Inglaterra.- Leanne Gresty pasó horas bajo el sol en la playa para conseguir un buen bronceado, pero el resultado no fue lo que ella esperaba.
La mujer originaria de Manchester quedo sorprendida al ver que su bronceado quedo muy mal, pues unas graciosas marcas le quedaron en la espalda por no ponerse bien el bloqueador solar.
Durante el verano, Leanne viajó a la playa de New Brighton, Merseyside, para pasar un buen momento con su hija. Al sentir el candente sol, pensó que era buena idea recostarse en la arena y aplicó un poco de crema para protegerse de los rayos UV.
Le puse crema solar a mi hija. No suelo usarla yo misma, pero aun así, me puse un poco en la espalda y los hombros. Realmente me preocupaban mis hombros. No me bronceo muy seguido, así que no le pedí a nadie que me aplicara la crema”.
Aplicó el bloqueador solar sobre sus manos y la esparció solamente por sus hombros, ya que era la zona que le preocupaba quemarse, dejando desprotegida su espalda y brazos.
Como no frotó el producto totalmente, solo quedo cubierta la zona de piel donde pusó sus manos, las cuales le quedarían marcadas al levantarse. La vacacionista optó por verle el lado divertido al incidente en lugar de llorar o enojarse.
El lugar en el que había aplicado la crema había funcionado, pero una vez que llegue a casa y me miré al espejo, vi las marcas de manos, ni siquiera sabía que estaban ahí al principio”.
La niña fue quien pusó sus manos en su espalda luego de haber estado jugando en la arena. Inmediatamente, su hermana trató de unificar el bloqueador pero las palmas de la pequeña ya se podían quitar.
Fue en ese momento que pensé: “¡Dios mío, ahí es donde me puse la crema solar!”. Era un día muy caluroso, pero habíamos estado en la playa con la brisa del mar, así que no nos dimos cuenta del calor que hacía ni de lo fuerte que era el sol. Ese día, todos fuimos atrapados y quemados. No solo fui yo”.
Después de regresar a casa y caminar por las calles con su característico bronceado, algunas personas le hicieron comentarios como que sus marcas se veían dolorosas o que si sabía que tenía un par de manos marcadas en la espalda.
Cuando la gente me veía, me señaló, pero me reí de ello. Las personas de mi trabajo también se rieron cuando les conté como sucedió todo y hasta me quité el uniforme para que lo vieran. Pude haber dicho que un hombre alto, musculoso y sexi me abrazó todo el tiempo, pero no iba a ser tan divertido”.
Por fortuna, esta experiencia quedó para el recuerdo y como una divertida lección tanto para ella como para el resto de nosotras porque debemos aplicar la crema de manera uniforme y no dejar que ninguna niña ponga sus manitas sobre nuestra espalda.