Por Neil MacFarquhar de The New York Times en exclusiva para AM en Guanajuato. 

El soldado ruso se llamaba Dmitri Tsvigun, un entrenador de tenis de mesa de una pequeña ciudad de Siberia que se había ofrecido como voluntario para luchar en Ucrania. Sin embargo, el 20 de noviembre, murió a la edad de 30 años a causa de heridas de metralla después de que el proyectil de un tanque estalló cerca de él en la provincia ucraniana oriental de Donetsk.

“Respondió a la llamada de su corazón para unirse a la operación militar especial”, mencionó un breve artículo conmemorativo publicado en un periódico local el 8 de diciembre.

Ese breve reportaje hizo que Tsvigun entrara a una lista de las muertes confirmadas de Rusia en la guerra, la cual es mantenida por un equipo pequeño y dedicado de periodistas de datos y voluntarios, ya que el Kremlin ha evitado, en esencia, actualizar la cifra públicamente. La lista, la cual administra Mediazona, un medio informativo independiente de Rusia, junto con el servicio ruso de la BBC y una docena de voluntarios anónimos en Rusia, toma información de fuentes como artículos de periódico, fotografías de lápidas, soldados que lamentan la muerte de sus camaradas e incluso información de familiares que quieren incluir a sus seres queridos en el conteo.

La lista ha superado los 10.000 nombres, incluidos más de 400 rusos reclutados hace poco.

“Si el gobierno ruso no cuenta las bajas rusas, entonces alguien tiene que hacerlo”, opinó David Frenkel, uno de los cuatro reporteros de datos de Mediazona que dirigen el proyecto. “Para nosotros es importante explicarles a los rusos el costo de la guerra”, añadió. “Si no entienden el costo después de ver las imágenes de las ciudades ucranianas devastadas, tal vez reflexionen al conocer la cantidad de rusos muertos”.

El gobierno ruso ha intentado evitar justo eso, pues apenas ha hecho mención de la cantidad de muertos en la guerra que inició tras su invasión de Ucrania el 24 de febrero. El gobierno ha actualizado la cifra exactamente dos veces: una a finales de marzo y otra en septiembre, cuando el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, dijo que habían muerto 5.937 soldados rusos desde que empezó la guerra.

Esa cifra oficial es notablemente inferior a los estimados de las autoridades militares y de inteligencia de Occidente. Por ejemplo, Mark A. Milley, general y jefe del Estado Mayor Conjunto, dijo en noviembre que las bajas de Moscú eran “bastante superiores a los 100.000 soldados rusos muertos y heridos”.

Ha habido estimados similares de las bajas ucranianas: Mykhailo Podolyak, un alto asesor del presidente Volodímir Zelenski, declaró este mes a un canal de noticias ucraniano que hasta 13.000 soldados ucranianos habían muerto en el conflicto.

Con tanta niebla de guerra cubriendo el tema, Mediazona decidió que era necesaria una investigación en línea para establecer una base de referencia de las muertes rusas. En Rusia, un grupo desperdigado de voluntarios ya había intentado documentar las muertes por su cuenta y el servicio BBC News Russian había publicado varios artículos sobre la materia, así que unieron fuerzas.

No se propusieron documentar todas las muertes y calcularon que su conteo de rusos era entre un tercio y la mitad del total real. Sin embargo, al recopilar toda la información disponible en redes sociales y al ponerle nombre a cada uno de los muertos, descubrieron que su cifra era mejor que un estimado.

“Lo importante no es solo la cantidad, sino quién murió o cómo murió”, mencionó Maxim Litavrin, otro periodista de datos de Mediazona.

Los ucranianos publican una ola de información desordenada sobre los rusos muertos en la guerra, incluidos los nombres de los fallecidos, a varios canales de la aplicación de mensajería Telegram. Luego, el equipo de investigadores voluntarios en Rusia busca los nombres en las redes sociales.

Toda la información procedente de fuentes abiertas acaba en una enorme hoja de cálculo. Los periodistas trabajan a toda prisa para revisar los enlaces y hacer copias de seguridad de todo, porque a menudo desaparecen las publicaciones personales. Cotejan los nombres con un sitio web gubernamental que enumera los fallecidos en toda Rusia, pero que no especifica las muertes de militares.

Según los periodistas de datos, siete de cada diez confirmaciones provienen de noticias locales, mientras que el resto es una mezcla. Entre ellas hay anuncios de autoridades o empleadores locales; publicaciones individuales en VKontakte, el equivalente ruso de Facebook; y fuentes como fotografías de placas conmemorativas colocadas en las escuelas donde estudiaron los soldados fallecidos.

Cada dos semanas, Mediazona procesa todas las cifras para desglosarlas en su sitio web, incluidas las muertes por región, unidad militar y edad.

Los resultados pueden variar drásticamente según la región. Por ejemplo, en Daguestán, Rusia, donde servir y morir en el Ejército ruso se considera un honor, las autoridades suelen hacer declaraciones sobre los asesinados.

En algunas regiones, como Krasnodar, los voluntarios han contado cientos de muertos en la guerra después de visitar los cementerios. Incluso las lápidas temporales de los cementerios rusos suelen incluir una foto del fallecido, junto con el nombre, la unidad militar, la fecha de nacimiento y la fecha de muerte.

“Los cementerios nos dan mucha información”, afirmó Frenkel.

Los analistas militares tienen opiniones encontradas sobre el proyecto. Algunos prefieren trabajar con estimados de la cantidad total de muertos y no con una parte del total. Otros destacan que el trabajo ha sido especialmente útil para identificar patrones.

“El proyecto es una instantánea útil de los desgloses y patrones más amplios de las bajas rusas”, dijo Karolina Hird, analista de Rusia en el Instituto para el Estudio de la Guerra, con sede en Washington. “Sabemos que las autoridades rusas simplemente no están presentando informes veraces sobre las bajas”.

Los reporteros de Mediazona señalaron que la resistencia frente a las guerras de Afganistán y Chechenia se desarrolló al mismo tiempo que el número de muertos, pero apenas ha habido señales de esto en Rusia.

Según los reporteros, consultar información sobre personas muertas todos los días tiene un costo para el estado mental, pero algunas publicaciones se les quedan grabadas. Litavrin recuerda haber leído sobre un hombre de 40 años, con una vida tranquila y normal y una hija, que se presentó como voluntario en agosto. Murió después de dos semanas en el campo de batalla.

“Me pregunté en qué estaba pensando ese hombre”, comentó Litavrin. “Es terrible”.

c.2022 The New York Times Company

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