En la actualidad, solo tenemos dos formas de vivir la vida, con resiliencia o con enojo permanente, te has preguntado ¿cual es la que tu más llevas contigo?, siendo el reflejo de como has logrado manejar las cicatrices, que llevas en el corazón.
Todos hemos sido marcados por diversos acontecimientos, pero eso no define nuestro destino, solo lo definen nuestras acciones, es muy importante que pienses en tus actitudes, ya que estas tienen una repercusión total en tu organismo, somatizamos cualquier emoción, debes de monitorearte, nadie merece tener ninguna enfermedad y menos qué se provoqué por tus actos.
El enojo te lleva a la frustración, ¿qué escondes detrás del enojo que vives o sientes?
- Impotencia al no conseguir lo que quieres.
- Miedo para no perder lo que quieres y tienes.
- Decepción por no cumplir las expectativas personales o impuestas,
- Impotencia al no ver un avance en tu vida, es decir, vivir un estancamiento personal.
- Silencio al no poder expresar lo que sientes.
- Dolor por no superar viejas heridas, incluso aquellas heridas de la infancia.
- Tristeza porque no crees en ti mismo.
¡Ya perdónate! Aprende a amar tus cicatrices, esas que llevas en el corazón, siéntete orgulloso de ellas, ya que todas te han dejado un aprendizaje, te recuerdan si estuviste en una batalla y saliste librado de ella, esto es urgente: ¡Amate!
Tienes que hacerle frente, a las emociones negativas que sientes, entre más tratas de no sentirlas para que no te incomoden, evitándolas, a través de fugas, cuando estas vengan de vuelta, regresarán a ti, con mucho más, fuerza, necesitas hacerles frente para familiarizarte con ellas, para ver desde donde debes trabajarlas, atacarlas, afrontarlas, no se trata de omitirlas, sino hay que aprender a vivirlas, a procesarlas para poder canalizarlas, confía en tú poder mental.
Cada emoción mal canalizada pertenece a un órgano, a la afectación del mismo, por medio de no aprender a soltar, muchos expertos aseguran que así tu organismo se afecta:
- La preocupación genera un dolor de cabeza.
- La tristeza afecta las vías respiratorias.
- El enojo lastima el hígado.
- El estrés el ritmo cardíaco.
- La angustia el estomago.
- La frustración el páncreas.
Por último, recuerda que las palabras no se las lleva el viento, unas bendicen otras maldicen, unas construyen otras destruyen, unas edifican, otras derrumban, así qué, a parte de no hablarle así a tu prójimo, mucho menos te hables mal a ti, eres lo que te repites constantemente, se cuidadoso contigo y alcanza la mejor versión de ti mismo.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.