En las últimas semanas, ha sido recurrente el diálogo colectivo, la más reciente versión de “La sirenita”. Esta película, presentada ahora en live-action, dejando atrás el clásico animado con el muchos crecimos, fue estrenada a finales de mayo pasado en las salas de nuestro país; hasta ahora con una muy buena respuesta del público en las taquillas.
Pero, el diálogo que ha generado esta película lamentablemente no gira en torno a su maravillosa historia. Gran parte de las opiniones, críticas, artículos y reportajes respecto a esta versión de “La sirenita”, han versado sobre Halle Bailey, actriz que da vida a Ariel, en adaptación dirigida por Rob Marshall.
Me parece más que atinado que Disney apueste por contar una vez más esta fascinante historia, surgida de la mente del autor danés Hans Christian Andersen, quien publicó este fantástico relato en 1837. Este cuento, a través de su cautivadora trama, personajes memorables y mensajes ocultos, hace que “La Sirenita” se erija como un ejemplo brillante de cómo el amor puede ser tanto hermoso como cruel.
El mensaje central de “La Sirenita” radica en la exploración de las complejidades del amor y sus consecuencias, que, distan mucho de los finales felices e idealizados por los medios a través del tiempo. Ariel, la protagonista, se encuentra atrapada entre dos mundos: el océano y la tierra. Su amor por el príncipe Eric la lleva a desafiar las reglas de su propio mundo, cumpliendo con terribles y dolorosos sacrificios para cumplir sus amorosos deseos.
Además, “La Sirenita” aborda la cuestión del sacrificio y la importancia de la identidad propia. Ariel renuncia a su vida como sirena y cambia su apariencia para convertirse en humana, todo en nombre del amor. Sin embargo, este acto de sacrificio también plantea interrogantes sobre la verdadera esencia del amor. ¿Debemos cambiar quienes somos para ser amados? ¿Es válido renunciar a nuestra identidad para complacer a otros? Estas preguntas invitan a la reflexión y plantean la posibilidad de que el amor no siempre sea la respuesta a todos los problemas.
El origen de esta cruel historia es posible que se tenga en un pasaje de la vida misma de su autor, el escritor Hans Christian Andersen, quien habría tenido una sufrida y frustrada relación sentimental en su época de estudiante.
“La Sirenita” es una obra maestra atemporal que sigue resonando con audiencias de todas las edades. Su mensaje sobre el amor y la crueldad nos recuerda que la vida misma es una combinación de luces y sombras, y que es nuestra responsabilidad abrazar ambas caras para seguir el camino.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo