Guanajuato.- “Vamos a la campaña del triunfo. Que no quepan dudas: estamos preparados para competir y estamos preparados para ganar… Vamos a ganar el futuro para los mexicanos, para nuestros hijos, para nuestras familias”.

Me tocó estar el día que comenzó todo, la noche del domingo 28 de noviembre de 1993. El auditorio del vetusto edificio del PRI en Insurgentes Norte, en el Distrito Federal, hervía con la pasión de los tricolores, que atestiguaban la ceremonia del fuego nuevo, la designación de Luis Donaldo Colosio Murrieta como candidato a la Presidencia de la República por el todavía invencible partido tricolor.

Estoy preparado para asumir este compromiso. Soy heredero de la cultura del esfuerzo, no del privilegio”, dijo Colosio (Magdalena de Kino, 5 de febrero de 1950) ante un público delirante que lo interrumpía con porras y ovaciones al terminar cada frase.

A pesar del alboroto, del rostro radiante del elegido, la sucesión comenzó en realidad a torcerse desde el principio. Mientras cuatro de los priistas que habían disputado con él la candidatura (Pedro Aspe Armella, Emilio Gamboa Patrón, Emilio Lozoya Thalman, el padre del sibarita que come pato laqueado mientras esquiva acusaciones de corrupción, y Ernesto Zedillo), corrieron a felicitarlo a su oficina y a proclamar a los medios que era la mejor carta del PRI, a su más serio rival en la lucha se le indigestó la derrota.

Manuel Camacho Solís hizo berrinche, amagó con romper y sin reconocer la victoria de su compañero de gabinete, dejó la entonces regencia de la Ciudad de México y se convirtió en Secretario de Relaciones Exteriores. Tras el amago, todo pareció calmarse y los preparativos para la campaña se pusieron en marcha. Faltaba lo peor.

Luis Donaldo con el guanajuatense Ramón Aguirre Velázquez.

El 1 de enero de 1994, cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, la más osada y visionaria de las estrategias de Carlos Salinas de Gortari, México se vio obligado a mirar hacia el sur y no hacia el norte. La rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional conmocionó al País y sorprendió hasta a aquellos que dentro del gobierno sabían del deterioro de la zona y de la larga preparación que habían logrado los grupos que finalmente, se levantaron en armas.

Y de pronto, el País estaba en guerra, morían indígenas y soldados, la atención de los mexicanos se concentró en aquel rincón perdido de nuestra geografía: todo lo demás, campañas y Colosio incluidos, pasaron al olvido.

Obligado a detener la represión violenta del alzamiento y a reconocer cuánta justicia había en muchas de las demandas de los insurrectos, Salinas compareció la tarde del lunes 10 de enero en el Salón Venustiano Carranza de la entonces residencia oficial de Los Pinos para anunciar una sacudida en su gobierno.

Todos los periodistas que cubrimos aquel breve mensaje vimos a otro Presidente: la actitud suficiente, casi arrogante de costumbre, había dado paso a otro talante, cauteloso, casi huraño. Jorge Carpizo pasó a ocupar la Secretaría de Gobernación en lugar de Patrocinio González Garrido, cuyas omisiones ante el deterioro de la situación en el sureste se agravaron por el hecho de que la rebelión había sido en su estado natal; Diego Valadez reemplazó a Carpizo como Procurador General de la República y, en el movimiento que más impacto tuvo, Manuel Camacho Solís fue designado Comisionado para la Paz y la Reconciliación en Chiapas.

A 48 días de ocupar la Cancillería, tras su pataleta de finales de noviembre, Camacho pasaba a estar en el centro de la acción. De enero a marzo, los esfuerzos de paz, las negociaciones que se emprendieron para conseguirla, desplazaron por completo la atención de las campañas, no solo la de Colosio, también las de Cuauhtémoc Cárdenas y Diego Fernández de Cevallos

Y a pesar de los desmentidos, de que un día Salinas les aclaró a un grupo nutrido de priistas: “no se hagan bolas, es Colosio”,  el protagonismo de Camacho y su renuencia a desmentir que pudiera ser candidato alterno, alimentaron todas las especulaciones.

