Rosario Magaña, de 54 años, vecina de la colonia Deportiva II, salió de su casa el sábado por la noche rumbo a San Juan

Guanajuato.- La peregrinación para visitar a la Virgen de San Juan de los Lagos, es una tradición de 390 años.

Año con año, durante la última semana del mes de enero, miles de sanjuaneros hacen recorridos de cientos de kilómetros hacia San Juan de los Lagos, Jalisco.

Rosario Magaña, de 54 años, vecina de la colonia Deportiva II en León, es una de ellos; desde que tenía 18 años inició con esta travesía de visitar a la virgen de San Juan y gracias a su abuelita, logró apostarse en el altar ante la virgen milagrosa que les ha sido inculcada dentro de la fe católica.

Vine con mi abuelita desde que tenía 18 años, desde entonces vengo, solo no vine ahora que estaba la pandemia”.

Un camino totalmente desconocido es poco para describir lo que se puede vivir en dos o tres días de caminata.

Continúa la experiencia, los relatos, el dolor, la fe, la exploración interna y personal nos la ha descrito, pero hasta que uno se adentra en la experiencia, lo puede comprender.

“Chayo” como le llaman sus seres queridos, platicó para AM que desde la primera vez que su abuelita la invitó a ir con ella, hasta la fecha no ha dejado de recorrer los caminos, donde miles de personas han pasado para dejar huella.

Veníamos por gusto, por fe y devoción a la Virgen de San Juan; ahora vengo igual, por fe, por devoción”, expresó Rosario.

“Nos preparamos de la mente, procuramos traer pomadas, vendas, suéter, bufandas, para el frío más que nada y las lesiones. Ahora que venimos a San Juan no tuvimos descanso, nos echamos la caminata de corrido”.

Salió de su domicilio a las 9 de la noche del sábado, en compañía de su hijo, pretendían llegar el domingo antes de que cerraran la catedral, pero debido a que padece de hipertensión, se le bajó la presión en una comunidad Loma del Estribo.

Debido a este contratiempo ya no alcanzaría a llegar a la basílica, por lo que primero se bebió un refresco para estabilizar su presión y después tomó un taxi en uno de los últimos puntos de hidratación para encontrarse con su hijo minutos más tarde.

En lo que yo me reponía le dije que avanzara, me tomé una Coca y le dije que seguiría acompañada de las otras personas que venían conmigo”, detalló Chayo.

Rosario recordó que en su primera salida a Lagos de Moreno, de regreso a casa, su mamá la recibió con un masaje en los pies y le curó sus leves lesiones, pero no se le formaron ampollas como le ocurre a la mayoría de las personas.

DSS

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