“Ser madre es lo mejor que me ha pasado”, aseguró Chelin Canchola al recordar el día en que se convirtió en mamá. Y es que ser madre no fue nada sencillo, después de casarse pasaron dos años para tener a su primer hijo.
Dijo que antes de embarazarse, pensó que algo estaba mal, sin embargo no perdía la esperanza, además de que iba a un orfanato donde convivía con un pequeñito que en su momento quiso adoptar. Al poco tiempo se enteró que un ser crecía dentro de ella, sin duda un momento de mucha alegría para ella, su esposo y su familia.
Recordó que cuando se enteró fue a comprar un mameluco, lo envolvió y se lo dio a su esposo, quien se emocionó mucho al recibir la pequeña prenda. Cuatro años después nació Paulina y siete años más tarde, cuando pensaba que ya no iba a tener hijos, se sorprendió al saber que iba a tener dos.
Su tercer embarazo fue muy complicado, uno de los embriones no creció y su parto fue muy difícil, pensó que no sobreviviría, sin embargo la vida le sonrió, le mando un hijo al que llamó Luis Manuel.
“Mis hijos son mis tres grande amores. Luis Manuel es el regalo más grande que Dios me ha dado, ha vivido momentos muy difíciles, es el enfermero de su papá, el ángel de la casa, el más fuerte de la familia”. Con orgullo y lágrimas en los ojos habló de su hija Paulina y su hijo Rafael, dos seres independientes, que son su razón de ser.
Además de su labor de madre, compartió las experiencias que ha vivido como coordinadora del Centro Adoc, trabajo que le ha dado muchas satisfacciones. Inició su labor con 45 niños de Ojo de agua, La poza. Platicó que las madres de los niños hicieron un gran sacrificio por ellos, como levantarse muy temprano, preparar la comida, traerlos a la ciudad y esperar cuatro horas, tiempo en que duraba el curso.
Pronto agregó nuevas actividades para las mamás y los pequeños como visitas a los museos, algo que sin duda la cautivo por completo y la hizo muy feliz. Habló de las experiencias con los niños de las comunidades y del concurso “Carta a un amigo”, actividad literaria donde reconoció la gran diferencia entre un niño de la ciudad y uno de la comunidad. “Los niños de la zona rural escriben sobre sus papás que viven en Estados Unidos”.
Además visita a las comunidades donde se da cuenta que a veces no tienen que comer o comen frijoles con tortilla y tacos de pepitas; juegan futbol con bolitas de papel periódico y las niñas hacen pasteles de lodo. Mientras que los niños de la ciudad quieren un Guanajuato limpio y más seguro.
Cada año organiza la Cabalgata de los Reyes Magos, evento que cuenta con el apoyo de varias personas, para ella es muy gratificante y emocionante ver la cara de los niños. Chelin Canchola se siente muy agradecida por todo lo que le ha dado la vida. “A mi mamá le encantan las mariposas, de niña me decía que podía volar y soñar (…) soy trabajadora social, me gusta ayudar a las personas”, finalizó.
Chelin Canchola, una madre ejemplar
Chelin Canchola está agradecida con la vida.