Uno de los principales motivos por los cuales mis pacientes llegan a consulta, es la dificultad de los padres para poner límites a sus hijos, pues no saben cómo hacerlo.

Hoy en día, existe demasiada confusión derivada de la saturación de información a la que se tiene acceso, por lo que confundimos poner límites, con la imposición a través del miedo. Por otro lado, hay padres y madres intentando huir, totalmente, de poner límites, pues creen que, al aplicarlos, restringen por completo a sus hijos.

Los límites son necesarios, pero deben de ser planteados desde el respeto y brindando herramientas para lograr cumplirlos.

Silvana Tiani Brunelli define el límite -en su libro ‘Educar con amor y firmeza’– como “Una exigencia que debe respetarse, o bien una disciplina que debe aplicarse para poder lograr un resultado”.

Un límite nos incentiva, por ejemplo, a respetar nuestro propio cuerpo y hacer que los demás lo respeten.

Los límites los podemos ver desde dos vertientes:

Cuando un niño está a punto de cruzar la calle y su mamá corre a detenerlo en un movimiento espontáneo.

Cuando se le explica y se le pide al niño realizar una acción no deseada pero necesaria. Ej. Recoger los juguetes del suelo de la sala y ponerlos en el juguetero de su cuarto.

Los límites los determina nuestro cuerpo, la familia o la sociedad. Aunque nuestro cuerpo es libre de expresarse y moverse, debemos conocer también sus límites, y respetarlos.

Son necesarios y forman parte de nuestro desarrollo personal, sin embargo, existe mucha confusión sobre cómo vivirlos, y hay maneras erróneas de transmitirlos, como: no siendo firmes en el límite que se enseña, dejar que se transgredan los límites, no explicar el porqué del límite, culpabilizar, dar juicios negativos o lastimar.

Ana Mariela Macías Castillo, psicóloga./ Foto: Cortesía.

Cuando los niños crecen con límites, se sienten más seguros, pues, al estar expuestos a riesgos y peligros, el entendimiento y aplicación de estos los impacta para tener mayor responsabilidad de sus acciones y tener una mejor relación con los demás.

Reconocer y explicar por qué existe un límite: “Debemos detenernos aquí, porque si seguimos, se producirá un daño”. El límite deberá comprenderse desde su naturaleza, y no como una verdad absoluta. Si no se comprende el porqué del límite, pierde su eficacia, totalmente.

Que al niño le quede claro el límite. Para poder respetarlos, el niño debe ser consciente de los riesgos reales de la vida y de los límites que existen.

Es necesario ser cuidadosos con la manera en la que explicamos el límite, evitando frases subjetivas como “sé buen hijo” o “pórtate bien”.

Transmitirle al niño que estamos con él y no contra él. Ej. “Sé que esto es difícil para ti, pero estoy aquí para apoyarte”.

Acentuar lo positivo. Ej. Evitar el “no grites”, cambiándolo por “con voz baja, te entiendo mejor”.

Mantener la firmeza sin gritar o violentar. 

No renunciamos a enseñarles, sino que hacemos un mayor esfuerzo para que el niño aprenda a respetar el límite, mediante una comunicación asertiva. Ser firme no significa gritar o violentar; no buscas que tu hijo obedezca por miedo hacia ti, sino por la comprensión real del límite.

Enseñar a aceptar el límite y ser tolerante a la frustración. Esto evitará los “caprichos”, que indican que aún no son capaces de aceptar las indicaciones. Los niños se frustran al no hacer lo que quieren y como ellos quieren, por lo que debemos enseñarles, también, a ser tolerantes ante esto. Ej. “Habrá veces que no las cosas no podrán ser como tú quieres y, aunque es difícil de aceptar, debemos hacerlo, ya que existen límites”.

Sé un ejemplo como padre/madre y sé congruente con lo que estás enseñando. Los niños aprenden de sus padres/madres e imitan lo que observan de sus comportamientos, por lo que debemos de ser muy cuidadosos y congruentes con los límites que enseñamos y con lo que pedimos; que realmente sea algo que aplicamos en nuestra vida diaria.

Explícale las cosas bajando a su nivel de estatura, viéndolo a los ojos, con voz clara y frases cortas.

Reconocer el esfuerzo y el resultado. Mostrar el mérito por el esfuerzo de haber logrado aceptar y respetar el límite, reforzará de manera positiva el resultado, impactando en su autoestima.

Las experiencias que vivimos en nuestros primeros años de vida, afectan directamente a la arquitectura física de nuestro cerebro en desarrollo.

El cerebro se construye a través de nuestras experiencias e interacciones positivas, ya que, si el niño se desenvuelve en un ambiente “tóxico”, de abuso o negligencia, sin cuidadores que le brinden apoyo y seguridad, las estructuras básicas de su cerebro en desarrollo pueden sufrir daños.

Para desarrollar una arquitectura cerebral con un buen soporte, es necesario el desarrollo de un conjunto de habilidades llamadas funciones ejecutivas y de autorregulación. Los niños tienen que reaccionar ante el mundo que los rodea, lidiando con tentaciones, preocupaciones u obligaciones.

La carencia de límites tendrá como resultado niños con poca tolerancia a la frustración, incapaces de controlar sus emociones y de seguir normas y reglas necesarias para la convivencia sana.

Un buen soporte parental, un acompañamiento con amor y respeto, y un buen establecimiento de límites, ayudará a que el niño se regule ante la aparición de situaciones difíciles.

Encuentra a la psicóloga Ana Mariela Macías Castillo 

Universidad Iberoamericana León Cédula profesional 13249786

Dirección: Kintea Centro integral Infantil. Av. San Pedro 625 León, Guanajuato

Teléfono de contacto: 4772942820

Para más información de la asociación Niño x Niño A.C. y cómo puedes apoyar, visita la página web: http://ninoxnino.org 

 

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