Según el periódico español El País, Andrés Manuel López Obrador tiene un 92 por ciento de probabilidades de ganar. En el promedio de las encuestas publicadas, alcanza el 48 por ciento de la intención de voto, Ricardo Anaya el 28 y José Antonio Meade el 20 por ciento.
Al tiempo que avanzan las campañas crece la inseguridad en todo el país y en Guanajuato más. También surgen más revelaciones de corrupción, de funcionarios contratistas del Gobierno federal, de inexplicables obras públicas en el estado y candidatos perdidos en propuestas sin sustancia, sin proyecto.
Lo que parecía alcanzable hace algunos meses se diluye: Ricardo Anaya no puede alcanzar la popularidad de Andrés Manuel a pesar del apoyo de las clases medias y de bastiones panistas como Guanajuato. El PRI desaparece, olvidado entre la hegemonía panista y el surgimiento de Morena. Ahora es una carrera de dos. La fuerza mostrada por AMLO es como una marea que ayuda a subir a sus candidatos a pesar de no tener presencia ni reconocimiento.
En las charlas de las redes sociales surgen presuntas encuestas donde Anaya “ya mero alcanza” al Peje, como una esperanza que no debe morir. Hay un segmento de la población profundamente panista o conservadora que aborrece siquiera la idea de tener al Peje como candidato, no se diga como presidente. Un ejemplo fue la resistencia a creer en la encuesta de Reforma, que le da el 52 por ciento. Acusan contubernio entre el periódico y el candidato, cuando no hay nada más lejano a la realidad.
Al paso de los días el viento del sur crecerá como en un incendio de bosque. Los indecisos podrán asumir la postura de quien no quiere perder e irán con el puntero, engrosando más el resultado.
En Guanajuato Morena puede acercarse tanto al PAN que seguramente será la segunda fuerza en el Congreso. Ricardo Sheffield, del mismo origen que su adversario Diego Sinhué, aprovecha todo lo que sabe y lo que puede inventar para lograr más votos y cobrar la factura del despecho del gobernante Miguel Márquez.
Los crímenes cotidianos, de la hora más triste de Guanajuato en un siglo, hacen que vivamos en la zozobra y la angustia de un futuro incierto, donde la fuerza del Estado desaparece en medio de la anarquía imparable.
Hace seis años en León hubo un cambio porque la gente estaba cansada de imposiciones azules, porque el candidato de Acción Nacional no ofrecía la confianza que despertaba Bárbara Botello. Ella se encargó con su corrupción desmedida en darle la puntilla al tricolor. En Salamanca, Celaya y los Apaseos, donde se viven los peores tiempos de su historia reciente, no sería tanta sorpresa que el PAN perdiera.
Lo cierto es que después de la violencia inédita, la gente puede mostrar su hartazgo ante la impunidad en varios municipios. Suma la sensación de impotencia ante sexenios de dispendio y corrupción como el de Juan Manuel Oliva o administraciones municipales donde reina la oscuridad.
Guanajuato no es inmune a la ola de Morena. Por eso es la atención extrema del Peje a nuestra tierra, es un viejo lobo de la política que huele ese viento de cambio y persevera como pocos. Ganar Guanajuato sería la coronación de sus anhelos, el triunfo final contra la “Chachalaca”.