Por Patrick Kingsley y Ronen Bergman para The New York Times en exclusiva para AM
A lo largo de la frontera entre Israel y Gaza.- Los diez hombres armados de Gaza sabían exactamente cómo encontrar el centro de inteligencia israelí… y cómo entrar en él.
Después de adentrarse en Israel, se dirigieron hacia este en cinco motocicletas, con dos hombres armados en cada vehículo, desde donde dispararon a los autos civiles que pasaban.
Dieciséis kilómetros más tarde, se desviaron de la carretera hacia una zona boscosa y se bajaron de las motocicletas frente a una puerta no vigilada de una base militar. Volaron la barrera con una bomba pequeña, entraron en la base y pararon para tomar una selfie grupal. Después de mataron a tiros a un soldado israelí desarmado vestido con una camiseta.
Por un momento, los atacantes parecieron dudar sobre el siguiente paso. Entonces uno de ellos sacó algo de su bolsillo: un mapa del complejo codificado por colores.
Tras orientarse, encontraron una puerta sin cerrar que daba a un edificio fortificado. Una vez dentro, entraron en una sala llena de computadoras: el centro de inteligencia militar. Bajo una cama de la habitación, encontraron dos soldados escondidos.
Los sicarios los mataron a tiros.
Esta secuencia fue captada por una cámara que uno de los hombres armados, que murió más tarde, llevaba sujeta a la cabeza. The New York Times revisó las imágenes y después verificó los hechos con entrevistas a funcionarios israelíes y la visualización del video que el Ejército israelí grabó del ataque.
Estas imágenes ofrecen escalofriantes detalles de cómo Hamás, el grupo armado que controla la Franja de Gaza, logró sorprender y superar al ejército más poderoso del Medio Oriente el sábado pasado, al cruzar la frontera, recorrer más de 77 kilómetros cuadrados, mientras tomaban más de 150 rehenes y mataban a más de 1300 personas en el día más sangriento para Israel en sus 75 años de historia.
Con una planificación meticulosa y un conocimiento extraordinario de los secretos y debilidades de Israel, Hamás y sus aliados arrasaron toda la extensión del frente israelí con Gaza poco después del amanecer, lo cual conmocionó a una nación que durante mucho tiempo ha considerado la superioridad de sus fuerzas armadas como algo incuestionable.
Con drones, Hamás destruyó torres importantes de vigilancia y comunicaciones a lo largo de la frontera con Gaza, con lo que dejó al Ejército israelí con enormes puntos ciegos. En motocicletas y camionetas, los atacantes se adentraron en Israel, y tomaron al menos ocho bases militares y perpetraron atentados terroristas contra civiles en más de 15 pueblos y ciudades.
Documentos de planificación de Hamás, grabaciones del ataque y entrevistas con funcionarios de seguridad muestran que el grupo tenía un conocimiento muy sofisticado de cómo operaba el Ejército israelí, dónde tenía apostadas unidades específicas e incluso el tiempo que tardarían en llegar los refuerzos.
El Ejército israelí afirma que, al terminar la guerra, investigará cómo Hamás logró violar sus defensas con tanta facilidad.
Pero independientemente de si las fuerzas armadas fueron descuidadas con sus secretos o infiltradas por espías, las revelaciones ya inquietan a funcionarios y analistas que se preguntan cómo el Ejército israelí (conocido recopilar inteligencia) pudo haber revelado sin advertirlo tanta información sobre sus propias operaciones.
La consecuencia fue una escalofriante serie de atrocidades y masacres, en lo que el presidente israelí Isaac Herzog ha descrito como la peor matanza de judíos en un solo día desde el Holocausto.
Tal consecuencia echó por tierra el aura de invencibilidad de Israel y provocó un contraataque israelí en Gaza que en una semana cobró la vida de más de 1900 palestinos, con una ferocidad nunca vista en esa zona.
