Prometer no empobrece y vivimos tiempos en que los gobiernos y hasta los funcionarios y políticos con aspiraciones a cargos de mayor importancia ejercen este dicho popular como un deporte profesional de muy alto rendimiento.

Curioso que en la ciudad de los puentes suframos inundaciones que paralizan la vida cotidiana de miles de habitantes de Pachuca cada vez que una lluvia atípica, como dicen nuestras autoridades, evidencia una mala planeación urbana.

A diario caminamos por calles con cientos de baches y socavones que surgen entre vialidades mal iluminadas, con montones de basura en las esquinas, vamos, coexistimos con una ciudad que cuesta más trabajo vivirla.

Por eso causa extrañeza escuchar los informes de gobierno de las presidencias municipales de la zona metropolitana de la capital del estado, ya que anuncian más y más proyectos. Enumeran las obras realizadas y las que vendrán.

Por ejemplo, una recién inaugurada plaza en Pachuquilla cuyos materiales de construcción dice la autoridad fueron donados por los locatarios de Mineral de la Reforma y que, por simple transparencia, deben informar su costo al erario público y pasar por una rigurosa auditoría.

O en Pachuca, la presidencia municipal en turno lo único que puede informar hasta el momento es la construcción de una barda perimetral en el fraccionamiento San Javier, en tiempo récord, mientras que el bacheo es una promesa que no llega a concretarse. 

El colmo, basta leer las declaraciones del diputado federal de Morena, Cuauhtémoc Ochoa, quien menciona que el cacicazgo debe concluir en Hidalgo, cuando contribuyó a su permanencia al ser secretario de Obras Públicas en el gobierno de Miguel Ángel Osorio Chong y como funcionario federal en el sexenio de Enrique Peña Nieto.

Solo es necesaria una poca de memoria para identificar estas inconsistencias en las declaraciones que encierran trampa e incluso un uso mañoso del lenguaje.

Ahí está el presidente de la junta de gobierno del Congreso de Hidalgo, Francisco Berganza Escorza, quien del tono beligerante contra las autoridades estatales pasó a una expresión que se antoja inútil por abusar del lugar común en tono de promesa: “revisar con lupa” el desempeño de gobierno.

Así, los habitantes de Tula esperan los apoyos prometidos para acelerar las labores de limpieza y reconstrucción después del desbordamiento del río y las constantes lluvias que los obligan a recomenzar la tarea, entre un diluvio de declaraciones que también suenan a promesas incumplidas.

Desde culpar a los ambientalistas por oponerse al revestimiento del cauce del río Tula, como dice el secretario de Gobierno, Simón Vargas, hasta hablar de una deuda histórica con esa región del Valle del Mezquital. 

Ya hay declaratoria de desastre, pero poca claridad en los recursos económicos y la forma en que llegarán a cada una de las viviendas siniestradas.

En Tula urge dejar a un lado las promesas para concluir la limpieza de los estragos que dejó la inundación y después reactivar la economía de este municipio cuyos habitantes luchan por recuperar su forma de vida.

ACLARACIÓN                                                
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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