Por Nicholas Kristoff de The New York Times Español para AM Guanajuato
Hace dos décadas, en un viaje que hice a Gaza para un reportaje, interrumpí un partido de futbol de algunos chicos de bachillerato y les pregunté sobre sus vidas y sus expectativas. La conversación se desvió hacia Israel y el terrorismo, así que les hice algunas preguntas sobre si creían que sería moralmente aceptable que un grupo de palestinos bombardearan a un grupo de mujeres israelíes.
“Estaría bien”, respondió Motaz Abuleilah, quien entonces tenía 15 años, como escribí en ese momento. “Todas luchan en su Ejército”.
Entonces ejercí más presión. ¿Sería aceptable hacer estallar una bomba en una escuela de bachillerato para chicas?
Siguieron asintiendo. “Estaría bien”, comentó Ibrahim Abudaya, de 18 años en aquel entonces. “Dios sabe que las chicas se volverán combatientes”.
¿Y qué me dicen de hacer estallar la embajada estadounidense?
“¡Buenísimo!”
Luego les pregunté: ¿Y hacer explotar una guardería en Israel?
“No, no, no”. Habían llegado a un límite y se enorgullecían de su compasión. En los últimos días, mientras he recordado a la gente que conocí en Gaza cuando he realizado reportajes ahí a lo largo de los años, me he preguntado si algunos de esos chicos, lindos y amables conmigo, se habrían convertido en los terroristas que participaron el 7 de octubre pasado en la barbarie en Israel.
Es posible que ahora Israel esté preparado para ejecutar una invasión terrestre en Gaza de maneras que me temo sumarían otra catástrofe humanitaria a la ya existente y, en vez de erradicar a los extremistas, reforzaría la narrativa de odio de Hamás y aumentaría la animadversión que manifestaron aquellos chicos.
El desalojo de Gaza, un crimen de guerra
Según Jan Egeland, el respetado secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados, la demanda de Israel de que más de un millón de personas salgan de sus hogares en Gaza, cuando no tienen adónde ir, podría constituir un crimen de guerra de desalojo forzoso. Se teme que Israel trate a todos los que no puedan huir como combatientes que hay que eliminar.
Israel cuenta con una superioridad táctica, pero ¿cuál es su estrategia? ¿Quién gobernará después lo que quede? ¿Y cómo será posible que la matanza masiva de civiles palestinos pueda ofrecer concordia con Israel después?
No obstante, también es cierto que Israel está frente a un serio dilema cuando tiene un vecino liderado por terroristas y habitado por futbolistas adolescentes que exaltan el terrorismo. ¿De dónde proviene esa ira, esa disposición a masacrar incluso a chicas de bachillerato?
Durante los años que he escrito reportajes en Gaza, he llegado a pensar que uno de los orígenes es la instigación de Hamás y de algunos grupos palestinos que generan una cultura que glorifica a los “mártires” que fallecen mientras matan israelíes. Es una gran tristeza que sea tan común hablar con niños gazatíes cuyo sueño no es convertirse en bomberos ni médicos, sino en terroristas suicidas.
Esa es una razón por la que la solidaridad con Hamás en algunos barrios de izquierda es tan desatinada. Los militantes de Hamás no son combatientes por la libertad; son opresores misóginos de su propio pueblo que cometen atrocidades contra los israelíes, mismos que provocan contrataques que matan civiles. En vez de ayudar a que los palestinos avancen, Hamás aumenta muchísimo su sufrimiento.
Sin embargo, también debemos decir esto: Otro motivo del odio es el interminable deterioro de Gaza como resultado de los bombardeos reiterados y del bloqueo económico de Israel.
Una de las tragedias de los palestinos es que sistemáticamente han tenido liderazgos débiles y miopes, y Hamás es un ejemplo de ello. La opresión colonial de la India hizo que surgiera Gandhi, la turbulencia en Sudáfrica provocó la aparición de Mandela, y los disturbios de los palestinos dieron origen a Hamás.