También echó por tierra las suposiciones de que Hamás, designado desde hace tiempo como grupo terrorista por Israel y muchos países occidentales, se había vuelto gradualmente más interesado en gobernar Gaza que en utilizarla para lanzar ataques de gran envergadura contra Israel.
Hamás hizo creer a los israelíes que estaban “ocupados gobernando Gaza”, dijo Ali Barakeh, dirigente de Hamás, en una entrevista televisada el lunes. “Mientras eso sucedió, Hamás se preparaba por debajo de la mesa para este gran ataque”, agregó.
‘¡Hamás está en el kibutz!’
Los terroristas estaban dentro de la casa de Addi Cherry, al otro lado de una puerta abierta.
Cherry, su marido y sus tres hijos estaban escondidos dentro del dormitorio de su hijo mayor, escuchando a los hombres armados deambular por su sala de estar.
“Por favor, ayúdanos”, envió Cherry un mensaje de texto a una amiga mientras uno de los asaltantes se acercaba cada vez más a la puerta del dormitorio.
Entonces, el hombre tomó el picaporte.
Para la familia de Cherry el día había comenzado con una ráfaga de misiles lanzados desde Gaza, poco después de las 6 de la mañana.
Cherry, economista, y su esposo, Oren, ingeniero, corrieron con sus hijos a la habitación de su hijo mayor, que también funcionaba como refugio antibombas.
Al principio, los acontecimientos de la mañana les resultaron angustiosamente familiares. La familia Cherry vive en el kibutz Nahal Oz, un pueblo rural de unos 500 habitantes situado en Israel, a unos cientos de metros al este de la frontera con Gaza. Los disparos de misiles a primera hora de la mañana (y la consiguiente carrera a la habitación segura) son una característica frecuente de la vida en la región.
“Como siempre”, recuerda haber pensado Addi Cherry.
Pero esa mañana, pronto se sintió diferente. Los misiles siguieron cayendo, muchos de ellos con destino hacia el interior del territorio israelí.
Luego, desde los campos que rodean el pueblo, llegó el sonido de disparos.
Oren Cherry salió del dormitorio y se asomó por las contraventanas del salón.
“Oh, Dios”, recuerda Addi Cherry que gritó su marido. “¡Hamás está en el kibutz! ¡Hamás está en el kibutz!”.
Eran las 7:20 de la mañana.
Cientos de invasores de Hamás, que llevaban armas y lanzaban misiles al hombro, así como la cinta verde del grupo en la cabeza, atravesaban los campos del pueblo.
Esto fue parte de un ataque coordinado que, como muestran documentos y videos, envió escuadrones de atacantes a objetivos precisos. Mientras unos arrasaban las bases militares, otros atacaban áreas residenciales, donde secuestraron y mataron sin piedad a civiles.
En cuestión de minutos, llegaron a la calle de los Cherry.
La familia tuvo que actuar con rapidez. Su refugio antibombas, la habitación de un adolescente, no tenía cerrojo.
Los padres tomaron una silla y la colocaron sobre la manija de la puerta para atrancarla.
Arrastraron un armario pequeño y lo colocaron contra la silla.
Luego esperaron. Había una base militar junto al pueblo. Los soldados israelíes llegarían en cuestión de minutos, recordó pensar Addi Cherry.
Lo que ella no sabía era que muchos de ellos ya estaban muertos.
‘Tomen soldados y civiles’
A lo largo de toda la frontera, los hombres armados de Hamás atacaron la mayoría, sino que es que todas las bases fronterizas israelíes.
Las imágenes de las cámaras montadas en la cabeza de los agresores, incluido el video del operativo que ejecutaron en el centro de inteligencia, mostraron a los sicarios de Hamás —de su altamente entrenada brigada Nukhba— rompiendo las barricadas de varias bases al amanecer.
Tras atravesarlas, fueron despiadados a la hora de abatir a tiros a algunos soldados en sus camas y en ropa interior. En varias bases, sabían exactamente dónde estaban los servidores de comunicaciones y los destruiron, según un alto oficial del Ejército israelí.
