“Hay que tener más consideraciones con los muertos, porque pasamos mucho más tiempo muertos que vivos… Total, en esta vida todos nacemos para morirnos, cuando nacemos ya traemos nuestra muerte escondida en el hígado o en el estómago o acá en el corazón que algún día va a parar… también puede estar fuera, sentada en un árbol que todavía no crece, pero que te va a caer encima cuando seas viejo.”

Estas son las palabras que pronuncia el fabricante de velas, al humilde leñador que lo mira con asombro. Se trata de una escena de la película “Macario”, protagonizada por el extraordinario Ignacio López Tarso, dirigida por uno de los más grandes directores que ha tenido el cine mexicano: Roberto Gavaldón.

Macario es una obra maestra de la cinematografía universal. El guion es coautoría de una de las máximas glorias de la dramaturgia mexicana: Emilio Carballido, quien, junto al propio Gavaldón, adaptó el libro “The Healer”, escrito por el alemán B. Traven, publicado en lengua inglesa por vez primera en 1950. En español, la novela se publicó como “Macario”; fue hasta 1960, año en que se estrenó la película del mismo título.

Ninguna otra obra de la filmografía nacional ha tratado de manera tan fiel el Día de Muertos. Esta película, desde su comienzo, mediante un breve y preciso texto, da una explicación sobre esta celebración. Visualmente es un tesoro, eso fue gracias a la fotografía de Gabriel Figueroa. Basta con rememorar la icónica escena de Macario en la gruta de la Muerte, escenario repleto de velas encendidas. Esa secuencia, con Ignacio López Tarso, como Macario, y Enrique Lucero, como La Muerte, es una de las más significativas en la historia del cine mexicano.

La película es realismo mágico en su máxima expresión. Al escribir sobre Macario, me es ineludible pensar en El séptimo sello, filme de Ingmar Bergman, estrenado tres años antes, en 1957. Ambas películas exploran la relación de un hombre con la muerte materializada o humanizada. Ambas profundizan en aspectos metafísicos;

“Macario”, es parte de la memoria histórica de México. No solo por su gran aportación en aspectos cinematográficos, también por ser retrato de las costumbres y creencias de la tradición popular que en torno a la muerte se formaron con el mestizaje de nuestras razas.

La historia que trata sobre el humilde leñador que es tocado por la Muerte para así saciar sus deseos, fue la primera obra fílmica mexicana en ser nominada a un Óscar de la Academia; fue en 1961, en la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera.

“Macario”, nos recuerda que el Dia de Muertos en México, es más que la representación de la desvirtuada catrina del presente. Nos recuerda también la tradición de las calaveras de azúcar, de las ofrendas a los difuntos, y nos recuerda la  fuerza mística del Tzompantli (altar de la cultura mexica donde se colocaban los cráneos de los sacrificados, con el fin de honrar  a los  dioses). Macario, es identidad mexicana.

“Macario” es una de las más grandes actuaciones en cine de Ignacio López Tarso. Descanse en paz un gran maestro.

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