Es como un diamante irrompible. Lo podía estrellar contra la pared o el techo sin hacerle ni una muesca. Solo era cuestión de encontrar la faceta que nadie había usado nunca”.
La cita, de tono reverente, casi religioso, es del guionista y dibujante Frank Miller (300, Sin city), probablemente la definición más célebre del justiciero de Gotham.
Millonario play-boy por el día. Gárgola viviente, azote del mal por la noche. Batman. Un héroe humano entre el Olimpo de dioses del cómic. Un diamante de psique torturada que un sinfín de artistas ha reinterpretado en tebeos, películas y videojuegos sin descanso. Un mito que cumple ahora 75 años.
El año de sus 75 velas encuentra al caballero oscuro en la cúspide de su éxito, en pie y sonriente sobre una de las gárgolas de Gotham desde las que siempre ha velado a su ciudad. Le sobran motivos para estar de buen humor.
Una nueva película en marcha, Batman v Superman: Dawn of justice (2016), con la criticada elección de Ben Affleck bajo la máscara. La conclusión de la tetralogía del videojuego Batman Arkham, que lleva más de 12 millones de copias vendidas.
Y un macroevento que se celebró esta semana (miércoles 23 de julio), rebautizado como Día de Batman.
Pero todo empezó como un sueño humilde. El sueño de un dibujante (Bob Kane) y un zapatero (Bill Finger). 1938. Una fiesta cualquiera en Nueva York.
Finger y Kane estrechan por primera vez la mano. El encuentro es narrado al detalle en el libro Batman serenata nocturna (Timun Mas, 2014) de David Hernando (editor de Batman en España durante seis años) crónica del gran olvidado en la creación del personaje: el zapatero Finger.
Hernando describe a un Finger retraído, apasionado del cine y de Mozart y a un Kane fascinado y rapaz que de pronto vio el negocio. Aquel tipo podía darle una fortuna si escribía los tebeos que él dibujara.
Kane le ofreció el trabajo y Finger, que no había escrito aún ni una línea, aceptó. Sin saber que Kane ocultaría su importancia capital en la génesis del personaje y acapararía toda la fama. Agravio que DC enmendará hoy, incluyendo por primera vez la firma de Finger en una portada, la del número especial que conmemora el aniversario.
Salto en el tiempo a mayo de 1939. Detective comics #27, primera viñeta. Grandes letras blancas rezan: Batman. Una silueta recortada con lo que parece una capa desplegada y dos pequeñas orejas puntiagudas. Era el ser que evocó un diccionario de sicología consultado por Finger mientras él y Kane, desesperados, intentaban salir del aprieto de crear un nuevo superhéroe después de que Superman hubiera arrasado.
“Kane quería crear una copia de Superman. Pero Finger se empeñó en hacer algo mucho más oscuro. Quería a un detective”, desvela Hernando. El diseño original de Kane lejos estaba de la figura icónica mundialmente conocida. Un tipo vestido de rojo, con dos alas de murciélago surgiéndole de la espalda, antifaz y la cara descubierta.
Boceto que Finger corregiría hasta la saciedad, inspirándose en otro personaje de seriales muy popular, La sombra, hasta dar con esa silueta que se vislumbraba en la primera viñeta.
Los años cuarenta fueron de esplendor para el cruzado oscuro. Nacieron el Joker, Enigma, Dos-Caras o Catwoman, villanos que tenían mucho más que ver con Jung o Freud que con la ciencia ficción a la que se enfrentaban otros superhéroes.
Nació también el origen del personaje, una de las génesis más dramáticas de un superhéroe. A la salida del cine con sus padres, un chaval hijo de millonarios, Bruce Wayne, se queda huérfano por la codicia de un vulgar ladrón.
Dos disparos acaban con sus papás. Son las viñetas del origen del personaje en Detective Comics #33 (1939). De nuevo, una idea de Finger. Las bases del éxito estaban asentadas y todo parecía ir sobre ruedas para el justiciero oscuro. Pero la sicología, que tanto había dado a Batman, estaba a punto de cobrarse su peaje.
“Miles y miles de puestos de trabajo perdidos. Una censura brutal. Fue una debacle. La mayor crisis de la historia del cómic”. Habla Dennis O’Neil (Missouri, 1939), guionista y editor de Batman durante tres décadas.
La hecatombe a la que se refiere fue la publicación del best-seller de Fredrick Wertham Seduction of the innocent (Rinehart & Company, 1954), un volumen en el que este sicólogo de raíces alemanas señalaba a los tebeos como uno de los mayores culpables de la alta delincuencia juvenil en Estados Unidos.
