“El holandés errante” de Richard Wagner ha tenido una positiva recepción, primero en el Palacio de Bellas Artes y ahora en el Teatro Juárez en el marco del Festival Internacional Cervantino. La crítica ha sido generosa y los aplausos del público estruendosos. 
En Bellas Artes se reconoció el esfuerzo del Coro del Teatro de Bellas Artes -a pesar de que vive una inestabilidad en la dirección artística tras la salida de Xavier Ribes-, la disciplina de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes y la calidad del elenco, con altibajos, pero que supo salir adelante. 
En Guanajuato el aplauso del público fue unánime, aunque el elenco no fue el mismo que en el estreno de la ciudad de México. El cambio principal fue Genaro Sulvarán como el holandés, quien pese a los alcances de su voz, se le notó descontrolado en la escena; y el del tenor Michael Hendrick, como Erick. 
La noche, en cambio, fue para la soprano Lee Bisset en el papel de Senta por la construcción de un personaje creíblemente entregado al amor por el holandés, capaz, incluso de sacrificar su vida para redimir al extranjero errante; así como para el director orquestador Niksa Bareza. 
De esta puesta en escena a cargo de la Ópera de Bellas Artes, la primera bajo la era de Ramón Vargas como director artístico, realizada en coproducción con Cervantino, es rescatable también que en el elenco hay dos mexicanos que pocas veces es posible ver en el país, Mónica Chávez (Senta), quien actuará el 12 de octubre, y Emilio Pons (el timonel), ambos radicados en Europa. 
Esta ópera se ha montado en el marco de los festejos del bicentenario de Wagner, pocas veces representada en México, y ahora, frente a un público distinto al de Bellas Artes también ha salido ileso y, casi, en hombros. 
El trabajo de los artistas, la puesta en escena de Arturo Gama, la escenografía, vestuario y video proyección de Robert Pflanz, la dirección del coro de Pablo Varela y el diseño de iluminación de Patricia Gutiérrez ha dado por resultado una producción honrosa. Ya se verá si una golondrina hace o no, verano. 
La ópera romántica en tres actos, con música y libreto de Wagner, la cuarta en su producción, aborda la vida de un capitán de un barco holandés condenado por Dios a vagar incesantemente por los mares, rindiendo sólo una tregua de un día cada siete años. Si en ese día conseguía el amor de una mujer, sería redimido de su condena. 
Se presentará nuevamente el 12 de octubre en el Teatro Juárez y volverá al Palacio de Bellas Artes para ofrecer una última función el 15 de octubre. 

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