Ya decía Publio Siro (afamado escritor romano de la época de la República) que el juez es condenado cuando el culpable es absuelto y pareciera que poco más de 2000 años después de la vida de este personaje nativo de Siria, nos hemos encargado como sociedad de “condenar” a todo aquél que, legitimado por el Estado –materializado en las instituciones y las leyes-, decide absolver a todo aquél a quien más de uno pudiera tacharlo (y así ocurre) como el peor de los delincuentes.
En un mundo donde la comunicación entre los diversos personajes y personalidades conviven e interactúan sin importar la religión, la nacionalidad o inclusive las preferencias políticas, no es de extrañarnos que las noticias que se generan en el día a día causen revuelo en sectores de nuestra comunidad.
Tal es el caso de una noticia publicada por un medio de comunicación de difusión nacional el pasado 27 de abril a través de una de sus plataformas digitales en Twitter. La noticia contenía un encabezado por sí mismo impactante, que me permito transcribir: “Liberan a acusado de robo y homicidio”.
De primera mano, uno como abogado se percata de lo tendencioso del encabezado por lo que para entender el porqué de dicho encabezado y no emitir opinión sobre la nota basándose solo en aquél, opté por abrir el link y conocer el contenido. Se trataba de una noticia de Guadalajara en la que un hombre tras haber presuntamente robado y luego matado a su víctima, fue detenido y puesto a disposición del Ministerio Público para luego ser puesto a disposición del juez de control (juez anónimo para su buena suerte y que terminaría siendo el enemigo de la comunidad tuitera) quien tras analizar la legalidad de su detención, decidió ponerlo en libertad por violaciones al debido proceso. ¿Cuál es el problema con ello? pensé. Ninguno –me respondí-; al menos conforme a la narrativa de la noticia y entendiendo cómo funciona el procedimiento penal acusatorio, no advertía ninguna polémica en la misma. Lo que me llamó considerablemente la atención fue la cantidad de mentadas de madre (no menos de 15) y amenazas de muerte que la comunidad, vía Twitter, lanzaba contra el Juez, pidiendo primero que el portal de noticias publicara el nombre de ese bastardo corrupto, y una vez identificado, pedían a gritos que lo llevaran a la horca por haber dejado libre a un asesino, a un desgraciado, a una porquería de la sociedad.
Y es uno de tantos ejemplos (el más sonado desde mi punto de vista fue el de Florence Cassez y la SCJN) en donde el fanatismo, la ignorancia y el morbo nos han llevado a creer que los malos siempre merecen cárcel (por no decir pena de muerte), que los jueces siempre son corruptos y que los juicios orales son la cumbre del sistema putrefacto de justicia en nuestro país. Claro, no dudo que la corrupción siga existiendo porque esa no respeta sistemas, nombramientos o posiciones. Sin embargo como sociedad debemos reflexionar un poco más antes de lanzar verborrea agresiva cada que nos encontramos con noticias de esa naturaleza, comenzando por informarnos sobre el tema y entonces emitir una opinión razonable que pueda aportar al debate colectivo. Exigirle al policía actuar con apego a la Constitución y exigirle al Ministerio Público una teoría del caso sólida y una adecuada conducción de la investigación y hasta reconocerle a la defensa su buen desempleo por advertir las fallas de la detención del imputado podrían ser argumentos que contribuirían a la conciencia colectiva sobre el sistema acusatorio mexicano.
Bien por el juez, bien por la defensa y bien por el respeto a los derechos humanos.