León, Guanajuato.- El médico uruguayo Roberto Canessa, regresó a León tras su última charla en SAPICA, ahora fue el Teatro Manuel Doblado donde compartió ante más de 600 leoneses su historia de liderazgo y supervivencia.
A los 19 años, junto con Nando Parrado, dejó atónito al mundo en diciembre de 1972, cuando aparecieron vivos en Chile tras escalar la cordillera de los Andes durante 10 días, para guiar el rescate de sus 14 amigos atrapados en el fuselaje, dos meses después que el avión en que volaban se estrellara contra las montañas.
Así que sentado en una silla en el Teatro, compartió esos momentos de angustia, de decisiones vitales que los llevarían a compartir su historia alrededor del mundo.
Canessa, un joven estudiante de medicina, compartió con su audiencia de esa noche, que tal vez la vida los utilizó como un experimento de supervivencia: estudiantes, jóvenes, con esperanza, eso fue vital para poder contar su historia.
“Estábamos preparados para todo, cuando se acabó la comida, hacer uso de los zapatos, de los cintos que eran de cuero, pero que nos harían daño por los químicos de la pintura. Es ahí donde recurrimos al ciclo de krebs, experimentados, y tuvimos que atravesar los prejuicios para sobrevivir, esas decisiones, como comer carne, fueron vitales para la supervivencia”, platicó.
Los sobrevivientes vivieron lo peor de la condición humana, no comparable con lo que pasa un ser humano en la cárcel.
Me di cuenta que a 5 mil metros de altura tienes que apreciar lo sencillo, guardar el sentido del humor y que mientras hay vida, hay una esperanza.
Canessa citó a la película “La sociedad de la nieve” que está en Netflix, como el retrato más fiel de lo que ocurrió en esa tragedia de la que salieron el 11 de diciembre a las 7 de la mañana. Después de 72 días de sobrevivir.
En la tragedia del 13 de octubre de 1972, cuando tenía 19 años, y cursaba segundo año de Medicina en Uruguay, Roberto salió prácticamente ileso.
Eso le permitió desde un primer momento desplegar una actividad frenética para escapar de la trampa. Primero como “médico”, atendiendo a los heridos. Luego como organizador, creando las hamacas para los heridos o colaborando con la idea de usar los cuerpos de los muertos para alimentarse y ganar tiempo.
Por último en la tarea más dura, asumiéndose como expedicionario, después que uno de sus compañeros, Arturo Nogueira, que terminó muriendo en la avalancha, le dijo:
“Qué suerte tenés tú, Roberto, de que podés caminar por los demás”. Y eso hizo, en los Andes y durante toda su vida.
Roberto, platicó cómo fue necesario utilizar el temple para buscar ayuda, pues sabían que nadie llegaría por ellos; tras semanas, muchos se dieron por vencidos.
“Caminamos hasta encontrar pasto, vimos una vaca y después a un hombre que se sorprendió de nuestro aspecto, sentimos que era la vida volviendo al cuerpo”.
Por una hora, Roberto compartió con leoneses, como la pequeña María Paula que subió al escenario, esos momentos de aprendizaje, y cómo uno de sus hijos, tiene el nombre de la montaña donde los encontraron: San Hilario.
Su esposa, Lauri, compartió el momento en que lo encontró tras el rescate, en la cama del hospital.
“Era un esqueleto escuálido, con los labios resquebrajados, recuerdo que le dije que se había bañado mal, y la enfermera me dijo que se le estaba cayendo la piel, por la falta de vitaminas. Entonces estiró un brazo y tomó, de la mesa de luz, un envoltorio que conservaba como si fuera el regalo más precioso imaginable. Cuando lo abrí, no pude disimular la sorpresa al encontrarme con un pequeño trozo de queso, amarillento, sucio, que le dieron los arrieros en Los Maitenes. ‘Caminé por ti, Lauri’
Al final, los asistentes acudieron a comprar el libro y pedir a Roberto que la firmara, para que fuera una vez más, una prueba de su supervivencia.