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Por: Jon Pareles.
“Génesis”, el álbum del cantautor mexicano Peso Pluma que salió a la venta el jueves, tiene todo para convertirse en un éxito de ventas. Los sencillos que lanzó previo a lanzamiento del disco ya han sido escuchados decenas de millones de veces. Otras canciones que Peso Pluma sacó este año han acumulado cientos de millones de reproducciones, entre ellas “Ella Baila Sola”, su colaboración con el grupo Eslabón Armado, que alcanzó el número 4 en la lista Hot 100 de Billboard.
Peso Pluma —Hassan Emilio Kabande Laija, de 24 años— está a la vanguardia comercial entre los jóvenes músicos mexicanos y mexicano-estadounidenses que están actualizando sonidos antiguos para un público nuevo y extenso, en canciones conocidas como corridos tumbados o corridos trap.
No está solo. Artistas como Natanael Cano, Grupo Frontera, Banda MS, Grupo Firme y Junior H también han ampliado el público para la variedad de estilos que en Estados Unidos se agrupan bajo el nombre de “música regional mexicana” (en México existen distinciones matizadas entre estilos y formas de las canciones).
La música regional mexicana es una alternativa folklórica y orgánica a casi todo el pop de superventas que se ha hecho a lo largo de esta última década. No se basa en computadoras, sino en instrumentos tocados a mano, en su mayoría acústicos: guitarras, acordeones, metales e instrumentos de viento. Muchos de sus grandes éxitos, como “Ella Baila Sola”, de hecho, son valses.
En México, la región del suroeste de Estados Unidos y California, la música regional ya es popular desde hace décadas, e incluye elementos que también se usan en la música country y el rock. Intérpretes de raíces mexicanas —como Selena, Ritchie Valens, Question Mark and the Mysterians, Jerry Garcia de los Grateful Dead, Freddy Fender, Carlos Santana y Los Lobos— llevan mucho tiempo dejando claro que en Estados Unidos la música tiene vínculos con México, los cuales pocas veces se reconocen.
La música regional mexicana no ha descartado las posibilidades de mestizaje. Cano, pionero de los corridos tumbados a fines de la década de 2010, incluyó en su disco de 2022, “NataKong”, producciones electrónicas influidas por el trap, así como canciones acústicas, además de contar con la colaboración del productor de música electrónica Steve Aoki para una canción, “Kong 2.0”. Bad Bunny ha aportado sus propios versos del reguetón (muy diferentes de las melodías de los corridos tumbados) a canciones regionales mexicanas de Cano y de la banda texana Grupo Frontera, que tuvo uno de sus propios éxitos al reelaborar con astucia una conocida canción colombiana, “No se va”, de Morat, en una cumbia de estilo mexicano.
Antes del lanzamiento de su álbum, Peso Pluma realizó colaboraciones poco convencionales: hizo un dueto con el cantante mexicano Yng Lvcas en una canción de reguetón, “La Bebe”; lanzó un sencillo con el productor electrónico argentino Bizarrap (“BZRP Music Sessions, Vol. 55”) y rapeó en “Plebada” junto al rapero dembow dominicano El Alfa.
Pero tener una canción como “Ella Baila Sola” entre los primeros 10 lugares de éxitos en Estados Unidos demuestra que las tácticas de mestizaje ya no son obligatorias. Las canciones son en español; los instrumentos son acústicos y muy distantes de la norma electrónica del pop.
Los corridos tumbados que el público internacional está descubriendo ahora son una evolución propia del siglo XXI de una tradición venerable. Los corridos son baladas narrativas, un elemento básico de la música mexicana desde el siglo XIX, cuando las canciones transmitían noticias de forma casi periodística. Los primeros corridos se titulaban simplemente con la fecha de los acontecimientos que relataban; eran historias de héroes populares, bandidos, trabajadores y revolucionarios.
Más tarde, los corridos de ficción endurecieron y volvieron más sensacionalistas sus temas; algunos fueron adaptados al cine mexicano. El grupo Los Tigres del Norte, que ha llenado estadios al norte y al sur de la frontera de Estados Unidos desde hace décadas, tiene corridos dedicados a inmigrantes cuyas vidas oscilan entre México y Estados Unidos.
A fines del siglo XX, surgió otra variante: las canciones modernizadas de bandidos llamadas narcocorridos, que cuentan historias de los cárteles de las drogas. Algunos de esos temas fueron comisionados por los capos a manera de homenaje.
“Así como el rap estaba obligando al mundo del pop anglosajón a enfrentarse a los sonidos descarnados y a la cruda realidad de las calles urbanas”, escribió el historiador musical Elijah Wald en su libro “Narcocorrido”, “el corrido se estaba despojando de sus propios adornos pop para convertirse en el rap del México moderno y de los barrios del otro lado”.
“El otro lado” es Estados Unidos. Mucha música denominada “regional mexicana” procede ahora de California y Texas. Y la música con profundas raíces rurales también cuenta historias urbanas.
Los corridos tumbados actuales reúnen varios elementos de estilos regionales mexicanos como la música ranchera, norteña, la banda y el mariachi. Se trata de una música ligera y ágil, con requintos improvisados de guitarra, líneas de bajo con un ritmo rápido y cadencioso, contramelodías de acordeón y acordes de banda de metales, todo ello interpretado con una síncopa milimétrica. Los ganchos pop —quizá de un trombón o un acordeón— acompañan unas voces crudas, que parecen poco pulidas, aunque los arreglos de la banda exijan virtuosismo en tiempo real.
Los corridos tumbados transmiten un elemento esencial de la música mexicana: un estoico sentido de la ironía. Una historia de desamor o traición puede ser interrumpida por carcajadas o gritos burlones de !ay!. Y una alegre banda de música puede acompañar el relato de un sangriento tiroteo.
Los narcocorridos y corridos tumbados también han tomado prestadas estrategias del rap de gánsteres. Las letras hacen alarde de historias de trabajo duro, superación de adversidades, enfrentamientos con enemigos, fiestas y exhibición de marcas de diseño.
La promesa de la música regional mexicana, ignorada por tanto tiempo, es la de que, a medida que llegue a más gente, devuelva la emoción a escala humana del pop, desafiando la tecnología y tocando a cada escucha directamente.
c.2023 The New York Times Company
HEP