La inclusión educativa no es solo un concepto, va desde la lucha silenciosa de un estudiante por integrarse, ese sentimiento que seguramente muchos hemos padecido por sentirnos parte de un esfuerzo poco escuchado y justificado porque “los jóvenes se adaptan fácilmente”, sí y no, porque no todos somos iguales y porque se requiere de un proceso que se afronta de diferente manera, esto desde el asunto más individual, sin embargo, los espacios destinados a la educación en nuestro país se supone que deberían ser el lugar donde todos los niños y jóvenes encuentren igualdad de oportunidades, sin importar sus habilidades, su origen o sus circunstancias, para ello, la misión del docente en cualquier nivel es ser un agente de cambio que permita al estudiante potencializarse como tal.
La inclusión de la que hablo debe enfocarse en ir más allá y construir un sistema en el que los alumnos encuentren un entorno común y flexible que lo acompañe durante toda su carrera académica desde la inicial.
La personalización del aprendizaje es relevante, es decir. Adaptarlo a las necesidades individuales de cada estudiante, facilitar los recursos y otorgar herramientas sobre todo en aquellas aulas que no han sido alcanzadas por la tecnología, en una educación tradicional es menos factible que deba existir cualquier tipo de exclusión o estigmas, para ello, la capacitación a los maestros debe ser permanente, una formación continua que remplace la escasez tecnológica, un “adiestramiento” en diversidad e inclusión es cada vez más prioritaria, donde el respeto es la base principal para fomentar una cultura escolar de cero tolerancia que se promueva y lleve a cabo a la menor signos de segregación, de violencia o distinciones.
La inserción no puede lograrse de forma aislada, requiere la participación de la plantilla escolar, tanto de docentes como alumnado, así como el de las familias para generar una red apoyo que genere un ambiente educativo en el que todos los estudiantes se sientan valorados y con las mismas oportunidades para aprender, es por ello que el rol del docente es fundamental, para fomentar la participación sea constante y exista un pleno desarrollo educativo con una visión la que se palpe el esfuerzo y la empatía de quien enseña.
Por lo que el docente debe estar dispuesto a ajustar su método y planeación a las necesidades que el grupo a su cargo requiera, mucho más cuando un alumno tenga alguna capacidad diferente lo cual implica material accesible faciliten el aprendizaje. La comprensión y sensibilidad deben acompañados por el fomento una cultura de respeto para todos, las dinámicas, proyectos y actividades construyen un sentido de pertenencia y comunidad en el aula, por lo que el trabajo en equipo resulta fundamental.
Y es que hoy por hoy, ante los grandes avances de la tecnología, la globalización y todos aquellos elementos que nos hablan de la evolución humana no debe olvidarse que el inicio de todo ello se dio en las escuelas que potencializaron las habilidades y capacidades, en donde el compromiso de los catedráticos fue motivador de la enseñanza sin reparar jamás en ninguna distinción.