Dado que gran parte de sus sistemas de comunicaciones y vigilancia quedó fuera de servicio, muchas veces los israelíes no pudieron ver la llegada de los comandos. Les resultó más difícil pedir ayuda y organizar una respuesta. En muchos casos, fueron incapaces de protegerse a sí mismos, ni qué decir de los pueblos civiles de los alrededores.
Un documento de planeación de Hamás —encontrado por los equipos de emergencia israelíes en un pueblo— mostraba que los agresores estaban organizados en unidades bien definidas con objetivos y planos de batalla definidos con claridad.
Un pelotón designó navegantes, saboteadores y conductores, así como unidades de mortero en la retaguardia para cubrir a los atacantes, según muestra el documento.
El grupo tenía un objetivo específico, un kibutz, ya los agresores se les ordenó asaltar la aldea desde ángulos específicos. Habían calculado cuántos elementos del Ejército israelí se encontraban en los puestos cercanos, cuántos vehículos tenían a su disposición y cuánto tiempo les tomaría a las fuerzas de auxiliares israelíes llegar a donde se encontraban.
El documento tiene fecha de octubre de 2022, lo cual sugiere que el ataque fue planeado por lo menos desde el año pasado.
En otros lugares, otros atacantes se situaron en cruces de carreteras decisivos para tender emboscadas a los refuerzos israelíes, según cuatro oficiales y oficiales de alto rango.
Algunas unidades tenían instrucciones específicas de capturar israelíes para utilizarlos como moneda de cambio en futuros intercambios de prisioneros con Israel.
“Tomen soldados y civiles como prisioneros y rehenes con los que negociar”, decía el documento.
‘Vamos a morir’
Los terroristas irrumpieron en la casa de los Cherry poco antes de las 10 de la mañana, según los textos que Addi Cherry envió una amistades en ese momento.
Ya habían matado a los guardias del kibutz ya un voluntario de seguridad civil que se había apresurado a enfrentarse a ellos en los primeros momentos del atentado, según los dirigentes del pueblo.
Ahora los terroristas iban casa por casa, intentando encontrar gente a la que matar y secuestrar.
“Por favor, envían ayuda”, tecleó Addi Cherry en su teléfono.
En la casa de los Cherry los terroristas forzaron la puerta. A continuación, entraron gritando y saqueando la casa, según Addi Cherry.
“Vamos a morir”, recuerda haber pensado.
La familia esperaba aterrada en silencio, con la esperanza de que los intrusos ignoraran la puerta del dormitorio y dieran por sentado que todo el mundo estaba fuera.
Addi Cherry y su marido apoyaron todo su peso contra el armario, para apuntalar la silla bajo el picaporte.
Guy, de 15 años, su hijo mayor, se colocó junto a la puerta, sosteniendo una mancuerna de 18 libras. Si alguien entraba, el plan era tirarsela a la cabeza.
Entonces la manilla se movió.
Los padres empezaron a empujar el armario.
El mango siguió moviéndose.
Luego se detuvo. El agresor se alejó.
‘Los cuerpos estaban en llamas’
El general de brigada Dan Goldfus recordó que condujo hacia el sur sin saber con exactitud a dónde iba.
Goldfus, de 46 años, comandante de paracaidistas, había estado de permiso en su casa, haciendo caminatas en su barrio al norte de Tel Aviv, Israel. Entonces vio un video procedente del sur, en el que se veía a terroristas atravesando una ciudad, sin ningún impedimento.
Sin esperar órdenes, el general dijo que corrió a casa, se puso el uniforme y se dirigió al sur.
Recogió armas y dos soldados de su base en el centro de Israel y llamó a amigos y colegas para saber qué estaba pasando.
Solo algunos contestaron. Del resto, “nadie entendía realmente el panorama completo”, dijo Goldfus en una entrevista.