No obstante, tal vez una causa de ese patético liderazgo sea el sufrimiento y la humillación que pueden ocasionar que el pueblo enojado y desesperado recurra a los demagogos.
Hamás, entre la incompetencia y el rechazo
Los gazatíes votaron por Hamás en 2006, pero tenían una idea variada de ese grupo; una mayoría manifestó cierto respaldo, pero el 70 por ciento afirmó en una encuesta de julio que le gustaría que Hamás le entregara la administración del territorio y sus unidades armadas a la Autoridad Palestina, que es mucho más moderada. En 2015, incluso un oficial de bajo rango de Hamás me apartó para decirme lo mucho que odiaba a ese grupo debido a su incompetencia en materia económica, y el 62 por ciento de los gazatíes dijeron este verano que querían seguir con el cese al fuego con Israel.
Entonces, ¿por qué Hamás rompió ese cese al fuego de manera tan espectacular? Tal vez porque sabía que Israel respondería infligiendo todavía más sufrimiento a los gazatíes de modos que harían que Hamás se popularizara más. Después de los enfrentamientos de 2021 que originaron los bombardeos por parte de Israel, las encuestas revelaron que Hamás aumentó su popularidad entre los palestinos debido a que cuando la gente ve que sus amigos mueren, en ocasiones su ira la impulsa a aplaudirle a cualquiera que parezca estar combatiendo por ella.
En las entrevistas que he realizado en Gaza, he descubierto que la gente mayor está agotada por la guerra y a veces culpa a Hamás por provocar los bombardeos, pero al parecer a muchas personas jóvenes les entusiasma ver que alguien está contratacando.
Parece que Israel cree que con una invasión terrestre puede eliminar a Hamás. Yo tengo mis dudas y sospecho que incluso si Hamás fuera eliminado como organización, el extremismo se intensificaría y surgirían otros grupos radicales. Alimentado por el sufrimiento, Hamás es una hidra: cuando se le corta una cabeza, le crecen otras dos.
En Gaza, el sector natural de la moderación es la comunidad empresarial pero, desde 2007, el bloqueo de Israel acabó con ese grupo y quebró su influencia. En parte por el bloqueo, y en parte por la intransigencia e incompetencia de Hamás, Gaza tiene un ingreso per cápita de tan solo 1250 dólares aproximadamente, lo que hace que su población sea más pobre que la de Haití y, en el transcurso de la semana pasada, cerca de 6000 bombas han caído del cielo, lo que aumentó el sufrimiento. Naciones Unidas afirma que ha muerto más gente en Gaza que en los ataques terroristas de Israel, y yo temo que la matanza en Gaza apenas esté comenzando.
“Cuando se disparan misiles a zonas densamente pobladas, se matan a los niños y eso es lo que el Ejército israelí ha estado haciendo”, señaló Sari Bashi, de Human Rights Watch. Los crímenes de guerra no deberían ser compensados con más delitos.
Muchos israelíes no están dispuestos a escuchar esto. Sufrieron un golpe demoledor, entre las peores masacres de judíos desde el Holocausto. El estribillo de Israel es un atribulado: Pero, ¿qué esperan que hagamos?
Está muy bien. Todos esperan que Israel contrataque. La cuestión práctica es hasta dónde llegar: en términos más contundentes, ¿cuántos niños gazatíes son demasiados para Israel?
Antes de que lidiemos con esa pregunta imposible, quiero asegurarme de no dejar la impresión de que todos los gazatíes son como esos adolescentes con el corazón envenenado. Otra persona de Gaza que me dejó una impresión muy profunda fue una mujer llamada Sumud Abu-Ajwa, cuya casa había sido afectada por el bombardeo de 2014, cuyo esposo había sido herido y cuyos hijos estaban hambrientos.
“¿Usted quiere que las madres israelíes sufran lo que usted ha sufrido?, le pregunté. “Claro que no”, respondió. “Yo espero que Dios no permita que nadie más viva nuestro sufrimiento”.
RSV