Al toque de dos guitarras y bajo la luz de la luna menguante, coreaban una veintena de maestros a la orilla de las escalinatas de la aún fachada de la Universidad Politécnica de Francisco I. Madero (UPFIM) que sustituyó, en 2006, a la escuela normalista.
Sin la opción de internado, la normal retoma su misión de ofrecer educación a un pueblo que arrastra pobreza como en aquellos años en que fue fundada y en cuyas aulas estudiaron desde futuros políticos hasta luchadores sociales.
“Siempre te recordaré y mi vida yo daré, porque sigas todavía existiendo. Tu imagen me llevaré y contigo me tendré muy adentro de mi pobre pensamiento… su nombre es Luis Villareal ‘El Mexe’ forjadora de maestros”, cantaban.
Esa fachada de cantera rosa con tabique rojo, grandes ventanales y una enorme puerta de madera color chocolate, perteneció a una hacienda que expropió el general Porfirio Díaz a principios del siglo XX.
SUEÑOS DE JUSTICIA
Ahí está grabado 1926, año en que se creó la Escuela Central Agrícola de Hidalgo, y también nacieron los sueños de justicia de miles de maestros normalistas.
Así lo hizo ver Marcelino Martínez de la Cruz, maestro indígena normalista jubilado de 63 años de edad, quien viajó por más de cuatro horas desde Veracruz a Francisco I. Madero en Hidalgo, para presenciar, junto a miles de personas, el anuncio oficial de la reapertura encabezada por el presidente, Andrés Manuel López Obrador.
Discreto, con un sombrero de paja ligeramente de lado y una chamarra azul marino en la que bordó un escudo que decía “Generación 1971-1975”, Marcelino Martínez sonreía al mirar aquella fachada que muchas veces cruzó y que le dio la oportunidad de salir, a los 16 años de edad, de su natal Tantoyucan, Veracruz.
“Hoy vuelvo a darme cuenta de lo grande que es este lugar… El Mexe: un semillero para llevar las ideas liberales y revolucionar a las comunidades a través del conocimiento”, comentó mientras caminaba en la explanada del centro educativo, en dirección a la estatua de bronce, de dos alumnos sosteniendo un libro, símbolo de los maestros rurales.
TENÍA DOS OPCIONES: IR AL MEXE O QUEDARSE A TRABAJAR EN EL CAMPO
Por la mente de Marcelino Martínez nunca pasó ser maestro pero si, constantemente, la urgencia de salir adelante pese a sus carencias. Fue la misma vida que le presentó dos opciones: prepararse o acabar trabajando en el campo, como lo hace la mayoría de sus paisanos.
Recuerda que en ese tiempo no tenía dinero, pero si la necesidad de salir adelante. Es misteriosa la vida, dice, pues por azares del destino le llegó la convocatoria para ingresar a la normal rural de El Mexe, en Hidalgo.
“Sin nada que perder participé en el examen de oposición en Tamazunchale, San Luis Potosí, en 1971 cuando, junto con otros 859 aspirantes, concursamos por una de las 24 becas que daba el gobierno para ingresar al internado… fui el onceavo lugar de esa prueba”, comentaba mientras quedaba vacía la explanada que congregó al pueblo, alcaldes, diputados, funcionarios y mandatarios.
Hablante de náhuatl, Marcelino Martínez dice que se siente orgulloso, feliz y con mucha gratitud hacia la institución que lo forjó, pues, “si no fuera por el internado no hubiéramos hecho carrera, somos gente humilde que queríamos salir adelante y que necesitábamos una oportunidad”.
Recuerda que fue el 13 de septiembre de 1975 cuando dio sus primeras clases en la comunidad de Poza Azul de Los Reyes municipio de Tihuatlán, Veracruz, “y fue ahí donde me dije que si hoy soy maestro, voy a dar lo mejor de mí… aún hay gente que me sigue recordando”.
DOS PORRAS, UN DISCURSO QUE CALMÓ LOS ÁNIMOS
Previo a la llegada de Andrés Manuel López Obrador, la efervescencia estaba al máximo entre los estudiantes de la UPFIM, quienes con mantas y gritos pedían que no desapareciera la institución, y los egresados de la Normal Rural de El Mexe, que pugnaban por abrir el internado.
“No se va a desplazar a la UPFIM y vamos a preguntar si continúa el sistema de internado, no lo descartamos”, dijo el presidente quien calmó las porras de ambos bandos que estaban situados enfrente.
Como dato, fue en 2017 cuando la Auditoría Superior de la Federación (ASF) señaló a la UPFIM de una probable malversación de 185 millones 839 mil 480 pesos a través de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) por medio de contratos para realizar servicios informáticos, pese a que su vocación es agropecuaria.