Muchas historias reales encierra la Catedral de Notre Dame, en París. Una de ellas ocurrió el 11 de febrero de 1931, cuando la mexicana Antonieta Rivas Mercado se dio un tiro en el corazón al interior de ese tesoro arquitectónico que sufrió un incendio.
Era una mujer inquieta, curiosa y atrevida que nació con el siglo pasado. Antonieta Rivas Mercado rompió con los moldes sociales y culturales de los convulsionados años veinte. Encabezó una cruzada personal cuando México se buscaba a sí mismo en sus propias entrañas.
Su nombre completó era María Antonieta Valeria Rivas Castellanos, nació en la Ciudad de México en 1900 y fue hija del arquitecto nayarita Antonio Rivas Mercado, quien es recordado por ser el diseñador del Ángel de la Independencia. Gracias a sus padres, Antonieta Rivas se desenvolvió en el mundo del arte y se convirtió en un personaje importante de la cultura mexicana, fundó La Sinfónica Nacional y el Teatro Ulises, sin embargo, en su vida personal no fue tan afortunada. Rivas Mercado se casó a los 18 años con Albert Edward Blair, un inglés que residía en los Estados Unidos y era amigo de Francisco I. Madero. El matrimonio tuvo un hijo, pero no duró mucho, entonces se vieron envueltos en un difícil proceso de separación y pelea por la custodia del niño. En 1927, Antonieta sufrió la pérdida de su padre y ese mismo año conoció al pintor Manuel Rodríguez Lozano, quien no correspondió su amor.
Dos años después, la artista conoció a José Vasconcelos, quien en ese entonces se postuló como candidato a la presidencia y ella se convirtió en su mano derecha. Rivas lo acompañó en todos sus mítines, comidas y entrevistas y pronto se consolidó una relación entre ellos. Vasconcelos era casado, por lo que al enterarse de la noticia y del supuesto fraude electoral, Antonieta Rivas decidió irse a París, en la ciudad europea se encontró con el político y una noche antes de su suicidio lo cuestionó.
“Dime si en verdad me necesitas” y Vasconcelos sin saber el sentido profundo que tenía la frase le respondió afirmando que ninguna persona necesita de otra. “Ningún alma necesita de otra. Nadie, ni hombre ni mujer necesita más que a Dios; cada uno tiene su destino comprometido con el creador”, dijo.
A la mañana siguiente, Antonieta se dirigió a la catedral de Notre Dame, se sentó en el extremo izquierdo de una banca y frente a una imagen de Jesús crucificado sacó un arma de fuego y se disparó en el pecho. La noticia del suicidio acaparó los titulares de la mayoría de los periódicos de París y la iglesia realizó una ceremonia especial para limpiar el recinto sagrado del sacrilegio.
Es así como la mexicana Antonieta Rivas Mercado puso fin a su vida a la edad de 30 años y se convirtió en noticia nacional el 11 de febrero de 1931. El cuerpo de la artista fue enterrado en el cementerio de Thiai, pero en 1936 cuando caducó la concesión de su tumba, sus restos fueron llevados a la fosa común.
Su apoyo a la cultura a través de su mecenazgo; su intensa relación con intelectuales, escritores, pintores; su convicción democrática, política apoyando el antireeleccionismo en 1929, construyeron una imagen que hoy se debate entre el mito y la realidad, pero que logró ocupar un sitio que parecía exclusivo de los hombres.
Mujer de decepciones. Se decepcionó de su familia: a la muerte de su padre en 1927, la corrieron de la casa de Héroes; se decepcionó de Rodríguez Lozano quien no correspondió a su amor como ella esperaba porque era homosexual; se decepcionó cuando la separaron de su hijo.
Pero la mayor de todas sus contrariedades vino, cuando enamorada de la persona, de la imagen y pensamiento de José Vasconcelos apostó todo por él, su vida y su patrimonio, lo que le quedaba. Antonieta le otorgó todo a Vasconcelos: su capital humano y material para apoyar la campaña antirreeleccionista de 1929. El maestro perdió las elecciones presidenciales y con ello lo que lo rodeaba, incluida la propia Antonieta. El amor que siempre lo acompaño hasta la muerte.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo