A un lado del Panteón Nuevo, siete familias pasaron una noche “verdaderamente terrible”, la intensa lluvia azotó las improvisadas casuchas y los techos de sus casas se convirtieron en coladeras.
Durante varias horas, María Concepción González, su esposo y tres hijos sacaron el agua a cubetadas. “Por fortuna los niños no se enfermaron, pero siempre estamos expuestos a eso”, dijo mientras señalaba el techo, cubierto apenas por láminas de cartón y varios plásticos.
La cama donde duermen Ángel Daniel, de 7; y Juan de Dios, de 10 años, se mojó; la otra, que es “matrimonial”, se salvó porque lograron taparla con hule; ahí duermen Concepción, su esposo, Juan Miguel Alamilla Díaz, y Dulce Alicia, de 9 años.
Juan Miguel es minero, trabaja para una empresa que a su vez tiene contrato con la minera El Cubo, según comentó su esposa, “el sueldo es miserable”.
Ellos han improvisado un jacal dividido en dos partes: en una está la “recámara”, y en otra, la “cocina”. Las paredes son de madera, y el techo está formado por láminas de cartón y plásticos sostenidos por llantas viejas. A un lado se encuentra una fosa séptica, que tiene un recipiente lleno de cal, que ante la falta de agua y drenaje, utilizan “para cubrir los desperdicios”.
En otra “vivienda”, viven Marco Antonio Luna Palma y María Guadalupe Chávez, con sus seis hijos; él es taxista; el cuarto donde todos duermen, también se inundó: “Fue terrible, pero gracias a Dios aquí estamos todavía”.
Alan, Axel, Abigail, Francisco, Elizabeth y Marco Antonio, de 4, 2, 7, 9, 11 y 15 años, son los hijos de este matrimonio, que se mantiene, según explicó el señor Luna Palma, con la esperanza de poder construir “una casita para vivir un poco mejor”.
“Todos los vecinos estamos dispuestos a pagar por este terreno, pero no tenemos siquiera un plano de este predio porque en la Presidencia no han querido escucharnos”.
Padecen familias las lluvias
La intensa lluvia azotó las improvisadas casas de las casas de siete familias.