Luis Donaldo Colosio: Los contrastes

Por fin, en marzo, Colosio pareció recobrar la iniciativa. El 6, en el aniversario de la fundación del PRI, pronunció un discurso memorable, crítico, que algunos entendieron como una ruptura con el Gobierno del que había salido:

Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por el abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.

Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso”, dijo en el Monumento a la Revolución.

La pinza se cerró casi dos semanas después, cuando Manuel Camacho aseguró por fin ser ajeno a la ambición de desplazar a Colosio.

“Entre ser candidato y la contribución que pueda hacer a la paz en Chiapas, escojo la paz”, aseguró Camacho en una conferencia de prensa ofrecida en la Ciudad de México el 22 de marzo de 1994.

Las crónicas de los enviados de los medios daban cuenta de la euforia que cundió en la campaña de Colosio, fortalecido por el impacto de su pieza de oratoria y por la renuncia explícita de su incómodo rival.

La sensación de triunfo duró nada y se evaporó de la peor manera posible.

La tarde del miércoles 23, el candidato y su comitiva se dirigieron a un mitin de campaña en Lomas Taurinas, un rincón desconocido de Tijuana. De la poca importancia que se daba al evento basta recordar los testimonios de que muchos de esos enviados de los que hablamos en el párrafo anterior, prefirieron cruzar la frontera e irse de ‘shopping’ antes de atender el mitin.

Y sin embargo, lo que ocurrió allí pasó a la historia cuando Colosio fue asesinado por Mario Aburto Martínez, de 23 años, durante el mitin.

Así informó AM de aquel momento decisivo.

Las balas calibre 38 de la vieja pistola Taurus que usó el asesino fueron disparadas a una distancia de 50 centímetros a las 19:05 horas, al término de un diálogo con vecinos del lugar.

Todos vimos en un video como el candidato se dirigía hacia su vehículo cuando el presunto homicida se acercó y disparó a quemarropa: una mano salió entre la multitud y se posó casi en la cabeza de Colosio, quien recibió además un impacto en el abdomen.

Elementos del Estado Mayor Presidencial detuvieron al agresor.

Colosio murió a las 10 de la noche tiempo de la Ciudad de México, en el Hospital General de Tijuana, después de tres horas de agonía que todos los mexicanos seguimos a través de la televisión y de la cual quedaron para la historia los diálogos en los que Jacobo Zabludovsky exigía a Talina Fernández: “Por favor, entra al quirófano (…) Por favor, dile al señor que está al frente de las medidas de seguridad que los mexicanos estamos deseosos de saber qué ocurre”. Fernández fue la que confirmó al fin la muerte del sonorense. 

El retrato de Aburto, fichado en el entonces penal de Almoloya.

Lo que vino después todavía no termina. Las investigaciones, en las que jugó un papel fundamental el distinguido jurista guanajuatense Miguel Montes, apuntaron primero a una “acción concertada” y luego quedó establecida, como “verdad histórica”, la versión de que Aburto actuó solo y que no hay manera de afirmar si alguien lo encaminó. Dos de cada tres mexicanos dudan de esta historia

Una semana después del crimen, el PRI postuló a Ernesto Zedillo Ponce de León, quien venció a Diego Fernández de Cevallos y a Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones del 21 de agosto.

Pero aquel año terrible no había terminado. Operador destacado del presidente electo, exmarido de Adriana, una de las hermanas de Carlos Salinas de Gortari, el secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, fue ejecutado por un sicario tamaulipeco a las 9:30 de la mañana del miércoles 18 de septiembre, a una cuadra de donde Colosio había pronunciado su discurso memorable, en la capital del País.

