A 11 años de la muerte de su madre, a quien estando en cama le prometió dejar de tomar, Marcelino visita desde entonces cada año a la Virgen de San Juan de los Lagos, imagen a la que enmendó su vida.
El capitalino, según lo cuenta, inicia su peregrinaje cada 20 de enero, “sea cual sea el día porque ese día se me fue mi madre, y ese mismo día salí por primera vez”.
“Se nos fue amaneciendo el 20 de enero de 2007, eran como las 4 de la mañana cuando dio su último suspiro y por fin pudo descansar, estuvo mas de 20 días en cama, los mismos que anduve de fiesta, hasta que me fueron a encontrar mis hermanas”.
Por ser el pequeño de 12 hijos, la mayoría de ellos mujeres, “Marce”, como lo llaman, siempre fue el consentido de la familia.
“Siendo todo un adolescente rebelde me metí con la drogas y ya no salí de ahí hasta la muerte de mi jefa”.
Impactado por la muerte y debido a que no quería estar en su sepelio, “tomé unas cuantas cosas que considere esenciales, las metí a una mochila, y sin que nadie se diera cuenta me marché rumbo a San Juan siguiendo la carretera, así nomás, yo sólo”.
El camino cuenta, “fue una experiencia que junto con la muerte de mi madre me abrieron totalmente los ojos. La gente con la que pude platicar me ayudó a terminar aceptando que necesitaba un cambio y dejar las ataduras de las drogas a un lado. Al llegar al Santuario, dos días después, porque me perdí en el camino, y aunque no sentía mis piernas por el cansancio, pude cumplir el deseo de mi madre. Por eso voy a seguir haciéndolo hasta que muera”.
“La tentación nunca se ha ido, pero nomás me ataca, pienso en mi mamacita y en lo que le dije, y eso me lleva a cumplir mi palabra”.