La “Nación del Sol Naciente” llevó al público al japón del siglo XVII con la danza Kagura en la edición 52 del Festival Internacional Cervantino (FIC). En el marco del décimo aniversario de la amistad entre Guanajuato y la prefectura de Hiroshima, la compañía de teatro originaria de esa prefectura presentó la tradicional danza Kagura, un ritual agrícola que nació como acto de gratitud por las bendiciones de la naturaleza.
La Kagura que presentaron fue la Geihoku Kagura qué se ha preservado por 150 años en Hiroshima. La historia fue Tsuchigumo traducido como el demonio araña, ambientada hace 2 mil años en la época en que nació Yamato, el estado japonés.
Justamente las tribus daban su vida para convertirse en los poderosos dirigentes del país, los que perdían, huían al monte Katsuragui y vivían como Tsuchigumo (tarántulas de tierra).
En la Kagura uno de ellos sobrevive como araña durante siglos y adquiere varias habilidades y busca desafiar a Yorimitsu Minamoto jefe de la policía. Por azares del destino, logra huir al monte con la espada de la familia, donde los guardianes lo enfrentan hasta derrotarlo luego de que se convirtiera en demonio.
La puesta en escena estuvo acompañada del Gaku, cuarteto que consiste en un tambor grande, uno chico, un gong y una flauta. Los músicos no utilizan partituras, sino que memorizan los sonidos y tocan con el alma. El público quedó maravillado con la teatralidad de una de las danzas más representativas de Japón, pues se deshicieron en aplausos.
En Hiroshima, una nueva versión del Kagura surgió para expresar los sentimientos de libertad en los tiempos de guerra; después de la Segunda Guerra Mundial, su interpretación tuvo un cambio drástico al comenzar a usar temáticas de otras artes escénicas tradicionales japonesas como el Noh y el Kabuki, convirtiéndose en una nueva forma de arte tradicional de paz.
Actualmente, los artistas mantienen viva esta tradición para agradecer a los dioses de la naturaleza, y para representar la historia y mitología japonesas a través del arte escénico.