Después de vivir de cerca el dolor, Alejandra Guzmán aprendió a aceptarse tal como es y a reconocerse como una mujer luchona.
“Me siento mejor (desde sus 18 operaciones), estoy haciendo mi vida al cien por ciento, no tomo medicinas y no he recaído, así que siento que mi cuerpo lo está aceptando. También me cuido, como bien, duermo bien y hago todo lo que puedo para sentirme bien porque mi prioridad es mi salud y de esos reventones ya ni hablamos”, dijo con una sonrisa.
Con todo esto, ha tenido que ser inteligente y audaz para no quedarse estancada y buscar una salida para volver a los escenarios y festejar 25 años de trayectoria.
“En esencia sigo siendo Alejandra, sigo siendo alegre, echando relajo y es mi campo para ser feliz; voy, grito, canto, me divierto, me desahogo y me voy feliz a dormir”.
Aunque no va a olvidar lo que vivió, quiere tomar lo mejor de ello y es por eso que algunas de las pinturas con su sangre que creó en el hospital las tiene guardadas y otras las cuelga porque tienen mucho que decir.
“Estuve tan cerca de la muerte que yo creo que ya somos amigas. Respeto mucho y honorifico a la muerte, es un paso muy sabio al que a veces le tenemos miedo y creo que es parte de nosotros porque todos los días morimos y todos los días nacemos de alguna manera”, reflexionó.
Ahora está más agradecida, ha cambiado hábitos y se siente más cercana a su familia, entre los que se encuentra su hija Frida Sofía quien, cuenta orgullosa, sigue estudiando.
“Le doy consejos, pero no los toma; es igual que yo con mi papá que me daba muchos consejos, pero no lo escuchaba. Trato de ser su amiga, su madre y de darle el ejemplo de que sí se puede ser feliz sin tanta fiesta, se pueden mejorar los errores y puedes ser mejor persona, pero tienes que aceptar quién eres y tienes que hacer cambios en muchos defectos que en el camino uno va puliendo”.

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