“Si no tuviera heroína, ya me hubiera muerto. Ha sido un medicamento en estos 25 años usándola”, le aseguró Héctor a Mario Domínguez, investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría.
No es sólo un asunto de adicción. Para la mayoría de consumidores, esta sustancia es un analgésico para calmar años de dolor físico y emocional, explica el académico que participó en la investigación Cuqueando la Chiva: Consumo de Heroína en la Frontera Norte de México, del Instituto Nacional de Psiquiatría.
Con la heroína, Héctor, de 38 años de edad, amortigua la tristeza.
Tras ser deportado de Estados Unidos, perdió pareja, hijos, mamá y hermanos. Ahora, reside en San Luis Colorado, Sonora, con su única compañía, a la que se aferra, y que es su mayor preocupación: su perrita que lo acompaña a todos lados.
Neri, otro de los entrevistados por los académicos, no tuvo siquiera alternativa. Su madre consumía esta droga cuando estaba embarazada y él nació en Ciudad Juárez “prendido” de la heroína.
Fue abandonado y a los 17 años de edad adquirió VIH y Hepatitis C.
El joven ha sido rechazado incluso por los propios marginados, cuenta Clara Fleiz, una de las coordinadoras de la investigación.
Los especialistas documentaron así las implicaciones del consumo de heroína en San Río Colorado, Sonora; Tijuana, Baja California, y Ciudad Juárez, Chihuahua; las secuelas en la salud: infecciones, transmisión de VIH, Hepatitis C y otras enfermedades, y también buscaron humanizar y dar rostro a los consumidores.
Son vidas rotas, precarias, vidas que dejamos de abrazar”, lamenta Fleiz.
Para el estudio realizaron 600 cuestionarios en centros de tratamiento de las tres ciudades y 381 en los llamados picaderos.
Los investigadores encontraron que la mayoría, casi 90 por ciento, son varones que sobreviven de empleos informales, iniciaron el consumo de drogas a los 14 años y el de heroína a los 20. Muchos son migrantes deportados y, al día, cada uno consume, en promedio, cinco veces esta droga, pero pueden inyectársela hasta 12 veces.
De los que buscaron tratamiento en los centros de integración, 71 por ciento lo hizo por el consumo de heroína.
Su espacio de consumo es el bordo, ese canal que divide a México de EU.
Pernoctan en vecindades que parecen laberintos, sin luz ni agua; en casas en ruinas, cuartos de hotel, la calle, panteones, iglesias y centrales camioneras.
En los llamados picaderos son “atendidos” por “doctores” que no son doctores, sino buenos tiradores, capaces de ubicar la vena más gorda que aguante la siguiente “cura” para evitar la temida “malilla”, el síndrome de abstinencia que suele presentarse cuando son detenidos por horas, la mayoría de las veces arbitrariamente.
Criminalizados y humillados, son detenidos por ‘posesión de facha'”, lamenta Mario Domínguez.
Se les ve caminando en muletas o en silla de ruedas, intercambiando jeringas o cacharros, cuqueando, preparando “la chiva”, la heroína.
Sus manos y sus cuerpos no sólo están marcados por las agujas del cuete, como le llaman a la jeringa.
Son cuerpos incongruentes con su edad. Jóvenes atrapados en cuerpos de viejos”.
Reflejan sus historias la desgracia y la precariedad que enfrentan cada día, describe el antropólogo social, quien advierte que para tratar el problema no sólo es necesaria la atención institucional mutidisciplinaria.
En la reducción de daños no todos son drogas. Mucho valen una sopa caliente, un regaderazo, un cepillo de dientes, un abrazo y sus perros. Mirarlos a los ojos y llamarlos por su nombre. Hacerlos cada vez más visibles ante los demás”, explica.
Jorge Villatoro, quien también participó en la investigación, cuenta que un usuario de heroína con la pierna fracturada permaneció hasta 10 horas en la calle sin que ninguna institución de salud de Tijuana quisiera atenderlo por “estar sucio y ser un drogadicto”.
Indagan consumo de fentanilo
Aunque EU registra un gran número de muertes por sobredosis causadas por fentanilo, un opioide sintético cien veces más potente que la heroína, en México sólo siete usuarios de centros de tratamiento, y tres en sitios de consumo en ciudades fronterizas del País, aseguraron consumir esta droga.
La evidencia internacional apunta que, en general, los usuarios de drogas desconocen si en sus dosis hay fentanilo, indicó Clara Fleiz, investigadora del Instituto Nacional de Psiquiatría (INP) y coordinadora del estudio Cuqueando la Chiva: Contextos del Consumo de Heroína en la Frontera Norte de México.
De acuerdo con la experta, entre los usuarios que sí conocen esta droga la llaman Chine White, M30, y la emplean para experimentar placer que ya no sienten con la heroína.
Jorge Villatoro, también investigador del INP, explicó que el fentanilo no se produce en México y regularmente viene de China.
“En el País se mezcla con otras drogas y se va hacia Estados Unidos y Canadá”, refirió.