¿Celebrar la Consumación de la Independencia? ¿Elevar a Agustín de Iturbide al cielo de la Patria junto a Miguel Hidalgo y José Ma. Morelos? y en un acto de justicia ¿concederle también la paternidad de la Nación mexicana? Parecía una decisión disparatada. Propia, tal vez, de la reacción mexicana, de los mochos también conocidos como “”cangrejos” (conservadores), pero no de un gobierno revolucionario, progresista y jacobino como el que representaba Álvaro Obregón en 1921.

Algunas voces revolucionarias, alarmadas tan sólo por la idea, recordaron que apenas unos años atrás, en 1914, Antonio Díaz Soto y Gama, intelectual zapatista y en 1921 obregonista, en plena Convención Revolucionaria había intentado destruir la bandera mexicana, porque con sus tres colores -verde, blanco y rojo-, Iturbide, el más reaccionario de los reaccionarios, logró unificar bandos que parecían irreconciliables y alcanzó a consumar la independencia, otorgándole a la Nueva España la calidad de Nación libre y soberana. Era imperdonable: la independencia era obra de Hidalgo, Morelos y Guerrero, pero jamás de Iturbide.

Y sin embargo, la familia revolucionaria, que ya entonces comenzaba su camaleónica vocación, olvidó su jacobinismo y decidió conmemorar el 27 de septiembre bajo una lógica típicamente revanchista: sí en septiembre de 1910 el porfiriato había rendido honores a la Patria con las fastuosas fiestas del Centenario de la independencia, el nuevo gobierno emanado de la sacrosanta revolución no podía ser menos y echó su cuarto de espadas para celebrar el Centenario, pero de la “Consumación de la Independencia”.

“Aquel Centenario fue una humorada costosa”, escribiría años después José Vasconcelos. El gobierno de Obregón dejó de lado el significado histórico de la fecha y atendió más a la formas. Aun así, los festejos quedaron lejos de la expectación, el lucimiento y la alegría que recorrió el país en septiembre de 1910. Resultaba lógico, escribió José Vasconcelos:

“Nunca se habían conmemorado los sucesos del Plan de Iguala y la proclamación de Iturbide, ni volvieron a conmemorarse después”.

En 1921, el gobierno de Obregón tuvo la posibilidad de realizar un acto de justicia, una reivindicación histórica y reconciliar a la nación mexicana -que apenas salía de una terrible guerra fratricida-, a través del reconocimiento de una fecha de igualdad como lo había sido el 27 de septiembre de 1821.

Sin embargo, lejos de hacerlo ratificó la sentencia después de aquel 1921, caía sobre la memoria histórica de Agustín de Iturbide el olvido y el escarnio general de la mayoría de los mexicanos, estaba condenado al infierno cívico de la historia mexicana. La consumación de la independencia seguiría siendo una fecha más en los almanaques de la historia patria e Iturbide condenado al olvido.

Curioso, ninguna nación ha sido tan mal agradecida con su libertador, pero México sí ¿Hasta cuándo?, ¿El gobierno actual cambiará y recordará a Iturbide?

¿Tú lo crees?… Yo tampoco.

ACLARACIÓN                                                
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *