Pocos cantantes tienen la fortuna de mantener por medio siglo la atención de la prensa, luego darse el gusto de maldecirla y semanas después volver a recibir los favores de los medios. Este fue Frank Sinatra.
Hasta hoy, a quince años de su muerte -que se cumplen este 14 de mayo-, existen versiones encontradas, según algunos conocedores de su trayectoria artística, sobre la influencia que tuvo la mafia italiana y el ascenso al estrellato de Sinatra, sobre su vida sentimental a lado de divas como Ava Gardner y Mia Farrow. Las opiniones se dividen.
“Los hombres, las mujeres y los niños lo aman por el calor amistoso de su voz de barítono, por su espíritu independiente que le permite escupir en los ojos de las autoridades, y por su desprecio hacia la prensa y los críticos, con los cuales está constante ente en pugna”, escribió en 1977 el periodista Earl Wilson, uno de sus biógrafos y quien cubrió la carrera de Sinatra desde que a finales de los 40 vendía sus servicios a la orquesta del músico Tommy Dorsey.
Lo cierto es que Sinatra siempre polemizó con la prensa, a la que lanzaba irónicas críticas que no siempre tenían contentos a los columnistas. “Los periódicos sólo sirven para limpiar la jaula de mi loro y para que mi perro los devore”, soltó en un concierto luego de una crítica lanzada por el Toronto Star que acusaba al guardaespaldas del artista por haber golpeado a un fotógrafo.
No obstante, como toda leyenda, la versiones sobre las amistades de Sinatra crecieron a lo largo de su carrera e incluso fueron magnificadas por secuencias de sagas mediáticas como El Padrino y hechos verídicos como su licenciamiento del ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial por un padecimiento de tímpanos, que lo libró en 1943 de participar en el conflicto armado. Muchos periodistas sospecharon.
A la par de figurar en la portada de la revista Life, Sinatra comenzaba a ser cuestionado. El mismo Wilson, uno de los padres del periodismo de pasillo en la fuente de espectáculos, escribe que poco después de una triunfal temporada en el prestigioso Ríobamba de Nueva York en la primavera de 1943, que significó su consolidación como favorito del público adulto norteamericano y su independencia como solista comenzaron las críticas de la prensa.
No obstante los esfuerzos que Sinatra hizo desde finales de los años 30, en los que tocó varias puertas hasta su estrellato con la canción “I’ll never smile again” de 1940, con la que ganó el favor de un público ajeno a las jovencitas que desfallecían en sus conciertos, la figura de Sinatra nació con la sospecha y la polémica.
La actriz Shirley MacLane escribió décadas después en su libro You can’t get there form here que “Sinatra sintió siempre una adoración romántica por los gánsters, como sí quisiera ser uno de ellos”.
La carta que a finales de mayo pondrá a la venta la casa de subastas Profiles in History, podrían dar alguna respuesta a las interrogantes de los mitos alimentados por columnistas de espectáculos, uno de ellos Jimmie Starr a quien va dirigida la carta de Sinatra 1956.
Pero Sinatra tiene también sus defensores, como el novelista Pete Hamill, autor del libro de memorias “¿Por qué importa Sinatra?”, en la que narra sus experiencias a lado de un Sinatra de ronda los 60 años de edad y que gusta de compartir con los amigos, algunos de ellos periodistas deportivos.
En su libro, Hamill testimonia que en la primera mitad del siglo XX el comportamiento de Sinatra correspondía al de cualquier joven de ascendencia italiana en una sociedad norteamericana que difícilmente aceptaba el talento de un músico que no fuera blanco anglosajón y protestante como Glenn Miller, Tommy Dorsey, Benny Goodman, o afroamericano como Billie Haliday, Sarah Vaugh o Count Basie.
A la anterior defensa de Sinatra se suma la reciente autobiografía del cantante estadounidense Paul Anka, que en ella rechaza la relación directa de su amigo con la mafia.
El flacucho italiano de Hoboken era un colado que se había invitado por sí mismo a la fiesta de los cantantes. En la última etapa de su carrera, el mismo Sinatra se autonombró como el “el último de los cantantes de cantina”.
Frank Sinatra, el cantante que nació con la polémica
Sinatra siempre polemizó con la prensa, a la que lanzaba irónicas críticas que no siempre tenían contentos a los columnistas