Esta historia puede resultar conocida: un talentoso músico deja su hogar en México y se dirige a Brooklyn, la meca de la música. Se encuentra con una comunidad de artistas con mentalidades similares y acaba por reinventar las raíces de la música mexicana al modo de Shane MacGowan, Nick Cave y las bandas balcánicas de metales. Pero la trayectoria de Rana Santacruz es lejos de predecible.
‘Un chilango en Nueva York’, un músico inquieto que por más de 13 años experimentó con la diversidad, ahora congelada en su última producción “Por ahí”.
En entrevista telefónica desde algún punto de Brooklyn, Rana confesó el proceso para encontrar su sonido y presentarlo a sus paisanos mexicanos.
“¡Ahora sí que feliz como una lombriz! Está muy interesante todo este proceso porque cuando estaba en La Catrina (su última banda en México) tenía en la cabeza cosas que quería hacer, la inquietud de fusionar la música mexicana con blues. Apenas vine a Nueva York y lo que me gustó fue la diversidad, acá ves a gente de todos los colores y sabores, y eso te da más humildad porque no te sientes más que el otro, siempre te vas a encontrar a alguien mejor”.
Rana encontró éxito a finales de los años 90 con el grupo de folk-rock alternativo La Catrina, que en poco tiempo se convirtió en un referente para muchos músicos y el público. Heredero de una tradición que va de José Alfredo Jiménez y el mariachi clásico mexicano, pasando por fenómenos de la cultura popular como ‘Piporro’ o Chava Flores, terminando con las fusiones urbanas de Café Tacvba o Maldita Vecindad; Santacruz rescató las raíces musicales de México y las combinó con country, jazz, rock y ritmos de Europa del este, dando como resultado un sello inconfundible y un sonido que ahora es común encontrar en bandas tan diversas como Paté de Fua, Triciclo Circus Band, Juan Cirerol o La Santa Cecilia.
“Una de las cosas que me ayudó muchísimo fue encontrar tanta gente con cosas diferentes y desde el punto de vista de la música familiarizados con otros géneros. Pude agarrar la idea llevé mi sonido a niveles que nunca jamás hubiera imaginado.
“Creo que la diferencia entre México y Nueva York es en ese aspecto, los dos países tienen la capacidad de generar excelentes músicos, la diferencia es la diversidad de Nueva York, hay un nicho para absolutamente todo…cualquiera que sean tus necesidades creativas vas a encontrar eco y gente que resuene con eso. Yo creo que esa es la diferencia”, afirmó.
Con “Por ahí”, Rana presenta este punch visceral con elementos que están también presentes en sus conciertos: batería, percusión, contrabajo, guitarra acústica, banjo, violín, trompetas, acordeón y clarinete. Al mismo tiempo, las composiciones confirman la creciente reputación de Rana como narrador literario y su habilidad de conectar con su público a través de la cabeza y el corazón.
“Yo no le quería poner así al disco, quería que se llamara ‘Tiliches’, porque siento una fascinación por la letra ‘Che’, pero al final hice algo congruente con el arte, la unidad y estética del disco, por eso adoptamos ese nombre”.
Desde que se fue las cosas cambiaron en México, y Rana percibe una apertura hacia el género que es su bandera.
“Me acuerdo que cuando estaba con La Catrina queríamos tocar en el Vive Latino pero nos asustaba porque tenía reputación de que si no tocabas rock te iban a bajar. Siento que el público mexicano se ha hecho más tolerante y explorador, no sé si sea por el internet, o lo que quieras, hay más apertura”, consideró.
El arte de su disco hace honor a la identidad pícara del mexicano, el que se burla de la muerte y la convierte en aliada. Por eso no es de extrañar que la composición mortuoria del “Por ahí” celebre la vida y la muerte.
El próximo 5 de mayo sale a la venta el disco, cuyo sencillo está sonando y puede descargarse en www.ranasantacruz.com.
En 2002, Rana se mudó a Brooklyn para hacer música en sus propios términos y en 2010 se reinventó, transformándose en un sofisticado cosmopolita musical.Chicavasco, su debut como solista, mezcla influencias tan diversas como música norteña, Cine de Oro mexicano, bluegrass y clásicos post-punk como The Smiths, The Cure y The Pogues. Las canciones de este talentoso multi-instrumentista revelaron también un don por una narración de historias poéticas y cinematográficas, arraigadas tanto en Tom Waits como en el realismo mágico latinoamericano y la venerable tradición del corrido mexicano. Chicavasco puso a Rana en la mira de los críticos y le otorgó un codiciado Tiny Desk Concert en NPR.
Pero a Rana Santacruz tampoco le asusta conectar con el mundo real y canta sobre la corrupción de los políticos mexicanos en “El Chapulín,” su primera incursión en la composición política. “Por lo general no me gusta la música de protesta. Puedo estar de acuerdo con las causas pero hay algo en el género que me parece forzado, pero sigo de cerca las noticias de México y encuentro muchas situaciones tragicómicas. Tan absurdas que ya no sabes si llorar o reír. Disfruto estas complejidades humanas, como reír en funerales y tocar música en el apocalipsis”.