Aquel crimen desencadenó una investigación vergonzosa, en la que emplearon hasta brujas y concluyó con la condena de Raúl Salinas de Gortari, el ‘hermano incómodo’ de Carlos.

Como sea, Zedillo Ponce de León tomó posesión y en su primer mes de Gobierno se produjo la crisis económica que puso de rodillas al País, desenlace de un año que comenzó con la rebelión zapatista, siguió con los asesinatos y concluyó con una formidable devaluación del peso.

Mario Aburto, espera libertad desde cárcel de Ocampo

Sobre la autopista Lagos de Moreno-San Luis Potosí a la altura de la carretera Laguna de Guadalupe está el primer letrero que anuncia la llegada al Cefereso No. 12 en Ocampo, Guanajuato. 

El Cefereso No.12 en Ocampo, penal de máxima seguridad en el que Mario Aburto permanece desde octubre de 2020. Foto: Omar Ramírez.

Desde este punto, se pueden apreciar a lo lejos las torres de vigilancia de una de las prisiones federales de máxima seguridad del país, ubicada a 2.4 kilómetros de la comunidad de Piedras Negras, Ocampo, la más cercana al lugar que alberga a miles de reos. 

Uno de ellos es Mario Aburto Martínez, el asesino confeso de Luis Donaldo Colosio, candidato a la presidencia de la República por el PRI en 1994 y quien en octubre del 2020 fue trasladado a este Centro Federal de Readaptación Social por la desincorporación del Penal de Huimanguillo en Tabasco

La carretera Laguna de Guadalupe conecta a la entrada principal del Cefereso, es un camino recto de concreto de 700 metros, en cada costado solo hay altas lámparas. 

En el lugar, se informó a AM que el procedimiento para solicitar una entrevista con la dirección o con un reo es comunicarse al número 4151503155, en el cual solo se indicó que es necesario hacer la gestión con el Órgano Administrativo de Prevención y Readaptación Social de la Comisión Nacional de Seguridad. 

“La tortura, el medio para darle carpetazo a la verdad” 

El 21 de septiembre del 2021, Jesús González Schmal, coordinador del programa del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y un visitador adjunto de esta comisión acudieron al Cefereso de Ocampo para realizar una diligencia de seguimiento de la queja interpuesta por el interno Mario Aburto Martínez. 

Sin embargo, se les negó la entrada, por lo que en ese entonces el organismo autónomo solicitó la urgente implementación de medidas cautelares para garantizar la seguridad e integridad física de Aburto.

También se solicitó que se permitiera el acceso de la CNDH y no obstaculizar su labor y el traslado de Mario Aburto del Centro Federal de Readaptación Social No. 12 en Guanajuato al Centro de Readaptación Social “El Hongo” II en Baja California. 

En entrevista con AM, el abogado Jesús González Schmal compartió que posteriormente lograron ingresar al Cefereso de Ocampo y tener comunicación con Aburto a quien le entregaron su expediente compuesto de nueve tomos. 

Entraba yo como defensor, entonces iba a los locutorios y hablaba con él (Mario Aburto) pero llegó un momento que era tan obvio que nos estaban grabando que casi no tenía caso verlo porque él estaba muy atemorizado de que lo que dijéramos trascendiera. 

“Me pasaba papelitos, estábamos muy incómodos y pedí entonces al nuevo director de reclusorios cuando salió Ávila, condiciones de garantía, pero no proseguí porque establecí directamente la relación con su hermano Rubén. 

“Él me daba la información de cómo estaban tratándolo y yo hacía la gestión para que lo atendieran por las dolencias de la columna vertebral y por ciertos riesgos que advertía de algunos internos. Eso se fue subsanando con una llamada que hacía a la dirección de reclusorios”, contó. 

