Ciudad de México.– Un día de finales de diciembre, pasadas las 10 de la mañana, una baldosa de barro de la cúpula principal de la Catedral Metropolitana de México se desprendió y dejó al descubierto el primer hallazgo: una caja de plomo que cabía en la palma de la mano del restaurador y tenía una inscripción en latín.
En el interior, se encontraba una pintura que representaba un pasaje de la Biblia y estaba pintada en colores sobre pergamino.
Los trabajadores continuaron quitando baldosas durante ocho horas y así aparecieron otras 22 cajas de metal opaco envejecidas y con manchas blancas similares a la primera. El descubrimiento ocurrió durante la restauración de la Catedral, que sufrió daños “moderados” en el sismo de 2017 y necesita constantes labores de conservación. Al terminar, vieron que tenían objetos “únicos” entre manos.
El hallazgo fue anunciado en la mañanera, por el director de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura, Arturo Balandros.
Las cajas aparecieron en pequeños nichos rectangulares y poco profundos que se encuentran en la linternilla de la Catedral, es decir, el espacio tubular que remata la cúpula central del edificio religioso y permite la entrada de luz y aire.
Algunas de las 23 cajas tienen inscripciones en latín que hacen alusión a santos o seres divinos. Por ejemplo, en una de ellas hay escrita una plegaria a Jesús de Nazaret para pedir protección y piedad.
La Catedral Metropolitana de México, que se encuentra en uno de los lados del Zócalo capitalino, fue construida a lo largo de 240 años, entre 1573 a 1813. Era, en realidad, la segunda Catedral que se alzaba, iniciada por el arquitecto Claudio de Arciniega.
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