O’Neil subraya la magnitud de la catástrofe: “Se llegaron a quemar pilas de tebeos en las calles. Se cerraron muchísimas colecciones y la mayoría de las editoriales. El cómic estuvo a punto de morir. De los superhéroes, solo Superman y Batman aguantaron”.
Pero de qué manera. Los años cincuenta son los años de oprobio para el personaje. De contar con Robin, pasó a tener una Batfamilia, Bat-perro incluido.
De enfrentarse a villanos tan tortuosos como Dos Caras o el Joker, a luchar en otros planetas contra alienígenas. Un botón de lo que era el Batman de aquella época. Portada del Batman # 97 (1956): Batman y Robin con matraces y tubos de ensayo mirando a Bat-Perro que tiene en las fauces una foto de sus identidades secretas.
Robin: “¡Mira! ¡Una foto de Bruce Wayne y Dick Grayson, Ace ha descubierto nuestras identidades secretas!”. Batman: “¡Va a ser un gran detective!
Los sesenta fueron un años de asomar la cabeza. Y el primer paso en el futuro del personaje y de toda la industria del cómic: ser laboratorio de ideas para lo audiovisual.
El 12 de enero de 1966 se emitía el primero de los 120 episodios de Batman, serial para televisión protagonizado por Adam West. Su espíritu era muy camp, en la línea festiva del Batman de aquellos años, pero normalizó la presencia del personaje y de sus villanos.
“Se produjo entonces una retroalimentación entre la serie y el tebeo que luego se repetiría con todas las películas. A la gente de Hollywood solo le interesaba porque era algo con lo que podía hacerse mucho dinero, pero la verdad es que contribuyó a sacar el cómic del ostracismo”, explica O’Neil. El éxito del serial pavimentó la nueva edad dorada que estaba a la vuelta de la esquina.
Batman, veintipocos años, en una Gotham llena de brutales bandas callejeras y policía corrupta. Batman, 50 años, en un futuro distópico estilo Blade runner. Entre estos dos, el chaval sin experiencia (Batman: Año uno) y el maduro que colgó la capa y vuelve años después (Batman: El regreso del caballero oscuro), se fraguó gran parte del boom artístico y comercial del tebeo americano en los años ochenta.
Su autor, Frank Miller, un artista, por aquella época, kamikaze, que ya había revolucionado Daredevil, algo así como el Batman de Marvel, y que tenía una idea muy clara de cómo mezclar la reflexión sociopolítica, el futuro orwelliano y la violencia con los superhéroes.
Pero Miller, que se llevó todo el mérito, se benefició del trabajo de desbroce que en la década anterior había asumido Dennis O’Neil como editor y escritor y Neil Adams como revolucionario artista.
O’Neil explica cómo dinamitó el personaje: “Me dieron carta blanca. Bill Finger me pasó el testigo y pude tomar decisiones radicales. Primera, Batman en solitario, ni Robin, ni nada. Segunda, los villanos clásicos y oscuros tomaban el protagonismo”.
Y un tercer ingrediente para la fórmula mágica: riesgo artístico. De diciembre de 1988 a enero de 1989, O’Neil encabezaría una apuesta radical: Una muerte en la familia. Los lectores, marcando el 1-900-720-2666, debían decidir si el segundo Robin, Jason Todd, debía morir o vivir. 5.271 dijeron que no. Pero 5.343 dieron el sí. El Joker, armado con una palanca de hierro, golpea hasta la muerte a Robin.
“Fue la primera vez que sentí el tebeo como algo más que un trabajo. Me di cuenta de que realmente teníamos un impacto emocional enorme en nuestros lectores, de que estábamos haciendo arte”, recuerda O’Neil, emocionado. Resultado, que Hollywood puso el foco sobre Batman, Tim Burton dirigió Batman (1989) y la era del blockbuster superheroico arrancaba.
Hay un puente diáfano que conecta el Batman de 1989 con la reciente trilogía de Christopher Nolan que ha amasado casi 2 mil millones de euros y la situación del personaje hoy en día. La sombra del poder de Hollywood se extiende sobre el cruzado oscuro.
A la vez, el videojuego hace una doble pinza con un éxito que vuelve a dejar pequeño todo lo que puede conseguirse en el tebeo. Una película como El caballero oscuro: la leyenda renace (2012), la más taquillera de las nueve películas del personaje, recaudó más de 800 millones de euros. Cifra muy por encima del valor de toda la industria del cómic (menos de 600 millones de euros anuales).

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *