
Una de sus mayores cualidades es que gracias a la movilidad de la butaquería se le puede cambiar tanto el aforo, de máximo 400 personas, como el estilo del teatro.
“Detrás del telón de fondo hay una butaquería que se despliega y convierte el lugar en un espacio escénico a dos frentes, lo hemos usado también en teatro isabelino al dejar el espacio totalmente rodeado por el público. Lo que más se usa es el formato a la italiana, con solamente un frente”, contó el jefe de foro.
Al ser un espacio cambiante es imposible instalar una cabina de audio fija, por lo que el estudio cuenta con un mezzanine, es decir, una estructura alta parecida a un balcón donde se instalan las consolas y se trabajan los aspectos técnicos de la producción.
Esta misma cualidad impide también que el telón sea fijo, pues no hay un solo escenario que cubrir. Un telón de fondo es el que se encarga de agrandar o acortar el espacio escénico.
El piso del Teatro Estudio, al igual que el de la sala principal, se diseñó meticulosamente pensando en los espectáculos culturales que ahí se llevarían a cabo.
“El piso es una duela que está pensada para el teatro, pero más para la danza. Permite recorrer el pie sin que se atore y también está flotado, es decir, tiene una ligera capa de neopreno, que es amable con las articulaciones de los bailarines”, comentó Hinojosa.
Sala Principal
El corazón del Teatro del Bicentenario, sin duda alguna, se encuentra en la sala principal. El teatro al estilo italiano tiene capacidad máxima de 1500 asistentes cuando el foso de orquesta de 14 metros de profundidad se sube para extender la butaquería.
Aunque Vicente Hinojosa confesó que los asientos del balcón de luneta son los que tienen mejor vista, en cuanto a sonido cualquier lugar es excelente gracias a la impresionante caja acústica.
“Este teatro logró una de las mejores acústicas de América Latina. Cada detalle estuvo involucrado; el tamaño de las butacas, los materiales y formas de los barandales, que no son planos sino que tienen un pequeño tratamiento de ondas, la eliminación del plafón que esconde el paso de gatos, que es donde los técnicos suben a arreglar iluminación, todo fue pensado por los ingenieros para que se escuchara mejor.
Pero la joya de esto son las grandes ventanas laterales que hacen una cámara de resonancia externa. Lo que hacen es que cuando las abres eleva el volumen de aire de la sala, el sonido sale, rebota en todas direcciones, puesto que es una herradura y regresa desde todos los puntos”, explicó Vicente Hinojosa.
El gran equipo de técnicos del teatro trabaja diariamente para que cada producción resulte impecable. Muchos de ellos trabajaron en la construcción del teatro y fueron invitados a quedarse en el recinto, donde se formaron como tramoyistas (técnicos en mecánica teatral y utilería), técnicos en iluminación, entre otras labores que terminaron por enamorarlos del espacio que levantaron con sus propias manos.
Detrás del gran telón rojo, que curiosamente abre tanto al estilo francés (hacia los lados) como al estilo americano (hacia arriba), se han presentado a lo largo de estos 13 años más de 700 funciones artísticas se incluyen conciertos, teatro, ballet y destacando 16 títulos de ópera, posicionándolo como uno de los pocos productores operísticos de México.