La novela de F. Scott Fitzgerald “El gran Gatsby” es corta, casi como una novelette. Pero tiene personajes enormes, una elegancia extravagante y muertes dramáticas. En apariencia es la más hollywoodesca de las novelas estadounidenses.
Pero “Gatsby” sigue siendo evasiva, su poesía sigue confinada casi por completo al papel, a pesar de casi un siglo de adaptaciones. Desde que se publicó (con una recepción casi fría al comienzo) en 1925, ha sido llevada al cine en cuatro ocasiones (incluyendo una película muda de 1926 que se ha perdido) y numerosas producciones en teatro. La locura de transferir la novela a otros medios ha sido parodiada en un videojuego rudimentario en el que Nick Carraway debe evadir a unos mayordomos que le sirven tragos y a unas bailarinas de Charleston.
El viernes, Baz Luhrmann presentará su versión de “Gatsby”. Su cinta en 3D con un elenco estelar (Leonardo DiCaprio, Tobey Maguire, Carey Mulligan) y una banda sonora contemporánea (Jay-Z, Jack White) que espera descifrar el código cinematográfico de la novela de Fitzgerald.
“Ya sea que tomamos las decisiones correctas o las equivocadas, no lo hicimos a la ligera”, dijo Luhrmann, director de “Moulin Rouge” y “Romeo y Julieta”.
Todas las grandes novelas tienen sus dificultades para ser capturadas en la gran pantalla, pero “Gatsby” tiene retos especiales por su belleza amorfa. El personaje de Jay Gatsby es deliberadamente vago (incluso Fitzgerald le preguntó a su editor Max Perkins si le debió dar más presencia). Daisy, también está idealizada fuera de proporción. El libro no es una crónica de acontecimientos, sino las reflexiones líricas y escritas de Carraway, el narrador. El meollo no está en la historia, sino en la forma de contarla.
Las adaptaciones de “Gatsby” han dejado, si no una nube de polvo efímera, un legado de desilusión.
Todo lo que queda de la primera película protagonizada por Warner Baxter y dirigida por Herbert Brenon para Paramount Pictures es el adelanto, que por cierto se puede ver en YouTube. En sus cartas, Zelda Fitzgerald (la esposa del escritor) supuestamente dijo que la película, basada en una producción previa de Broadway estaba “podrida”.
El “Gatsby” de 1949 protagonizado por Alan Ladd es quizá la versión más lamentable. Comienza con Carraway y Daisy visitando la tumba de Gatsby y termina con Gatsby, poco antes de su final, prometiendo exuberantemente una rehabilitación en un lenguaje anticuado: “Voy a pagar Nick. Voy a corregirme”.
La película de 1974, producida por Robert Evans y protagonizada por Robert Redford, es considerada por casi todos como una película sin vida. Mientras que la película del 2000 hecha para la televisión protagonizada por Toby Stephens y Mira Sorvino casi nunca es mencionada.
Jackson Bryer, presidente de la Sociedad F. Scott Fitzgerald y editor de la colección del escritor en la Biblioteca del Congreso, dice que hacer una película de “Gatsby” es como “adaptar un poema”.
“Parte de la belleza de la novela es que no te dice mucho de nadie”, dijo Bryer, profesor emérito de Literatura Inglesa en la Universidad de Maryland. “Si la vuelves específica haciéndola con Robert Redford o Leonardo DiCaprio, la estás limitando”.
Pero se necesitaba ser más específico que el libro de Fitzgerald y Luhrmann y su guionista de cabecera, Craig Pearce, se fijaron en otros aspectos para lograr los detalles.
Luhrmann incluso recibió ayuda de Francis Ford Coppola, quien (después de que se rechazara el borrador de Truman Capote) escribió la película de 1974, en la que también actuaron Sam Watterson como Carraway y Mia Farrow como Daisy. Coppola ha dicho que le impresionó descubrir que casi no había diálogos entre Daisy y Gatsby en el libro, así que buscó en los relatos de Fitzgerald para encontrar el lenguaje para una escena de seis páginas en la que ambos hablan una noche.
Coppola compartió escenas inéditas con Luhrmann y lo impulsó a adentrarse a los otros textos de Fitzgerald.
“Él fue el que me dijo: Ve a otros textos de Fitzgerald y busca las pistas”, dijo Luhrmann. “Ya que Francis me apoyó para hacer eso, tuvimos la idea del hospital psiquiátrico”.
Para arreglar el problema de la narración y evitar comenzar la película con el clásico acercamiento a las páginas cambiantes de un libro, Luhrmann y Pearce pusieron a Carraway en un manicomio donde un siquiatra le ayuda a luchar con su alcoholismo a través de la escritura. Los cineastas crearon esta imagen por los propios problemas con el alcohol de Fitzgerald y su novela inconclusa sobre Hollywood, “The Last Tycoon”, para la que había planeado una escena en un manicomio.
“Pasamos mucho tiempo tratando de descubrir qué recursos íbamos a usar para hacer que esa voz en off fuera activa”, dijo Pearce. “Nos dejó muchas noches sin dormir”.
También tomaron prestados elementos del primer borrador de Fitzgerald de la novela, “Trimalchio”, que le gustaba especialmente a DiCaprio.
“Todos los que leen ese libro tienen su propia interpretación de esos personajes”, dijo DiCaprio. “Parte de lo que hizo que la escritura de Fitzgerald fuera tan genial es que es muy voyerista. Sientes que estás escuchando conversaciones que no deberías oír. Cuando llevas eso al cine tienes que ser mucho más específico”.
Pero lo que distingue más al “Gatsby” de Luhrmann de otros es su juerga, su despliegue de efectos de estilo estrambótico y su música estridente. Como dice el director: “Tengo una marca que implica mucho ruido alrededor”.
Aunque muchos críticos ya han comenzado a quejarse de la proliferación estilística de Luhrmann en “El gran Gatsby”, está claro que luchó por ser fiel al libro y a la prosa de Fitzgerald. Durante la narración algunas frases famosas se ven en la pantalla. A diferencia de la versión Redford, nadie podrá decir que a la versión de Luhrmanns le falta energía, quizá que tiene demasiada. DiCaprio es mucho mejor para el papel que Ladd, (al igual que el resto de los personajes principales: Mulligan, Maguire y Joel Edgerton como Tom Buchanan).
Pero sin importar cómo traten de apropiarse de “Gatsby”, sigue siendo extremadamente misteriosa y difícil de penetrar. Al prepararse para adaptar el libro, John Collins, director artístico del grupo de teatro Elevator Repair Service, tuvo una idea innovadora: No lo hagas. La aclamada producción de siete horas de la compañía, “Gatz”, se enfocaba en un hombre leyendo cada palabra del libro.
“Sentía que la novela era un cristal perfecto y me frustré al tratar de definir cuáles partes cortaría y cuáles dejaría”, dijo Collins. “El logro fue que Fitzgerald escribió una novela en la que cada palabra parecía realmente necesaria. La misma escritura te retaba a guardar cada palabra porque estaba tan bien construida”.

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