La Presa de los Santos, donde el Gobierno capitalino lleva a cabo acciones de saneamiento, se construyó en el último tercio del siglo XVIII. Según las referencias históricas que se tienen a la mano, a este reservorio se le llama así por las estatuas que reposan sobre los ocho pedestales barrocos que adornan su cortina.
El maestro alarife José Alejandro Durán y Villaseñor, quien proyectó la construcción de la Alhóndiga de Granaditas, se encargó de levantar este monumento que hoy por hoy refleja mucho del encanto guanajuatense. Durante el apogeo del Mineral de Marfil, esta presa sirvió para abastecer de agua a toda esa zona. Por su ubicación, la Presa de los Santos sirvió de mucho en la evolución tecnológica de las haciendas de beneficio durante los últimos decenios del siglo XVIII.
Además del rescate medioambiental que ya emprendió la Administración Municipal, también se proyecta crear una propuesta para resguardar este excepcional ejemplo del acervo arquitectónico que se generó durante la época de mayor bonanza minera, ocurrida entre 1725 y 1795, aproximadamente.
ES ‘OBRA HERMANA’ DE LA ALHÓNDIGA
En la última década del siglo XVIII, el Ayuntamiento de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato le encargó al mismo maestro Durán y Villaseñor diseñar el proyecto de la Alhóndiga, la cual se edificó en la cuesta anteriormente llamada De Valdés, en el predio conocido como Granaditas.
El 7 de julio de 1797, el virrey Miguel de la Grúa y Branciforte autorizó la construcción del imponente edificio; las obras comenzaron el 5 de enero de 1798 y concluyeron el 8 de noviembre de 1809, con una inversión de 218 mil 306 pesos, una cifra altísima en aquella época. La Alhóndiga, ‘obra hermana’ de la Alhóndiga de Granaditas, contrastaba con el barroquismo prevaleciente en Guanajuato y, sin duda, reflejaba el pensamiento de avanzada que estaba imponiéndose al acercarse la centuria que enmarcó la guerra de Independencia.