Cada 22 de junio se recuerda con cariño que justamente ese día, pero del año 1938, de una fábrica en Fallersleben, afueras de Wolf burgo, salía la calle el primer “Volksauto” (auto del pueblo), más tarde bautizado como el “Beetle” (escarabajo) de Volkswagen.
Desde sus comienzos el “auto del pueblo” se posicionó en las mentes y corazones no solo del pueblo alemán sino del mundo entero, rivalizando con otras empresas automotrices que prometían mejor estabilidad y rendimiento óptimo.
Desde sus orígenes el sedán (conocido en México como “Vocho”) surge por las necesidades del pueblo alemán de volver una realidad lo que el Führer, Adolfo Hitler, había dado a conocer desde su arribo al poder, “Solo la raza aria es la poderosa, la fuerte, la más apta para dominar a las razas inferiores” una poderosa nación emergente necesitaba demostrar la supremacía en todos los aspectos posibles y es por eso que el sedán, como un automóvil que es del pueblo, para el pueblo y sobre todo está diseñado para representar la grandeza de Alemania surge en una época convulsa y sobre todo determinante en la historia universal.
En México muchos presidentes han hecho promesas de campaña, después de todo el fin último es llegar a la presidencia y cuando el presidente Miguel Alemán dejó el poder en 1952 sin haber cumplido una curiosa promesa de campaña: “quiero que todos los mexicanos tengan un Cadillac, un puro y un boleto para los toros”.
Al concluir su modernizador sexenio, la gente no fumaba puro -en todo caso preferían los “Faros”, los “Carmencitas” o cualquier otro cigarro sin filtro como se acostumbraba-; de vez en cuando podía darse el lujo de asistir a la Plaza México para presenciar una corrida, pero lo que definitivamente parecía imposible -al menos para la mayoría de la población- era adquirir un Cadillac o un “fordcito” -el transporte colectivo todavía era eficiente y cubría sin problemas la demanda de una ciudad cada vez más urbanizada y populosa.
Si bien la estabilidad y crecimiento económico del país fueron insuficientes como para dotar a los conductores de un Cadillac, desde los primeros años de 1950 puso al alcance del pueblo mexicano un pequeño auto, práctico y funcional, que por décadas sería el más económico: el Volkswagen sedán.
Llegó a México en un momento en que la moda automovilística era dictada por los Estados Unidos, por lo que el tamaño y diseño del Volkswagen -aunque causó sensación-, no agradó a muchos conductores que preferían los espacios amplios y tener la sensación de manejar, no un automóvil, si no una “lancha”.
En los primeros años de 1950, un general de apellido Martínez obtuvo la concesión de Alemania para importar el vehículo a México. Hizo los arreglos necesarios, pero nunca se dio la oportunidad de verlo personalmente.
Cuando lo conoció por fotografía se decepcionó tanto del auto que decidió renunciar a la concesión y cederla al príncipe Alfonso de Holenhoe, quien se convirtió en el primer concesionario de la firma germana y fundador de la Distribuidora Volkswagen Central, en enero de 1954.
El 23 de marzo el presidente Ruiz Cortines inauguró en Ciudad Universitaria la exposición de la Industria Alemana –tan sólo un día después de que dieran comienzo los primeros cursos en el nuevo campus del Pedregal. La exposición fue el mejor escaparate para los nuevos vehículos y los promotores del evento aprovecharon la presencia del general Lázaro Cárdenas, que viajó desde Michoacán para conocer el Volkswagen, para anunciar en los días siguientes al “hombre del pueblo con el auto del pueblo”.
En ese mismo año, el príncipe Holenhoe inscribió en la carrera Panamericana a siete sedanes que no llegaron en los primeros lugares, pero terminaron sin problemas la competencia de más de 3 mil 211 kilómetros. A partir de entonces el “vochito” se hizo famoso y en poco tiempo se ganó un lugar entre los mexicanos.
Pero al igual que la modernidad dio cuenta en México de los carruajes, los tranvías de mulitas y los ferrocarriles. Por desgracia el “Vochito” termino de escribir su historia en México.
Justo con otra promesa de campaña del ex presidente Vicente Fox “En mi sexenio todos los mexicanos y mexicanas tendrán un vocho y un changarro” y como siempre la promesa no se cumplió, pues dejo de fabricarse el sedán y entraron al mercado concesiones de tiendas que rivalizaron con las famosas “tienditas de la esquina”.