González explicó que se convirtió en defensor de Aburto pero actuaba a través del Instituto de Defensoría Pública Federal con quien hizo equipo para interponer los amparos y recursos necesarios, aunque inicialmente acudió como enviado de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos

Recordó que habló con Aburto unas cuatro veces quien le hizo una pintura y también le mandaba por escrito sus opiniones sobre libros que le llevaba. 

“Como está tomando cursos de licenciatura en Derecho yo le llevaba una literatura y él me la comentaba después a través de su hermano”, compartió. 

Advirtió que el mecanismo de tortura ha sido una práctica reiterada en las distintas etapas de la historia del hombre y en México agudizada porque casi fue el medio de concluir rápidamente las investigaciones y darle carpetazo a la verdad. 

Señaló que la tortura pasó de ser la práctica directa contra la persona a un procedimiento más sútil de lo que ahora se llama en los tratados internacionales la tortura sistémica. 

Es el caso de Mario Aburto que el solo hecho de tenerlo incomunicado es una tortura sistémica, no solo no tenerlo comunicado por unos días, por décadas. El secuestro de su correspondencia y la sustracción de las fotografías de sus seres queridos es otro tipo de tortura. 

“El trasladarlo a cuatro reclusorios menos al que le correspondía conforme a la Ley de Ejecución de Sentencias de purgar la pena en el reclusorio más próximo a su vida familiar es otra tortura y no haberle mostrado y entregado copia de su expediente, de sus declaraciones, de las pruebas de criminalística y periciales que le practicaron durante 27 años hasta que pudimos llevarselas es tortura”, manifestó. 

Libertad, a la espera

El 13 de marzo la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) aplazó la decisión sobre la libertad de Mario Aburto. Y es que la Fiscalía General de la República busca impedir que el homicida sea liberado este 23 de marzo tras haber cumplido 30 años de prisión.

Un Tribunal Colegiado había ordenado dejar sin efecto la condena de 45 años (basada en el Código Penal Federal) y emitir una nueva con base en el Código Penal de Baja California que establecía una pena máxima de 30 años por homicidio. 

“Esta sí es una cárcel”

En entrevista con AM, una mujer que visita a su hijo preso contó cómo es ingresar a esta prisión que aseguró tiene máximas reglas de seguridad

Cubriéndose el sol con la escasa sombra de una lámpara, espera que sean las dos de la tarde para ingresar y visitar a su hijo quien desde hace cuatro años está recluido en el Cefereso de Ocampo. 

No solo la espera fuera del penal es larga sino también el viaje que cada 12 días hace desde Monterrey para visitarlo, se traslada en el último autobús a San Luis Potosí, donde aborda un camión que la deja en Ojuelos para luego en un taxi llegar a la carretera Laguna de Guadalupe y esperar a pocos pasos de la entrada principal de la prisión. 

Casi una hora tarda en pasar los cuatro filtros que al interior se imponen. Viste pantalón de mezclilla, una playera color coral, un suéter azul marino, zapatos negros de tela y sin agujetas y un cubrebocas también negro. 

Cuando es la visita llevan a los presos como a una sala, son como varios módulos y aquí uno compra en la tienda para comer porque no se puede meter nada. La visita es de 2 a 7 de la tarde y vengo cada 12 días. 

“Gasto entre tres mil y tres mil 500 pesos cada que vengo, entre los pasajes y lo que le tengo que depositar a mi hijo para lo que él necesite porque todo les venden. Llego en taxi porque ya no hay camión para acá, me cobra 500 pesos, 250 para traerme y lo mismo para llevarme”

La mujer compartió que su hijo está estudiando Derecho en este Cefereso donde también trabaja haciendo uniformes para enfermera, además de que asiste a los talleres de carpintería y pintura. 

Mi hijo dice: esta sí es cárcel, mamá. Solamente a los que trabajan les permiten salir de la celda, el que no, no sale en todo el día”, finalizó. 

Con información de Dulce Muñoz Barajas

AM

 

 

Luis Donaldo Colosio.

Luis Donaldo Colosio.

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