Ciudad de México.- Después de 30 meses de portar el cubrebocas de manera obligatoria, usuarios de vuelos comerciales celebraron el ver de nuevo sonrisas, entenderse mejor… y respirar.
Tras publicarse la disposición de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) de que el uso cubrebocas no es obligatorio, los pasajeros reconocieron sentirse extraños, pero contentos con esta nueva etapa de la “normalidad”.
“Claro que me siento raro, pero a la vez muy contento por volver a ver las sonrisas de mis vecinos en el asiento, es lo que más me gustó”, dijo Fabián Gómez, procedente de Zacatecas en el vuelo 2643.
Recordó que durante la pandemia los pasajeros tenían que optar entre “comer como ratones” a bordo del avión o no aceptar los alimentos que ofrecen las aerolíneas.
“¿Recuerdas eso? Era horrible, en vuelos largos o en vuelos que tienen carta, era muy molesto que uno se descubriera el cubrebocas y enseguida tu vecino de al lado comenzara a toser, se te iban las ganas de comer algo, porque dices: ¡el virus ya está ahí, flotando!, y pues me lo volvía a poner, y el lonch a la mochila”, expresó.
La AFAC afirmó que las aeronaves utilizan un sistema de filtración de alta eficiencia (HEPA) que elimina el 99.9 por ciento de macropartículas, bacterias y virus.
-¿Cómo fue ahora el viaje?, se le preguntó Fabián, de 32 años, pasajero del mismo vuelo.
“Pues, te la crees, no ves a alguien enfermo, viene la sobrecargo, por fin las ves sonreir cuando te ofrezcan una bebida, ese trámite era engorroso que no me oyeran, o yo a ellas, era muy molesto gritar”.
“Y luego pues pláticas con el de al lado, y ver sus emociones al momento de platicar cambia todo; con el cubrebocas, en verdad, hubo momentos que no les entendía en los pocos momentos que platiqué con alguien, todos a sus dispositivos electrónicos o lecturas, las pláticas se volvieron raras”, comentó.
Karla también dijo que vivió su momento sin cubrebocas, pero a medias.
La joven voló de Puerto Vallarta a la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y dijo que tuvo que utilizar las mascarillas “por respeto”.
“Fue muy extraño, ya dijeron que no es obligatorio, pero no manchen, la pareja de abuelitos que iba a mi lado, y mi otro vecino después del pasillo, también un señor grande, usaron el cubrebocas todo el tiempo, me sentí mal, como chinche, así que pues me lo puse en todo el viaje, menos a la hora de los alimentos, pero me sentí mal porque en verdad no quería usarlo”, narró.
Una vez que aterrizó en el AICM, la joven se quitó el cubrebocas, pero también a medias una vez que llegó a los ambulatorios.
“¡Ve, mucha gente lo trae! Entonces te confunden”, expresó.
“A nosotros ya nos dijeron que como queramos, o sea, que es opcional. Pero, mira, los mandos lo usan, los usuarios lo usan, para no desentonar, mejor me lo pongo”, dijo un elemento de la Marina, encargado de la seguridad en la terminal aérea.
Hugo viajó de Guadalajara a la Ciudad de México, y al igual que Daniel, quien voló desde Puerto Vallarta, se atrevieron a ser “libres del cubrebocas”.
“Pues si dicen que ya no es obligatorio, pues adiós, y se siente bien”, lanzó Hugo.
“Ah, pero aquí en la CDMX si hay que usarlo en el metro ¿Verdad?”, lamentó Daniel.
Francisco, procedente de Ciudad Obregón en el vuelo 2067, celebró reconocer a Mónica, una sobrecargo que no veía en meses.
“Y si la veía, pues ni enterados, cada uno con los cubrebocas, lentes, micas, imagínate, subíamos a los aviones como bultos, sin chance de cruzar palabras más que las necesarias, hoy me dio mucho gusto saber de la sobrecargo, que al final de cuentas se hace uno de conocidos en los vuelos, pero que los perdimos en la pandemia”, reflexionó.
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FRG