Desde pequeño, Raúl Sánchez Chaparro ha tenido una pasión enorme por los automóviles clásicos.
Actualmente es el dueño de un vehículo Volkswagen tipo Safari, el cual ha marcado el comienzo de la colección que quiere llegar a tener.
Hace 6 años, su vida cambio por completo, al adquirir el vehículo de sus sueños y la llegada de una de sus nietas a quien decidió heredarle el Safari.
Sin importar que ya esté heredado, la transformación de este clásico seguirá hasta el día que la pequeña dueña lo reclame.
La compra del vehículo se derivó gracias a la falla mecánica de una camioneta en la cual viajaba Sánchez en Irapuato; de repente falló su unidad frente a un taller eléctrico y ahí vio por primera vez el Safari.
“Andaba en Irapuato en una camioneta, de repente falló y me quede frente a un taller eléctrico; al voltear vi el Safari, pregunte que si lo vendían y para mi suerte me dijeron que si, y lo cambie por la camioneta que se me descompuso”, dijo.
Al regresar a Guanajuato con su nuevo Volkswagen Safari modelo 75, varios de sus amigos le dijeron que fue un error el cambio ya que la camioneta estaba mucho mejor, pero eso no le importó.
“Sin pensarlo dos veces, cambie la camioneta. Desde hace 10 años tenía la idea de adquirir un ejemplar de este; son muy escasos, muy amplios, de batalla y puedo circular con o sin el capote por todo Guanajuato”, mencionó.
El Safari está un poco detallado pero tienen muchos proyectos nuevos como cambiarle la pintura para darle nueva vida, colocarle más partes y accesorios originales, transformarlo en un vehículo ecológico.
Le falló a la quinceañera
Una anécdota que le causa gracia a Raúl Sánchez Chaparro cuando la relata, es la ocasión en la que rentó el Safari para una quinceañera y de repente falló cuando circulaba por la Alhóndiga de Granaditas.
“La quinceañera ya iba para el castillo de Santa Cecilia a la sesión de fotos, pero al ir pasando por la Alhóndiga de Granaditas comenzó a fallar y ya no dio. Lo bueno que siempre nos prevenimos con otro vehículo y solo realizamos el cambio”, explico Raúl.
Otra es de hace varios meses; un tambor de los frenos junto con los birlos le andaban fallando.
“Venía bajando por Pozuelos a la altura de Bomberos en la curva y casi se le salió la llanta. Como ya me había sucedido en otra ocasión, al momento de sentir que vibró mucho disminuí la velocidad y me orillé; si no, quién sabe que hubiera pasado. No me espanté ni nada porque ya me había ocurrido anteriormente”, finalizó Raúl.
El Safari quinceañero
Este automóvil llegó de manera inesperada a la vida de Raúl y ya tiene heredera