“¿Por qué nos están quitando todo, como en Venezuela?”, lamenta Barbie Noble, malcriada niña rica que iba apretujada en un taxi de huida con sus dos hermanos, mientras la familia huye de una redada de la Policía en su suntuosa mansión.
Una estafa de negocios, todo el dinero se pierde, explica su padre, girándose desde el asiento delantero para darles la noticia a sus hijos veinteañeros apoltronados atrás.
Está cayendo la noche a medida que su decrépito taxi recorre esta ciudad rebotando, y desde la ventanilla, los hijos Noble observan un collage de mala fortuna y decadencia: graffiti salpicados a lo largo de decrépitos muros de cemento; desconfiados vendedores que recogen puestos de mercado; trabajadores harapientos caminando fatigosamente a casa por pavimentos perforados.
Este viaje es el único momento serio en la farsa mexicana “Nosotros los Nobles”, éxito cinematográfico aquí que inflige un golpe seco a cualquier sugerencia de que México pudiera surgir pronto como un País de clase media.
“Hay una pequeña élite que controla todo”, dijo el director del filme y su principal guionista, Gaz Alazraki, de 35 años. “Estas pocas familias no han generado una buena sociedad con el Gobierno para que una gran clase media se desarrolle en el País. Sencillamente hay una gran división entre ricos y pobres, lo cual se repite en Brasil, Argentina, en América Latina en general”.
Casi 6.5 millones de personas han visto “Nosotros los Nobles”, lo cual lo convierte en el filme mexicano que más ventas ha totalizado en la historia del cine aquí. Aún está llenando multicinemas 10 semanas después de su estreno.
Poca gente en este País se anda con tiento en torno al hecho que los ricos y pobres de México habitan mundos diferentes, compartiendo poco más que un gusto por la comida tradicional y una decepción perenne en torno a su Selección Nacional de futbol, casi magnífica. En la película, Alazraki ni siquiera les permite la misma comida.
Minutos antes de que la tarjeta de crédito de Barbie sea cortada, ella arenga a un camarero por llevarle el queso de cabra derretido. Unos cuantos días más tarde, los hijos Noble en bancarrota están acampando con su padre, millonario de la construcción que se forjó a sí mismo, en las ruinas de su hogar de infancia, comiendo tortillas bañadas en aceite. “Sabe como a frijoles”, anima.
De hecho, los hijos de la familia Noble son tan ricos como siempre. Su padre, Germán, ha quedado desolado ante su arrogancia ociosa y quiere darles una lección, así que inventa una historia sobre haber perdido su empresa y los envía a todos a que consigan empleos.
El hijo mayor, Javi, conduce un destartalado camión a través de la calles de México. Barbie se mete como puede a un minivestido para atender mesas en una cantina, en tanto el hijo menor, Chas, se convierte en empleado de la oficina posterior, con luz de neón, de un banco.
Su guía a esta nueva vida es Lucho, el sobrino de su nana de hace añales. Él se levanta antes del amanecer para comprar comida en el vasto mercado de mayoreo en la ciudad, cocina en la cantina todo el día y, más tarde, proporciona servicio de alimentos para los ricos toda la noche.
Su horario no causa sorpresa a la mayoría de los mexicanos de clase trabajadora. La Organización de Cooperación Económica y Desarrollo informa que los mexicanos trabajan más horas que cualquier otra nacionalidad investigada.
La explicación más simple del éxito de la película es que al público le encanta ver la humillación de la gente rica. Sin embargo, una dinámica más compleja está en marcha en los matices de las múltiples capas de clase y percepción de México.
“Pienso que la verdadera razón de que el filme sea tan exitoso es que es catártico para la clase media”, dijo Gustavo García, crítico de cine e historiador. “Captura los temores y fantasías de la clase media”.
De hecho, este es un País en el que repetidas crisis financieras a lo largo de las décadas han generado un zumbido constante nerviosismo en el fondo para miembros de la clase media, quienes están a una devaluación o despido de la pobreza.
