A Paolo Sorrentino le fascina la comida. Lo cual sin duda es lógico por tratarse del director de un suntuoso festín cinematográfico: “La grande bellezza”.
La cinta del artista italiano que compite en el Festival de Cine de Cannes es un viaje por Roma en compañía del escritor Jep Gambardella (interpretado por el Toni Servillo). La cámara de Sorrentino lleva al espectador por las calles sagradas, profanas y ajetreadas, atravesando iglesias medievales y grandes palacios, casas modernistas y fiestas libertinas al pie de una piscina. Y Jep, quien cumple 65 años y está tratando de recuperar su pasión por la vida, lo mira todo con poca energía.
El filme ofrece retratos vívidos de personajes que han perdido el rumbo en medio de las interminables distracciones de la vida urbana, incluido un cardenal católico demasiado ocupado dispensando sus recetas favoritas como para ofrecer asesoría espiritual. Es una de muchas señales en la cinta de una sociedad que se ha perdido sus amarras.
“Encuentro bien extravagante el modo en que todo el mundo habla de comida”, dijo el director en una entrevista en Cannes. “Creo que esta obsesión con la comida ha alcanzado a personas que deberían estar lidiando con el Espíritu Santo”.
“Yo mismo caigo en esa trampa”, admitió. “Uno de mis programas favoritos es ‘Masterchef”’.
“La grande bellezza” (el título puede referirse a la Ciudad Eterna o a la vida misma) ha sido bien recibida en Cannes, donde Servillo es mencionado como un candidato a mejor actor para la ceremonia de premiación del domingo.
Algunos espectadores, empero, la encontraron apabullante: demasiado rica en imágenes raras y hermosas (una bandada de flamingos y una jirafa tienen apariciones memorables) y excesivamente cargada de ideas y habladurías.
Sorrentino dice que esa es la idea: la vida y Roma son apabullantes, ambas. Una de las primeras escenas muestra a un turista que muere mientras fotografía un sublime paisaje de Roma.
“La percepción de la belleza es uno de los sentimientos más fuertes que uno pueda tener. Uno incluso puede morir por eso”, dijo Sorrentino.
O bien uno puede simplemente sucumbir a las distracciones de la vida urbana y perder el rumbo, como insinúa la película.
Sorrentino dijo que la idea original para la cinta nació de la imagen de “una fiesta muy prolongada”.
“Quise reproducir la idea de que a veces uno va a una fiesta con demasiadas expectativas y después no ve la hora de salir corriendo”, dijo.
“Nuestro país ofrece oportunidades maravillosas, pero la gente no las aprovecha, porque está demasiado ocupada fiesteando o disfrutando. Por eso es que perdemos tantas oportunidades”.
“Si quisiera dar una interpretación política de la película, diría que el tema es las oportunidades perdidas”, añadió. “Pero el filme se enfoca en los sentimientos humanos, que son minados por la fatiga de vivir, de la existencia humana. Y creo que esa no es sólo una característica italiana”.
En contraste con su personaje principal, un escritor de 65 años que vive del éxito de su única novela, Sorrentino, de 42, es notablemente prolífico. “La grande bellezza”, una de las 20 películas que buscan la codiciada Palma de Oro, es su quinta que compite en el festival. En 2008 ganó el Premio del Jurado por “Il Divo”, una dramatización de la vida del político italiano Giulio Andreotti, y en 2011 presentó su tragicomedia en inglés “This Must Be the Place”, protagonizada por Sean Penn como un astro del rock.
Con “La grande bellezza” regresa a Italia, y con su aire melancólico y de arrepentimiento se siente como el trabajo de un director de muchos más años.
“Lo tomo como un cumplido”, dijo Sorrentino. “Espero que cuando sea mayor tenga la oportunidad de hacer películas que debí haber hecho de joven”.
“Estoy tratando de no perder el tiempo”, explicó. “Estoy tratando de aprovechar las oportunidades cuando puedo, porque soy un sortario; mi trabajo me divierte… Trabajo mucho porque me gusta mucho lo que hago”.