No hay documento más preciado para los mexicanos, que el firmado y elaborado por un grupo de integrantes del ejército, la política y personas nobles que suscribieron el tan deseado fin que atestiguaba ser independientes.
El 27 de septiembre de 1821 fue el día señalado para que entrara el ejército de las tres garantías a la capital. ¿Qué sintieron nuestros antepasados en aquel histórico día? Carlos María Bustamante nos dejó el siguiente relato:
“llegó el día más fausto que pudiera ver la nación mexicana, el sol parecía que echaba sus rayos con mayor esplendor y brillantez, para alegrar el suelo marchito y alejado en las tinieblas. Ojalá y jamás se aparte de la memoria el grande bien que hoy hemos recibido”&
La tropa trigarante se hallaba mal vestida y apenas calzada, se les había enviado el vestuario perteneciente al regimiento de comercio y de otros cuerpos y con el ingreso de 03 funciones de teatro se había costeado la compra de calzado (16,000 hombres desfilaron) El jefe político de la ciudad de México por medio de un bando había ordenado que se iluminaran y adornaran las casas de la ciudad, con arcos de flores y colgaduras con diferentes formas que representaban los colores trigarantes (verde, blanco y rojo). Las mujeres llevaban los nuevos colores patrios en moños, peinados, vestidos.
Don Lucas Alamán gran historiador de este evento en su obra enlista a 38 individuos como los integrantes de la Junta Provisional Gubernativa quienes además aparecen como firmantes del Acta de Independencia que tiene la fecha del 28 de septiembre de 1821. Días más tarde el 6 de octubre unas 60 mil personas participaron en la jura solemne de la independencia en la plaza mayor de México.
Los mexicanos de 1821 presentaron todo tipo de proyectos para contribuir a la grandeza de la patria, fueron más de 178 propuestas y sugerencias para el nuevo gobierno sobre economía, obras públicas, administración, educativas, justicia, culturales, y otras no tan dignas como aquella de quemar todos los papeles contrarios a la independencia.
Otra propuesta fue mejorar la ciudad de México se convirtiera en una ciudad neoclásica con tintes griegos y romanos construyendo un gran canal y que sus riveras fueran adornadas con árboles y calzadas, las calles debían empedrarse y tener banquetas enlozadas.
El Parián (centro comercial que se ubicaba en lo que actualmente conocemos coloquialmente como “el zócalo”) tenía que desaparecer y la estatua de Carlos IV (el Caballito) se le tendría que cambiar la cabeza poniéndole la de Agustín de Iturbide (cosa que se no se efectuó).
La algarabía, entusiasmo y bienaventuranzas se daban cita una y otra vez los mexicanos eran dichosos y se sentían bendecidos por el origen de su independencia respecto a la metrópoli española. La resaca llegaría más tarde cuando en medio de guerras y malas organizaciones de los futuros gobiernos se perdió más de la mitad del territorio nacional, una estabilidad económica que hasta hoy se carece de ella y una división fatal que prevalece hasta nuestros días.
Sin embargo, se ha perdido, sí sin duda pero la dignidad continua&
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.