México ha logrado cierto progreso a lo largo de la década pasada para elevar ingresos de los muy pobres, lo cual significa que la desigualdad en general ha bajado. Sin embargo, el 20% de la población sigue ganando 53.4% del total del ingreso nacional, con base en estadísticas de la Comisión Económica de Latinoamérica y el Caribe. El 40% de la población debajo de los ricos, el segmento donde se prevería encontrar a la clase media, conforma 33.6% de los ingresos nacionales.
“La clase media aquí no existe”, dijo Ana Suárez, abogada de 27 años que pronunció que la película era “el absurdo de los extremos de las dos clases”.
“Los hijos de las clases altas no saben hacer nada, salvo parrandear”, dijo el agente de colecciones Arturo García, de 44 años de edad, quien disfrutó de la película. “He lidiado con gente así en el trabajo. Los llamamos ‘hijos de papi’”.
Alazraki, el director de la película, reconoce que él mismo tiene un ligero parecido con los hijos Noble. Como en la película, su padre, Carlos Alazraki, es un hombre que se forjó solo, habiendo formado una carrera como ejecutivo de publicidad. Alazraki hijo recuerda cuán furioso se sintió cuando su padre le anunció que no le daría un nuevo automóvil hasta que entrara a la universidad.
“Le ocurre a la mayoría de los padres de familia que quieren darles a sus hijos todas las oportunidades que ellos nunca tuvieron, para que así nunca enfrenten dificultades como las que ellos tuvieron”, dijo, “sin darse cuenta efectivamente que el carácter que surge de la lucha es lo que te ayuda a salir adelante”.
A la mitad de sus estudios universitarios en México, se transfirió a la Universidad del Sur de California, donde tomó cursos de cine y trabajó como pasante en un estudio, aprendiendo cómo era ser relativamente nadie. A diferencia de su círculo mexicano, sus amigos de Los Ángeles estaban aceptando empleos ocasionales para cubrir los gastos del mes. Dijo que él había cambiado una vez que regresó a México. “Pude ver una gran diferencia entre los amigos que dejaron el nido y los que no lo hicieron”, dijo. “Los que no, nunca perdieron su sentido de tener derecho a todo y terminaron siendo, en algunos casos, personas despreciables”.
Alazraki siempre supo que quería hacer una comedia, y basó “Nosotros los Nobles”, en parte, en un clásico mexicano de 1949 de Luis Buñuel, cineasta español en el exilio. Además, tuvo la influencia de comedias estadounidenses. El viaje en el taxi de los Noble fue sacado del recorrido en autobús del clásico estadounidense de 1934 “It Happened One Night”.
“Durante la década de los 30’s, la Gran Depresión erradicó a toda la clase media de Estados Unidos y las comedias que tuvieron el mayor impacto fueron sátiras sociales que se burlaban de los ricos”, destacó. “Para mí fue bastante claro que ese era el tipo de película que deberíamos estar haciendo en México”.
Sea que es el sonsonete de palabras arrastradas y nasales que afectan las clases altas de la capital, o las ajustadas camisas y mocasines que Javi y sus amigos visten mientras mezclan gigantes bateas de Cuba libre en un centro nocturno privado en el piso 51 del rascacielos más alto de la ciudad, el ojo de Alazraki para el detalle es despiadado.
Contra los deseos de su padre, Barbie se compromete con un hombre que encanta a las mujeres con su seseo español, se hace llamar Peter en vez de Pedro, y necesita el dinero de Barbie para abrir un restaurante vasco, luego que su empresa previa, “un lounge”, se viniera abajo.
Aunque los hijos Noble y sus amigos son caricaturas, algunas de sus hazañas en pantalla forman un paralelismo con un miniescándalo de la vida real que ha cautivado a México durante la proyección del filme. Cuando una mujer no obtuvo la mesa que quería en un restaurante de moda en México, en abril, llamó a inspectores que trabajaban para su padre en la Procuraduría Federal del Consumidor para que clausurara el lugar, generando una gran profusión de comentarios en medios sociales que condenaban la arrogancia de los ricos y poderosos.
Si bien la mujer y su padre ofrecieron disculpas, persistió el furor, y él fue despedido dos semanas más tarde.
Para la película, la sincronía de la mujer fue impecable, dijo Alazraki: “Le debo unas flores”.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *