Cuando pensamos en nuestras amistades más queridas, seguramente vienen a nuestra mente recuerdos que involucran risas compartidas, llamadas de teléfono interminables, incluso cartas escritas a mano o fotografías impresas que guardamos como tesoros. Eran tiempos en los que cultivar una amistad requería un esfuerzo palpable: organizar reuniones, esperar respuestas y, sobre todo, dar tiempo para escuchar y ser escuchado.

Hoy las redes sociales dicen que nos acercan, pero ¿realmente lo hacen? En ocasiones creemos que una notificación de “me gusta” o un mensaje rápido en WhatsApp son suficientes para mantener la idea de que seguimos presentes en la vida del otro. Sin embargo, ¿nos estamos conformando?, y es que a pesar de la inmediatez de las plataformas a mi consideración, esa cercanía es ilusoria, primero, porque el contenido de nuestros muros representa la parte linda de nuestra vida, y está bien, y esperamos las reacciones a nuestras publicaciones, pero eso dista mucho de lo que la amistad es.

No quiero decir que la amistad no pueda prosperar en estos tiempos, al contrario, hoy, las herramientas tecnológicas permiten que personas separadas por la geografía se vuelvan a reencontrar o puedan mantenerse cerca, que gente con intereses comunes se reúnan. Pero también exige de nosotros el interés por mantener estas relaciones, en lo particular prefiero por mucho reunirme con los amigos, a tomar un café, asistir a un cumpleaños, tenerlos cerca y poder compartir momentos reales.

Para una generación que creció sin internet, adaptarnos a estas nuevas formas de amistad en ocasiones representa un desafío y, a la vez, una oportunidad para fortalecer nuestras conexiones, pero nunca debería reemplazar el tiempo de calidad que dedicamos a quienes nos importan, y no relegarlos sino considerarlos y valorarlos, mucho más ahora que desafortunadamente el trabajo y los compromisos de otra índole nos dejan poco tiempo para la convivencia social (y que ninguna pantalla puede reemplazar), instantes para crear recuerdos que perdurarán en nuestra memoria y otorgan alegría a nuestra historia, esta práctica puede ser la clave para encontrar un equilibrio entre la inmediatez digital y la profundidad emocional que tanto anhelamos. Porque al final las amistades que realmente cuentan son aquellas que trascienden y se han forjado con los instantes compartidos, con la complicidad y confianza que solo la convivencia permite.

Que maravillosa es esta época que nos llena de invitaciones para ver a los amigos, para cultivar esos lazos que nos enriquecen y nos acompañan en cada etapa de nuestras vidas; pero también qué maravilla la tecnología que todos los días nos ofrece en la distancia poder contactar a la gente que amamos, los abrazos no se reemplazan con likes, pero reconozco que las redes sociales nos mantienen conectados y nos actualizan de cierta manera con los amigos de siempre y con los nuevos que podemos crear, esta combinación entre lo digital y lo personal suman y eso es lo que cuenta.

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