La víspera de la Navidad de 1985, mientras la mayoría de los mexicanos se enfiesta y celebra la que es una de las noches más esperadas, dos imberbes jovenzuelos, Juan (Gael García Bernal) y Wilson (Leonardo Ortizgris), cometen un robo monumental al Museo Nacional de Antropología e Historia.
Esta trama que llega hoy a los cines la cuenta el director Alonso Ruizpalacios (“Güeros”) en su nueva película, “Museo”, en donde los dos protagonistas, inexpertos y ávidos de vivir una aventura inolvidable, sustraen más de 100 piezas mayas, incluida una máscara mortuoria de jade.
“Le dediqué tres años de mi vida a esto, y se siente bien chingón poder presentarla al público. Es una historia ficcionalizada, basada en hechos de la vida real, pero con un punto de vista labrado en la ficción.
“Al hacer el guión con Manuel Alcalá coincidimos en proponer a dos personajes con una identidad construida en la ficción, para no caer en imprecisiones históricas y, sobre todo, para darle libertad”, contó Ruizpalacios.
Controversia en los ochenta
Dos sujetos descontentos con su situación clasemediera, que se vuelven cómplices más por comodidad que por obligación, son los artífices de uno de los robos que más dio de qué hablar en la década de los 80, más por cómo lo ejecutaron, que por los fines con los que lo perpetraron.
“Tanto Leonardo como yo nos sentimos muy cómodos con lo que hicimos en la cámara por el proceso de preparación que hicimos, nos entendimos muy bien, nos comunicamos de la mejor manera, porque la camaradería que hay entre ambos tenía que notarse, y se percibe”, apuntó García Bernal.
“Y algo muy importante, y que también se percibe, fue que pudimos mostrar a dos jóvenes muy vulnerables, con un sinsentido de la vida muy marcado, pero sin la noción de la realidad y alejados de estos conceptos de soy malo y soy bueno”, añadió Ortizgris.
Un poco de maña y planeación
El recinto, considerado hoy en día entre los más importantes del mundo, carece de detectores de movimiento, cámaras de seguridad efectivas y tiene personal poco preparado para contingencias. Por ello, con un poco de maña y planeación, la dupla de chavos puede dar el golpe esperado. Y sí, a pesar de su nerviosismo y de sus dudosas expectativas, lo consiguen.
“Hay una dinámica de abuso, una relación de las que hoy llaman tóxicas, las amistades están llenas de cosas tóxicas. Wilson era hábil con las manos, se hablaba de una cierta cleptomanía, era el maestro de las cerraduras, eran como Pinky y Cerebro, en esta dinámica que sí les funcionó para lo que querían”, subrayó el director.
¿Y después del robo, qué?
Tras el robo de las piezas en el entonces Distrito Federal, la dupla no sabe qué hacer con el botín. El robo se convierte en máxima noticia y genera indignación entre gente que ni siquiera sabía de la existencia del museo. El punto es ¿Y ahora, qué sigue?
“El caso es muy real a la película, lo que pusimos fue una historia de amistad sustentada en los vínculos de la infancia, Wilson es como un Sancho Panza que irá a los confines del mundo sólo por su amigo”, finalizó el director.
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