Felipe Ángeles es una de las figuras más nobles y generosas de la historia mexicana. Representa lo mejor de nuestro pueblo y lo más puro del sentimiento patrio. Su trayectoria como militar profesional fue implacable: distinguido alumno de Colegio Militar, preparado oficial de artillería, notable matemático, respetado profesor y, finalmente, uno de los más recordados y apreciados directores del heroico plantel de Chapultepec.

Ángeles, además, se convirtió en sinónimo de lealtad al apoyar hasta el final al presidente Madero y luego, para no ser cómplice del huertismo, se unió a la revolución, donde alcanzó la gloria al dirigir la artillería de la División del Norte de Pancho Villa, librando épicos combates como el de Zacatecas, triunfo obtenido gracias a Felipe Ángeles en gran medida.

Más tarde, Ángeles quiso dar vida a sus ideales  de redención social, pero los propios revolucionarios lo impidieron. Fue fusilado un 26 de noviembre de 1919 por creer que la patria era algo más que los rufianes que la gobernaban.

Nació en Zacualtipán, Hidalgo, el 13 de junio de 1868. Su niñez la pasó en Huejutla y después en Molango, donde su padre fue jefe político dos veces. Inició su instrucción primaria en Huejutla y la continuó en la escuela de Molango, en la que uno de sus maestros fue el profesor Arcadio Castro, quien descubrió, en aquel joven sencillo, una clara inteligencia. Felipe alternaba sus horas de escuela con largas excursiones que realizaba por los pintorescos alrededores de su pueblo.

Terminada su instrucción primaria, el joven Ángeles fue enviado al Instituto Literario de Pachuca, bajo la tutoría de un excelente amigo de su padre, el señor Arnaldo Laroulé, hombre generoso que entregaba a Felipe las mesadas con que su padre deseaba pagar el sostenimiento del estudiante.

A la vez que hacía sus estudios, Felipe adquirió, en aquel medio provinciano, afición por las peleas de gallos; en la feria anual de San Francisco, en Pachuca, se jugaban grandes apuestas en el palenque de gallos al que concurría el gobernador del estado, General Don Rafael Cravioto.

Felipe había perdido su dinero en las apuestas y quedándole solamente dos pesos que enseñaba en la mano, se puso de pie y gritó enérgicamente: “Señores: ¿no hay quien le pare a estos dos pesos?”.

El gobernador Cravioto se los tomó sin preguntarle a qué gallo apostaba y terminada la pelea le dijo: “Tenga usted, se ha ganado diez pesos, por el garbo con que sabe hablar en público”. Sabido esto en Molango por el padre de Felipe, lo llamó al hogar paterno y como allí continuará cuidando algunos gallos escogidos de pelea, su padre tomó la determinación de sacrificar al gallo preferido de Felipe, el que más le había hecho ganar apuestas, fue servido en la comida ante la mirada de sorpresa y pesadumbre, se dice que de tal manera tan rígida y disciplinada el joven Ángeles quedo curado con infalible remedio. Nunca más se le miró en las peleas de gallos, la historia le tenía reservado otro escenario.

ACLARACIÓN                                               
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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