Una mujer llora al lado del cuerpo de su novio quien fue apuñalado por ladrones en el Parque de Chapultepec, en Ciudad de México, 1995

Ciudad de México .- El morbo, el rechazo, el miedo o el dolor son compañeros frecuentes de aquellos que presencian la muerte de alguien. 

El fotógrafo Enrique Metinides (Ciudad de México, 1934-2022) retrató cada uno de los matices que la envuelven y fue más allá: encontró la belleza en cada suceso trágico de la capital mexicana, de la que se convirtió en cronista privilegiado desde que era un niño. 

A un año de su fallecimiento, la Secretaría de Cultura federal, junto a la familia del reportero, recuperó el importante legado gráfico que dejó tras de sí e inauguró el sábado una exposición en su honor bajo el título “El ojo infinito de Enrique Metinides: sucesos vigentes de la nota policiaca”.

La galería, que se podrá visitar de forma gratuita en el Complejo Cultural Los Pinos, contará con 120 fotografías, más de 60 periódicos de la época en la que llevó a cabo su producción y numerosos objetos personales del fotoperiodista. 

Entre ellos, se encuentran la primera cámara que le regaló su padre, con 9 años, su casco de voluntario de la Cruz Roja o los guantes sucios del equipo de bomberos, sus compañeros habituales de trabajo, que han cedido varios objetos como muestra de su cariño.

“Metinides es el fotógrafo de la muerte pública. La muerte es un fenómeno que casi siempre ha sido privado, porque las creencias, la religión, han hecho que siempre fuera así, pero antes era un hecho público porque formaba parte de la vida misma”, ha reflexionado la subdirectora de Desarrollo Cultural, Marina Núñez, durante la presentación el viernes. 

“Este sentimiento original de la muerte es lo que está recuperando el fotógrafo”, enfatizó. El hábitat natural de Metinides eran los hospitales, las comisarías, las zonas de incendios, y desde ahí dejaba constancia de “la pulsión entre el accidente y el crimen, entre la vida y la muerte”, en palabras de Johan Trujillo, directora del Centro de la Imagen.

La periodista mexicana Adela Legarreta, atropellada en 1979. (Foto: Enrique Metinides).

Destacan su lado humano

La presencia de una de las hijas del fotógrafo, Alexandra Metinides, dio la nota más emotiva a la presentación. 

Yo, sobre todo, lo que quise es que se viera su parte más humana. Él me contaba que muchísimas veces, después de hacer su trabajo, aventaba la cámara dentro de la ambulancia y se ponía a rescatar gente. De ahí traemos muchas fotos de él en acción que son inéditas”, contó al borde de las lágrimas. 

Aproximadamente un tercio de todo el material expuesto ahora es original.

La muestra estará organizada en cinco núcleos temáticos: los aspectos de su vida personal, la muerte, los expedientes criminales, el azar y la fe, y un apéndice, el de los mirones. 

Este último elemento resulta fundamental para entender la obra de Metinides, que no se limita a retratar el suceso sino que expande la mirada para captar todo lo que le rodea: los rescatistas, la policía, los que buscan ocultarse, los curiosos. 

La apertura del encuadre es una de sus características fundamentales y es la que permite observar su fotografía como un documento vivo que recoge la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad en su dimensión más cruda.

La exposición en homenaje a Enrique Metinides. (Foto: El País). 

“El segundo núcleo, el de la muerte, es trágico porque uno va a poder ir comprobando que la muerte en México tiene rostro de mujer”, ha explicado César González, curador de la exposición: “Algunos de los crímenes retratados corresponden al azar, pero otros responden a una desigualdad estructural”. 

González ha querido cruzar la mirada de Metinides con la de otros dos fotógrafos, María Eugenia Chellet y Agustín Martínez Castro, cuyos trabajos también podrán verse en la muestra, para entablar un diálogo que enfatiza la dimensión social de la violencia retratada. 

“Su trabajo es importante porque nos representa como sociedad mexicana, y porque además es cercano a cada uno de nosotros”, ha valorado. El retratista de la muerte murió, pero su legado nos sigue contando quiénes somos y quiénes nos gustaría dejar de ser.

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FRG

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