La velocidad, la precisión y la magnitud del ataque de Hamás habían desorganizado al Ejército israelí y, durante muchas horas, los civiles quedaron abandonados a su suerte.
Utilizando los pocos datos que pudo reunir, Goldfus dijo que él y los soldados se dirigieron a un pueblo al norte de Nahal Oz, y luego fueron avanzando poco a poco hacia el sur.
Eran alrededor de las 10 de la mañana. Todo a su alrededor eran masacres y atrocidades.
Los muertos israelíes se alineaban en las carreteras, junto a los restos de automóviles quemados y volcados.
En un rave nocturno al aire libre, unos hombres armados habían matado a unos 260 asistentes.
“Los cuerpos estaban en llamas”, recordó haber visto a Goldfus en el lugar.
El ataque de Hamás desató una violenta batalla campal. Algunos habitantes de Gazaon las fronteras abiertas y algunos de ellos transmitieron lo que hacían cruzar en sus teléfonos. Los residentes de Gaza saquearon las casas y se llevaron computadoras, ropa, vajillas, televisores y teléfonos, dijeron los sobrevivientes.
En algunos poblados israelíes, los residentes fueron quemados vivos en sus casas mientras los terroristas perseguían a los civiles, en busca de personas a las que capturar y matar. Abuelos, niños pequeños y un bebé de 9 meses fueron capturados y llevados de vuelta a Gaza, algunos de ellos estrujados entre sus secuestradores en motocicletas.
Y durante gran parte del caos, el ejército israelí brilló por su ausencia.
Cerca del kibutz Reim, Goldfus recordó encontrarse con otro comandante de alto rango por casualidad. Al igual que él, el oficial se había dirigido a toda prisa al lugar por instinto, sin ningún tipo de instrucciones, y había reunido a un pequeño grupo de soldados.
Allí mismo, los dos hombres idearon su propia estrategia “ad hoc”.
“Aquí no hay órdenes”, dijo Goldfus. “Le dije: ‘Tú ve desde este lugar hacia el sur y yo iré desde este lugar y hacia el norte’”.
Así fue como se produjo parte del contraataque israelí: soldados o civiles voluntarios (entre ellos generales retirados de más de 60 años) se apresuraron a llegar a la región e hicieron lo que pudieron.
Israel Ziv, antiguo general, llegó a una batalla cercana en su Audi.
Yair Golan, jefe adjunto del Estado Mayor retirado y exlegislador de izquierda, dijo que cogió un arma y empezó a rescatar a los sobrevivientes de una masacre en una fiesta rave que se escondían en los arbustos cercanos.
“Nos educaron para correr lo más rápido posible hacia el fuego”, dijo Goldfus. “Así podemos ser los primeros en llegar”.
Para la tarde del domingo, aún había presencia de Hamás en varias ciudades y bases. Tendrían que pasar varios días para que toda la zona estuviera completamente asegurada.
Addi Cherry salió alrededor de las 5 de la tarde del sábado del kibutz Nahal Oz y encontró su casa de cabeza, el microondas había sido arrancado de la pared y los cajones de los armarios estaban volcados sobre el piso, había un charco de sangre seca en el suelo.
Más temprano, oyó un tiroteo en su casa y en los alrededores. Creía que un terrorista había muerto en la casa y que otros combatientes se habían llevado su cadáver ensangrentado.
Algunos sobrevivientes se negaron a abrir las puertas de su casa, incluso después de la llegada del Ejército.
Cuando los soldados llegaron a la casa de Oshrit Sabag, otra residente del kibutz Nahal Oz, ella temió que eran terroristas disfrazados.
Incluso después de que los soldados comenzaron a charlar entre ellos en hebreo para demostrar quiénes eran, Sabag, de 48 años, no estaba convencida.
Lo único que la tranquilizó, fueron las plegarias judías de los soldados.
“Todo está bien, todo está bien”, recuerda Sabag que decían. “’Somos judíos’”.
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JFF