De forma anticipada Lilly Téllez ya se trepó a la carrera presidencial; aun así, es mucho después de que cínica e ilegalmente lo hicieron en distintos niveles las corcholatas morenistas.
Sin proyecto y con ambigüedades, a través de un video la panista llama a virar hacia la “derecha moderna” para de inmediato hablar de valores y fines más viejos y apolillados que los libros de la abuela. Básicamente su plataforma actual consiste en ser anti-AMLO, antipopulismo y nada más.
Quizá sea eso suficiente para impulsar a Téllez, especialmente por la recalcitrante postura de buena parte de la sociedad (aunque aún minoría) contra el presidente, pero lo dudo; al contrario, tal carencia de propuestas solo fortalecerá la candidatura morenista que por lo visto pasará como aplanadora sobre cualesquiera que sean los perfiles de oposición, a menos que ocurra una tragedia y a lo mejor ni así, porque a #EsClaudia ya se le cayó el metro sin castigos ni responsables de renombre y la estrategia de seguridad de López Obrador nos tiene con la sangre hasta las rodillas por un problema, heredado, sí, pero que ha sido incapaz de enfrentar, y ni aún así Morena ha perdido las simpatías necesarias para retener el mando nacional el próximo año.
Sin embargo, la senadora que llegó ahí gracias a Morena y a López Obrador, antes de hacerle ojitos a la silla de Palacio Nacional deberá obtener la candidatura panista y tiene competencia, pues, también tarde, ya trepó a su caballo el experimentado Santiago Creel que ofrece, de inicio, una plataforma distinta a la “derecha moderna” de Lilly. El panista llama a la unión, dice reconocer la amplia diversidad nacional y asegura que su pretensión es de sumar esfuerzos a través del diálogo y el entendimiento de la diferencia.
Sea el que sea, Lilly o Santiago, al menos por ahora lucen muy endebles frente al sólido respaldo del que todavía goza Andrés Manuel, quien decidirá al contendiente morenista… ejem… no, perdón, esa elección será por encuestas (guiño, guiño). Además, faltan las propuestas de otros partidos, aunque todavía estén ocupados buscando la cabeza que se les cayó, ¿verdad, PRI? Será mejor que se apresuren.
DOBLE P
En paseos por calles de la Bella Airosa las últimas semanas he constatado el gran fenómeno musical en que se ha convertido el cantante Peso Pluma. Aquí, allá, más lejos y más cerca suena a cada rato el originario de Zapopan, Jalisco. Lo cantan personas adultas y jóvenes con notable disfrute. Twitter, además, recientemente dio cuenta de que lo mismo ocurre con niñas y niños que llenos de entusiasmo siguen sin yerros los versos del Doble P.
Por ello, sectores de la sociedad exigen que de inmediato prohíban a Peso Pluma en las primarias. Les infarta que la narcocultura se incruste en las nuevas generaciones a través de los corridos tumbados; empero, les tengo noticias, esa cultura ya está bien arraigada en la sociedad mexicana desde hace décadas.
Considero que los videos de niñas y niños cantando ella Baila sola a todo pulmón son mucho menos preocupantes que aquellos en los que aparecen con armas de fuego acompañando algún convoy o el hecho de que el crimen organizado engrose sus filas con menores de edad iniciando como halcones o incluso sicarios. ¿Influye el discurso cultural, en este caso musical, el pensamiento colectivo? Pienso que sí. Pienso también que no podemos abstraer a las escuelas de sus contextos. Así, de nada sirve que tengan prohibido al Doble P en las primarias si lo escuchan en las calles, en sus casas, en las tiendas, en las fiestas; más aún, de nada sirve que se prohíba en las escuelas si lo que canta Peso Pluma no se queda en sus letras, pues no es algo que solamente se escucha, sino que también se ve, se vive, se padece, se sobrevive y, además, aquí está lo verdaderamente preocupante: se busca y se anhela.
El fracaso económico, político y social mexicano ha puesto el terreno para que prospere la pésima combinación de anhelo por el dinero y violencia. La falta de oportunidades y la presión social empuja a las nuevas generaciones a considerar la ilegalidad como una posibilidad de “éxito” en una circunstancia en la que este “éxito” lo que realmente significa es dinero. Nos hemos hecho un país violento, adorador del dinero y ahora nos sorprende que cantemos de violencia, joyas y pistolas. Así como están las cosas, seguiremos cantando de eso un buen rato.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo