La euforia deportiva de la afición mexicana en Rusia tuvo el contraluz de la incivilidad repetida, del desahogo vulgar. Una barra de aficionados grita en forma repetida la maldición de la que se ufana: la pus verbal que castiga de nuevo la FIFA después del partido de ayer, con multas y recomendaciones. Nadie hace caso.
 
Luego viene un coro de insultos a Andrés Manuel López Obrador. La burguesía de México arriba a Moscú para disfrutar del histórico partido y maldecir a Andrés Manuel. El video corre por las redes y puede parecerles simpático repetir una y otra vez mentadas contra el candidato de Morena. Andrés Manuel López Obrador, quien tiene la gran ventaja en encuestas puede agradarnos o no, puede ser un personaje sin las cualidades o competencias para gobernar, puede ser lo que se quiera, pero representa la voluntad de la mayor minoría.
 
El desahogo y el vituperio son malos consejeros para el futuro de lo que decimos amar tanto: nuestra patria, representada con donaire, categoría y elegancia por un seleccionado nacional inédito.
 
Si queremos tanto a México como para desgañitarnos con porras, aplausos, lágrimas y toda suerte de manifestaciones nacionalistas, nos convertimos en traidores cuando salimos del mundo civilizado al que aspiramos.
 
Metemos autogol si lo único que nos merece un candidato es mentarle su madre a garganta abierta en medio de una gran celebración nacional. Partimos el alma de lo que de verdad queremos ser cuando vociferamos el prolongado insulto cuando el contrincante toma o chuta la pelota.
 
Además, no concuerda el presunto nivel cultural y socioeconómico de quienes tienen el tiempo y el dinero para ausentarse del país e ir al campeonato mundial a Rusia. Suponemos que hay gente educada y con profesión, que hay amas de casa y jóvenes con mundo. Ni provincianos ni iletrados quienes llevan a México a la vergüenza internacional y nacional, por lo pronto son privilegiados al poder presencia en tan lejanas tierras al Tri.
 
El origen del Estado tiene mucho parecido al origen de la competencia deportiva. Quienes se enfrentan con ideas en una campaña política tienen adversarios de paz. Ninguna competencia deportiva o política debe salirse de curso por fanatismo de colores o de ideas. En los estadios y en las plazas la civilidad prevalece en las sociedades desarrolladas y cuando sale de curso como en Inglaterra con los “hooligans”, el Estado los mete en cintura.
 
Quienes no simpatizamos con la postura política de Andrés Manuel, le hacemos flaco favor a nuestras ideas si aceptamos el insulto y el vituperio como medio de expresión política. Lo que logran los “hoolingans” de la política es ensalzar a quien insultan. Logran ubicarlo en un estadio moral superior. 

Cierto que las redes sociales tienen la permisividad que no tuvo ningún medio de comunicación en el pasado. Ahí se puede mentir, calumniar, insultar y denigrar a cualquiera con tal de parecer simpático o tener miles de “vistas”.
 
“La acción es la fiesta de la vida”, decía Goethe y la alegría deportiva es la coronación de la identidad de grupo y en este caso de nación. El vituperio en masa no es sino el síntoma de enfermedades sociales más profundas. Ojalá podamos extirpar ese cáncer vulgar con reflexión y verdadero amor a México.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *